Responsabilidad energética, parte 1
Es bien sabido que emitimos determinada frecuencia, sobre todo el hipotálamo del ser humano, a 7,8 ciclos por segundo, longitud de onda muy próxima a la vibración de la propia tierra. A la vibración terrestre se le llama “Frecuencia Schumann” (onda transversal-magnética).
El Dr. Schumann la descubrió cuando trabajaba con sus estudiantes en el cálculo de potenciales en sistemas esfero-simétricos. En las consideraciones debían están incluidos los valores de la Tierra y de la Ionosfera.
Lejos de los tecnicismos que rodean esta ecuación, diremos que se trata de una longitud de onda Tierra-aire-ionosfera que al momento del cálculo correspondía a 7.8 ciclos que, como os he comentado, sorprendentemente, corresponde a la misma frecuencia del hipotálamo del ser humano y además al resto de los mamíferos.
Posteriores experimentos corroboraron las sospechas iniciales de que la Resonancia Schumann actúa como una especie de marcapasos que señala el pulso de la Tierra y de los seres vivientes con precisión. Las conclusiones llegaron cuando se vio el comportamiento de los primeros astronautas que trabajaban en ambientes carentes de esta sincronía. Lo mismo se observó en voluntarios que ingresaron a un bunker por varios días, aislados de la Resonancia Schumann.
Todos sufrían trastornos que desaparecen cuando logramos reproducir esa frecuencia.
Bien, esto que introduzco aquí , es para reflexionar sobre la realidad física de la vibración que emitimos, personas y tierra, y que, como ven, es medible.
Del mismo modo , emitimos vibración desde el Ki, en otros ámbitos, y esta emisión, se combina con la alta vibración Rei, o Fuente, con la que nos enlazamos o conectamos.
El próximo día, iremos un poco más allá, comprendiendo lo que hacemos con el pensamiento, el deseo, la emoción y su influencia.