Los colores y nuestro sonido interior
¿De qué color pinto mi dormitorio?, ¿por qué cambio el color de las paredes de mi salón, cada dos por tres?, ¿a qué se debe? De repente, estoy harta del rosa de mi habitación, ¿por qué será?
¿Qué me ha pasado, o qué cosas han cambiado en mi interior para que comience a sentirme atraída por el verde pistacho? ¿Cómo influye en mí este color?
El sonido define su existencia bajo la escala vibratoria entre agudos y graves, dando ritmo a la melodía. De la misma forma, la lírica del color se define entre el espectro solar que más radios de luz bifurca hacia el exterior, conformando un anagrama de diminutas fibras luminosas, cuya consistencia se matiza en una franja vibratoria, cuya escala la compone la incandescencia lumínica, dando como resultado externo, una tonalidad.
Lo que diferencia un color de otro, es la rapidez con que parpadea, definiéndose como rojo, azul, verde,… etc. La rapidez con que vibra la luz, su escalaba vibratoria define los colores que ve nuestra retina: amarillo, rosa,… etc.
El tener predilección por un color no es una casualidad, sino que está expresando la necesidad interna que nosotros tenemos de él, igual que cuando tenemos una carencia de vitaminas. Nos sentimos atraídos por un color porque internamente necesitamos alimentarnos con su banda energética, para recuperar esa energía de nuestro interior, que se encuentra bajo mínimos, en este momento.
Se ha estudiado que cada chakra vibra con un color, representando así su energía, de ahí, que cada órgano que está alineado en su recorrido energético, se estimule también con un color determinado, bien tomando alimentos de ese color, o utilizando cosas que permitan extraer la misma dosis energética de esa tonalidad cromática.
En mi trabajo con la Decoración Armónica, he experimentado la virulencia del color, al activar vivencias traumáticas, no recordadas. Una persona se puede ver envuelta por el crepúsculo de un color al pintar una zona de su casa con él, comenzando a sentirse mal cada vez que iba a ese espacio. En cambio, he llegado a otra casa, que estaba toda ella, pintada de ese mismo color y las personas que vivían allí, expedían una vertiginosa alegría.
Así, en diferentes contextos, he ido viendo las distintas reacciones que manifestaba la gente con colores similares. Profundizando en su estudio e indagando a nivel interno con cada una de estas personas, he descubierto, que no se puede generalizar en lo adecuado de un color u otro, según el tipo de personalidad o la función que cumpla (estudio, dormitorio o cocina), ya que me he encontrado personas cálidas, que les era propicio los tonos pastel según su personalidad, pero a una de ellas, se le desataban recuerdos de su habitación de la infancia, aflorándole un estado de inquietud, él mismo, que le perturbaba de pequeña.
En otra persona, los destellos de esas tonalidades claras, le hacía vivir una constante ensoñación, incluso la impulsaba a la hora de expresar su creatividad en el diseño textil. Le venían imágenes de otras épocas, vestida con esos matices, con lo cuál, le ofrecía un variado abanico a la hora de diseñar sus prendas.
En mis charlas sobre Psicología Decorativa, la gente me pide fórmulas, ¿qué color es bueno para el despacho?, o ¿cuál es adecuado en el salón?
Todo no es ni blanco ni negro, las cosas resuenan en nuestro interior y sacan de nosotros lo que llevamos dentro. El eco del color puede activarnos recuerdos sumergidos en el subconsciente, haciéndonos repeler esa tonalidad, sin saber la razón de ello. “Odio el rojo, no me agrada tener nada de ese color en mi casa”, incluso llegar a decir, si pongo algo rojo, me parece un club de alterne”. (Se activó el recuerdo intemporal de un tipo de existencia, en la que predominaba ese color).
Pueden ser cosas de esta vida, incluso sin a penas trascendencia, o recuerdos de vidas pasadas, en los que fuimos muy felices en un lugar pintado de verde empapelado de flores (época inglesa). Entonces, cada vez que vemos en una revista este tipo de ambientes, por todo el cuerpo comienza a recorrernos una alegría atroz y nos salen chispitas de gozo. (“No sé por qué, cuando veo ambientes ingleses, mi cuerpo se esponja y me siento feliz”).
Todas nuestras experiencias quedan grabadas en nuestro cliché interno, a modo de negativo de una película, de manera, que considero que resulta totalmente imposible generalizar una respuesta ante un color, de forma global, sería ignorar un montón de información que está codificada dentro de nosotros y que interactúa con el medio, constantemente.
Una de las razones por las que cambio el color de las paredes de mi salón, cado dos por tres, es porque tengo cambios internos muy rápidos y tengo necesidad de rodearme de colores que estén en sintonía con mi nueva forma de sentirme. El resurgir personal revierte en nuestro entorno.
Hagamos una prueba respecto a los colores. Ojeemos una o dos revistas de decoración, ya que nos ofrece una variada gama de ambientes diferente, cuya riqueza cromática, la podemos experimentar mejor. Elige los ambientes que a primera vista, te han atraído por su color, arrancas la hoja.
Ahora, vuelves a mirar la revista y siente, aquel espacio que te gusta mucho su colorido, cierra los ojos y llénate de su resonancia, anota qué cualidades te transmite. Luego, buscamos un ambiente cuyo color te desagrade, hacemos lo mismo, nos inundamos con su energía y anotas lo que te transmite. Más tarde, mira a ver cómo encaja esa información que has extraído del contexto decorativo, con tu vida, tus emociones y la forma en que te encuentras en estos momentos. Descubrirás un hilo conductor.
Espero que estas pautas, relacionadas con el color, te hagan comprender más cosas de ti y descubrir de qué está conformado el colorido de tu hogar. Conocerte mejor, te ayuda a ser libre de las modas y a utilizar aquellas tonalidades que te ayudan a encontrarte mejor y a ser tú mismo.