Qué es la enfermedad - las heridas del alma
Contra lo establecido desde hace décadas en la cultura occidental, para las terapias vitalistas, la enfermedad no es algo pernicioso, algo que combatir a cualquier precio. Todo lo contrario, es una oportunidad de corrección de una conducta insana, incorrecta, equivocada, y esto es algo personal como después veremos. Esta conducta incorrecta puede ser en lo dietético, lo ambiental, lo emocional ,... La enfermedad tiene una doble finalidad, una de orden físico y otra de orden trascendental, buscando la evolución o mejora con respecto a un estado anterior.
La enfermedad es un estado de anormalidad a causa de una manera equivocada de vivir la vida es este plano de la existencia, no un accidente ni una casualidad, pero sí una causalidad.
El cuerpo es un solo órgano. El antagonismo entre la medicina oficial, mecanicista y analítica y las medicinas vitalistas comienza con un concepto básico puramente hipocrático: el de la unidad funcional. Este postulado subraya que cada órgano contribuye a la vida de los demás, de forma que aunque un cuadro de síntomas esté localizado en un determinado órgano, no quiere decir que sea solamente dicho órgano el que esté enfermo, sino que el organismo ha encontrado en ese órgano ciertas facilidades o condiciones para realizar su función de defensa. En este contexto, más que buscar la cura de ese órgano, lo que se pretende es buscar el equilibrio de la persona con él mismo y con todo lo que le rodea. Esta es la visión holística de la enfermedad y su curación.
Con esta base unitaria, sería un error basar el diagnóstico de una enfermedad en sus lesiones locales y quedarnos sólo con esta visión parcial. De hecho en las Ciencias de la Salud no existe la especialización, y ni siquiera que un órgano esté enfermo sin que afecte a todo el organismo, e incluso a la psique, motivo de este trabajo.
Curación es corrección. La persona enferma no es un enfermo pasivo en el proceso de curación. Siendo la enfermedad una consecuencia de errores de vida, de hábitos inadecuados, la corrección necesita, inevitablemente, de la participación de la persona.
El enfermo no es un elemento pasivo que espera la píldora o la operación como solución a sus males, sin enmendar las causas que le han llevado a enfermar. Debe haber por parte del enfermo un compromiso con la enfermedad y con el proceso curativo. Otro aspecto clave es que no son los síntomas lo que hay que combatir, sino a las causas fundamentales de la enfermedad.
La enfermedad es una sola. No hay muchas enfermedades. La enfermedad es una y se manifiesta con síntomas diferentes en puntos orgánicos diferentes. El organismo, el cuerpo, es una unidad en que la enfermedad reseña un desequilibrio. Las manifestaciones locales son las la mayoría de la veces centran la atención del médico y del enfermo, olvidando o ignorando que esos malestares manifestos son una consecuencia de una sobrecarga o una deficiencia, ya sea material o emocional.
Las enfermedades catalogadas y etiquetadas no son más que nombres que se le han dado a la punta del iceberg. Para las medicinas vitalistas, incluida la Medicina Tradicional China (MTCh), lo que menos importa es dar nombre a la enfermedad, sino personalizar el tratamiento porque, como indica el profesor Alonso, un clásico de la Naturopatía, “la enfermedad no es algo que se mete en el organismo, sino que es un proceso completamente personal”, y tanto es personal que en las mismas circunstancias no a todos afecta igual.
Remitiéndonos a la MTCh, la enfermedad se manifiesta cuando Xie vence a Zheng (como en un juego de superhéroes), es decir, las cuatro causas patógenas vencen a las cuatro energías primordiales del hombre (Yuan, Zhong, Rong, Wei). Pero sólo se produce la enfermedad si se dan las cuatro condiciones que componen Xie:
- Xie Zhong: causas congénitas, el terreno o la predisposición
- Xie Rong – Wei: factores dietéticos y respiratorios.
- Xie Shen: causas psíquicas de relación social y humana
- Xie T’Chi o Liu Qi: factores medioambientales y geográficos
Por poner un ejemplo muy simplificado, si una persona tiene una herencia de propensión al asma, vive en un ambiente urbano polucionado, se alimenta de manera deficiente y su entorno social es muy triste, la posibilidad de que padezca de asma aumentará con respecto a otra persona. Es la yuxtaposición de factores los que, para la MTCh, es determinante para enfermar. Evidentemente lo menos corregible sería la causa congénita, pero es en esta causa en la que se centran muchos investigadores y es el objetivo más codiciado por la medicina oficial olvidando muchas veces los otros factores.
