Qué es para mí el Reiki
Entro en mi vida de puntillas, sutilmente, como aquél que no quiere hacer ruido, que no quiere ser divisado. Entro en mi vida como un soplo de aire fresco. Entro en mi vida permitiéndome ver las cosas con otra mirada. Entro en mi vida, haciendo tambalear los cimientos de mi existencia. Entro en mi vida, como un niño torpe que quiere mejorar, que quiere ser cada día mejor. Entro en mi vida, inundando todo lo que tocaba. Bendito el día que le permití entrar en mi vida.
Como muchos, empecé en el Reiki, sin saber muy bien que era, como funcionaba, que implicaba. Había ese halo que lo envuelve de secretismo, de incertidumbre, de esotérico. Nada más lejos de la realidad.
Reiki es el amor incondicional, el amor que nos envuelve, es amor en estado puro. Es hacer las cosas con la mejor de las intenciones, con conciencia y lleno de gratitud. Es dar sin esperar nada a cambio, por el simple placer de dar. Es mirar a la otra persona, pensando que no puede haber en este mundo un ser más maravilloso que él, a pesar de las diferencias que separan.
Es dar un enfoque nuevo a todo lo que te sucede. Es entrar en contacto con tu cuerpo, ser consciente de cómo te habla, que te cuenta. Es poner en conexión nuestra energía interna, con la que nos rodea. Es empezar a tomar las riendas de tu propia vida. Es ser libre. Es ser cada día más feliz, más consciente. Es una simbiosis cuerpo, mente y espíritu, en el que se busca la armonía global, teniendo siempre como eje a la persona.
Conocer el Reiki, es quererlo, es amarlo, es disfrutarlo, es compartirlo, es inundar todo con amor. Amor puro, amor nacido del corazón y de nuestro ser más profundo. Amor noble, sin egoísmos ni egocentrismos. Amor que abarca todo lo que toca. Amor que se irradia de dentro hacia fuera, como una explosión.
Bendito el día que le permití entrar en mi vida.