¿Quién es el responsable de nuestra salud?
Sin duda la pregunta del millón. Por suerte, en la actualidad disponemos de una oferta sanitaria cada vez más amplia, por un lado está la medicina convencional con su máximo exponente, la sanidad pública, y por otro la medicina alternativa con un amplio abanico de terapias naturales. En algunos momentos puede incluso llegar a ser difícil decidir a quien recurrir en caso de tener algún problema de salud. En mi opinión, cada medicina tiene su propio espacio, si bien la línea divisoria no esta muy clara.
La medicina convencional aun siendo de muy amplio espectro, es principalmente una medicina de emergencia que debe actuar con rapidez cuando la enfermedad ya se ha manifestado o se encuentra en una fase avanzada, en cuyo caso es absolutamente insustituible. Nadie va al médico porque está bien y quiere seguir estándolo, y yo espero que a nadie se le ocurra nunca presentarse en mi consulta con una peritonitis aguda o con un infarto de miocardio.
Las medicinas naturales, aunque pueden aplicarse en un gran número de patologías incluso en estados muy avanzados, tienen un carácter principalmente preventivo de la enfermedad o paliativo en el inicio de esta. No es necesario tener algún tipo de molestia para recibir un shiatsu, en cambio ir al medico de cabecera a tratarse la contractura de la espalda o a relajar la tensión de las cervicales no tiene mucho sentido.
Entonces... ¿a cuál de las dos medicinas es mejor recurrir? Yo lo tengo clarísimo... a ninguna de las dos. Lo ideal seria no tener que solicitar nunca los servicios de ningún profesional de la salud, convencional o alternativo.
En este país cuando hablamos de medicina preventiva, generalmente nos viene a la mente la idea de hacernos un chequeo una vez al año, si puede ser en una mutua privada cuanto más cara mejor. Un análisis de sangre y orina, una radiografía de tórax, un electrocardiograma, una espirometría y un repaso a grosso modo del estado general.
Prevenir lo que se dice prevenir, la verdad es que esto previene poco. Lo que se consigue con esto es, en el mejor de los casos, detectar alguna enfermedad incipiente o el "terrible" colesterol, lo que esta muy bien, aunque es insuficiente.
¿En qué consiste entonces la medicina preventiva? Muy fácil...
La prevención no consiste en detectar la enfermedad a tiempo cuando esta ya ha comenzado, o sea tarde, consiste precisamente en evitar que ésta llegue a producirse.
¿Y cómo se hace eso...? Esto es más complicado, ya que hay que hacer cosas tan difíciles y peligrosas (deben serlo por la cara que ponen la mayoría de mis pacientes cuando les digo que las hagan...) como respirar correctamente, tener una dieta equilibrada y saludable, hacer un ejercicio adecuado a las necesidades de cada persona o alternar actividad y descanso correctamente.
No puedo evitarlo, me hace mucha gracia escuchar a alguien que se encuentra entre los 40 y los 50 años, decir; "es que ya tengo una edad, ahora tengo que empezar a cuidarme", si claro "ahora", antes no era necesario. ¿Es necesario entonces tener un infarto para comprender la importancia que tiene lo que comemos cada día? ¿Hay que comer una determinada fruta o verdura sólo porque va bien para prevenir o curar una determinada enfermedad? ¿Sólo hay que hacer ejercicio para perder peso? Por desgracia parece ser que sí.
Se me cae el alma al suelo cada vez que tengo que insistirle, hasta hacerme pesado, a una persona adulta para que deje de atiborrarse de chocolate y comida "basura", y coma más frutas y verduras, o para que haga en su casa los sencillos ejercicios que le he enseñado para solucionar ese dolor que parece preocuparle tanto.
Nuestro organismo que es muy sabio nos envía constantemente señales a las que solemos hacerles poco caso. Ese dolorcillo de la espalda que ya se pasara solo igual que ha venido, esas digestiones pesadas que se repiten últimamente vete tú a saber porque, esa sensación de mareo que aparece al girar el cuello cuando menos me lo espero... Nos pueden estar contando cosas, en principio tan simples, como que debo regular la altura de mi silla de trabajo, modificar mi dieta evitando eso que está tan bueno y que me sienta tan mal o cambiar la posición de la pantalla del ordenador para no cargar la musculatura del cuello.
Evidentemente somos muy libres de ignorar esos avisos, que es lo que hacemos la mayoría de las veces, eso sí, lo que en un principio era algo que no tenia la más mínima importancia y se podía haber solucionado con algún pequeño cambio o con una o dos sesiones de terapia, tal vez dentro de un mes, un año, o diez años si la tenga y requiera 10, 15, 20... sesiones, en numero directamente proporcional a los años de espera, (afortunadamente no siempre es así, esto no son matemáticas).
Si claro, todo eso esta muy bien, pero por mucho que me cuide... ¿qué puedo hacer frente a los virus o las bacterias que pueden enfermar mi cuerpo?
Si sembramos una semilla en un terreno fértil, bien abonado y húmedo, y otra exactamente igual en un pedregal seco, ¿Cuál de las dos se desarrollara mejor? Evidentemente, la que tiene a su disposición el mejor terreno y las mejores condiciones para germinar. Y un patógeno, virus o bacteria, ¿dónde encontrará las mejores condiciones para su desarrollo? ¿En un tejido bien hidratado, nutrido y oxigenado, o en otro cargado de toxinas, deshidratado y mal oxigenado? Una pequeña pista; los patógenos no se llevan bien con el oxígeno, de ahí la tremenda eficacia del agua oxigenada como desinfectante.
¿Tenemos que darle facilidades a los microorganismos preparándoles el "terreno" para que puedan vivir a costa nuestra? Es una buena práctica llevarse bien con todo el mundo, aunque tampoco hay que exagerar...
Aprender a hacernos responsables de nuestra propia salud es algo tan básico y necesario que debería enseñarse desde la más tierna infancia, en casa y como asignatura escolar. Los profesionales de la salud, convencionales o alternativos, tan sólo estamos para asesorar y ayudar a nuestros pacientes a mantener la correcta homeostasis y para actuar cuando, desgraciadamente, la prevención ya ha fallado.