Las causas de la enfermedad
Redundando en el tema, el cuerpo no es un elemento pasivo que está esperando a que llegue un virus y le “ataque”, como tampoco ha de ser pasivo en el acto curativo. De su participación y actitud dependen tanto la enfermedad como su curación. Ninguna enfermedad – podemos hablar de sólo una enfermedad y múltiples manifestaciones- sucede de una forma brusca y repentina.
En toda enfermedad hay un proceso que tiene una causa inicial de fondo, que actúa poco a poco., y con la que se combinan otras causas ocasionales y accesorias (como veíamos pocas líneas atrás) que, en conjunto, ocasionan el trastorno. Dadas esas circunstancias, en el estado de enfermedad latente - donde comienzan a manifestarse los síntomas -, una simple corrección de conducta higiénica puede evitar en gran parte de los casos en desarrollo de mal.
La enfermedad como evolución
Con todo lo expuesto, vamos a considerar a la enfermedad como una oportunidad para evolucionar, para regular nuestra vida, no como un defecto funcional de la Naturaleza. Si queremos curar el cáncer pero no solucionamos lo que lo está causando (desequilibrios medioambientales, emocionales, estrés,... por poner unos ejemplos) es una tarea bastante inútil. Como indican en su libro “La enfermedad como camino”, Dethlefsen y Dahlke, la enfermedad no tiene nada que ver con un castigo.
La enfermedad es un estado de imperfección, de vulnerabilidad, de mortalidad. “En la medicina oficial se parte del supuesto de que la enfermedad es inevitable, y de que el sr humano es intrínsecamente sano y puede ser protegido de la enfermedad... Sin embargo, la enfermedad hace curable al ser humano. La enfermedad es el punto de inflexión en el que lo incompleto puede completarse. Para que esto pueda hacerse, el ser humano tiene que abandonar la lucha contra la enfermedad y aprender a oír y ver lo que la enfermedad viene a decirle”. En definitiva, la curación es un medio de ampliación de conocimiento hacia la madurez como persona. Tanto es así que la supresión de unos síntomas sólo llevará a que la enfermedad busque, muchas veces, otras nuevas causas y órganos para seguir manifestándose. Aunque es innegable la existencia de procesos materiales que provocan la enfermedad, consideramos también que esos procesos no son la causa primordial de la enfermedad.
Un cambio de conducta. Sea cual sea la manifestación de la enfermedad, su fin inevitables es obligarnos a cambios de conducta, ya sean dietéticos, climatológicos o psicológicos. La enfermedad, o bien nos impide hacer las cosas que nos gustaría hacer o bien nos obliga a hacer lo que no queremos hacer, si queremos sanar, claro. Lo habitual, si no hay compromiso con la enfermedad, es que el enfermo oponga resistencia a los cambios obligados de su forma de vida. La enfermedad es siempre una crisis y una crisis exige una evolución. Todo intento de recuperar el estado de antes de una enfermedad es prueba de ingenuidad.
Carlos Nogueira realiza una clara exposición de todo lo dicho en su interesante trabajo “Sida, enfermedad epidémico-cósmica”:
Nadie se puede curar de una enfermedad, de cierta consideración, si no quiere curarse. El tener consciencia de curación es la base fundamental del tratamiento... Eso sí, tu curación pasa por un cambio total de comportamiento y de actitud.
Carlos Nogueira
Medicina Vitalista, Medicina Mecanicista. La Medicina China parte de un concepto que no contempla la medicina oficial occidental: la existencia de una sustancia inmaterial, invisible para el ojo humano, que llamamos energía y que es responsable de cualquier cambio biológico.Por suerte, el desarrollo de la física quántica está demostrando fenómenos que pertenecían a lo esotérico. Este concepto no es exclusivo de la MTCh, ya que el concepto de energía (frecuencia, vibración) y su manejo y/o regulación forma parte de otras corrientes médicas como la Homeopatía o el Sistema Floral de Bach, y todos forman parte de la Medicina Vitalista. Por el contrario, la corriente Mecanicista contempla al ser humano como una mera máquina formada por la suma de varios mecanismos.
Como apuntábamos anteriormente, en la Medicina Vitalista se niegan las parcelaciones, considerando al ser como un todo integrado y no un puzzle de órganos. Como indica Carlos Nogueira “ello explica perfectamente la presencia de los ciclos de generación, regulación, usurpación y menosprecio que conforman la Ley de los Cinco Movimientos (de la MTCh), mediante la cual observamos que una enfermedad con sintomatología orgánica puede tener una causa etiológica radicalmente distinta de ola aparente, relación que en nuestra medicina no logramos establecer”.
Por la claridad de la exposición, recogemos los grandes axiomas de las Medicinas Vitalistas que Nogueira incluye en su libro “Fundamentos de Bioenergética”, por su relación con esta introducción a la enfermedad y que nos sirve como resumen a lo desarrollado hasta ahora.
- No hay enfermedad, sino enfermos. Por tanto hay que individualizar el tratamiento. Esto implica dar una terapia adecuada a cada modalidad de síntomas teniendo en cuenta los componentes psicosomáticos. Ello presupone que puedan existir dos pacientes con distintas sintomatologías y hacerles el mismo tratamiento, o presentarse dos sintomatologías aparentemente iguales que precisen distintos tratamientos.
- La enfermedad, una vez instaurada, lleva un proceso evolutivo que por seguir leyes preestablecidas, se puede determinar y prever.
- La acupuntura (MTCh) se basa en la existencia de la energía como fuente integradora y reguladora de toda la forma físico-química. Esta energía no es privativa de los seres vivientes, sino que todas las situaciones que se producen en el Universo tiene lugar por su existencia. Esta energía denominada Tao (constante equilibrio, mutación y cambio Yin-Yang) tiene diversas manifestaciones pudiendo mover los astros, modificar el tiempo, hacer circular la sangre, crear los campos psíquicos de actuación, dar calor o frío, etc.
Esto permite sentar una característica muy importante de la MTCh: de ser la única que va a establecer una relación energético-cósmica (factores climáticos) y los factores del medio exógeno en general.
- La enfermedad no tiene nombre, es un estado de desequilibrio energético que se puede manifestar por una carencia o un exceso, o lo que es lo mismo: síndrome Yango plenitud (Shi) y síndrome Yin o vacío (Xu).
- El desequilibrio energético, que es siempre causa etiológica primaria en cualquier manifestación patológica física, va a cursar con una sintomatología perfectamente definida de cuyo conocimiento dependerá en gran parte el éxito del tratamiento y la profilaxis.
- El hombre es un ente bipolar alternante, y como toda manifestación en el Universo, esta alternancia de positivo o negativo (de Yang a Yin y viceversa), de una manera armónica permite la vibración, el movimiento, la mutación permanente y contínua o lo que es lo mismo: la vida.
Las heridas del alma
Es casi imposible trazar una separación entre síntomas somáticos y psíquicos, ya que todo síntoma tiene un contenido psíquico y se manifiesta a través del cuerpo. Las lágrimas de un depresivo no son más psíquicas que la mucosidad o una diarrea, es decir, la diferencia entre lo psíquico y lo somático sólo reside en la forma de manifestación y siempre, sea de uno u otro “grupo” siempre se experimenta en la mente.
Para las Medicinas Vitalistas el ser humano es una entidad psicosomática, de forma que las alteraciones psíquicas o emocionales repercutirán en el organismo. Se da cada vez más por sentado que el restablecimiento del equilibrio encuentra un importante foco de perturbaciones en los agentes emocionales: miedo, ansiedad, incertidumbre, preocupación, angustia,...
Frágil equilibrio. Las manifestaciones de nuestros desequilibrios más profundos no son medibles con aparatos (aunque éstos ya se acerquen mucho), ni ponderables para equipararlos con otros enfermos. Los síntomas psíquicos son la manifestación de nuestra vida en un enfrentamiento cotidiano. Las circunstancias de cada día nos obligan a medirnos con ellas, a superarlas, a asimilarlas, a aprender.
La vida nos trastorna constantemente nuestro frágil equilibrio, sobre todo si nos dejamos llevar por la avalancha de propuestas con que nos bombardean cada día, propuestas en las que predomina la consigna TENER, POSEER, olvidando el aspecto tan importante de SER, de SENTIR.
Según la filosofía budista, la infelicidad nos llega cuando nos dejamos llevar por la marea de los deseos que nos obligan a un continuo salto de obstáculos, donde es inevitable un tropezón, sólo que a veces el tropiezo pasa factura.
Para Roland Sananés – interesante autor de homeopatía – rescatando un aspecto básico de toda Medicina Vitalista, el equilibrio psíquico es la base de la salud.
Es cierto que los microbios nos rodean... pero el equilibrio psíquico es quien tiene el poder de volverlo inofensivo o amenazador. El acné es una afección por estafilococos muy conocida y sin embargo la intervención mediante antibióticos está lejos de asegurar siempre el éxito. Las crisis dolorosas sobrevienen a los adolescentes que sufren de un equilibrio hormonal o nutricional deficiente y que tienen dificultad para exteriorizarse... La inmunidad por anticuerpos se desarrolla tanto en los lugares mentales como en las células del suero.
Roland Sananés
Como homeópata, Sananes apunta que no hay que luchar contra las debilidades, sino interpretarlas, así incide en algo que la bioenergética tiene como postulado: que un problema fisiológico puede modificar los estados anímicos y “engañar al médico del espíritu”.
El sexto sentido. Lo importantes es buscar al ser humano, no a un hígado o a un pulmón, o cataloga y etiquetar una neurosis o una ansiedad. Cada ser humano es único y de forma individual expresa sus males. La labor del terapéuta es eschuchar los significados ocultos detrás del síntoma expresado, escuchar los sentimientos. El psiquiatra David Viscott define a los sentimientos como “un sexto sentido que interpreta, ordena, dirige y resume a los otros cinco”. ¡Bioenergética pura¡ Eso es el Shen de la MTCh.
De hecho no sentir es no estar vivo. Las emociones y los sentimientos es lo que nos hace humanos. Pero ¿acaso los animales o las plantas no sienten? Por el momento bastante tenemos con comprender los sentimientos humanos. “Los sentimientos son nuestra reacción a lo que percibimos... son, en realidad, el mundo en el que vivimos”, escribe Viscott, que propone en su trabajo “El lenguaje de los sentimientos” la forma de comprenderlos y utilizarlos, ya que los sentimientos tienen un lenguaje para comunicar estados del alma que conviene interpretar. Tienen un lenguaje con el que se comunica tanto con uno mismo como con los demás.
Comprender este lenguaje es la clave de dominio de uno mismo, obtener el poder sobre situaciones con el fin de no desequilibrarnos o controlar más la situación de equilibrio. Viscott concede más importancia a las emociones que al intelecto para encontrar la armonía con uno mismo y con el mundo y parafraseando la célebre cita de Descartes “Siento, luego soy”
A modo de resumen:
“Los sentimientos son la forma en que nos percibimos. Los sentimientos son nuestra reacción al mundo que nos rodea. Son la forma en que sentimos el estar vivos. Cuando nuestros sentimientos son armoniosos experimentamos nuestro máximo nivel de conciencia. Sin sentimientos no hay existencia, no hay vida. En términos simples, cada uno de nosotros ES sus propios sentimientos. Nuestros sentimientos resumen todo lo que hemos vivido y nos dicen si ha sido grato o doloroso”.
Cierto es que el sentimiento no miente. No admite manipulaciones, como la palabra. Es la manifestación más sincera y veraz de lo que hay en nuestro interior. Claro que la inteligencia, el intelecto, crea un sistema de defensas que puede manipular la realidad, pero al final predominan y afloran los sentimientos. Se puede manipular un sentimiento, se puede distorsionar nuestra realidad, pero sólo conseguiremos prolongar el dolor, hacerlo más profundo, que resulte más difícil controlarlo. Abriéndonos a los sentimientos es como aprendemos a SER.
La salud y las emociones. Cada vez se habla más de la relación entre salud y las emociones.Es el fenómeno que algunos han llevado hasta lo paranormal: el poder de sanación de la mente, y que otros, como el doctor Hammer, han considerado como único elemento de sanación. No hay que buscar esoterismo en este tema. El equilibrio emocional, el saber a dónde uno se dirige, tener objetivos, la armonía con uno mismo y con los demás... ese el el poder curativo de la mente. Acercándonos a la Bioenergética, el diálogo psique-soma no es la única causa de alteración de la salud, sin embargo, cada vez más se considera que los estados mentales alteran el organismo y bien es conocido, por estudiado, el impacto de las emociones sobre el sistema inmunitario.
En el no siempre sencillo proceso de localizar qué significado tiene ese grito de alarma de nuestra psique, es importante la labor de la autoayuda, término ya “pasado” de moda y al que se han dedicado y dedican cientos de publicaciones, y que permiten que uno mismo – que es el que mejor se conoce – llegue al centro del daño. Es la propuesta de la célebre frase “Conócete a ti mismo”. La autoestima, la automotivación pueden ser claves de equilibrio para vivir en un mundo cada vez más “yangnificado”, acelerado, competitivo... Vivir tal y como queremos, lograr nuestros objetivos, requiere cada vez más energía personal para no caer en la apatía, la insensibilidad, la impotencia o el escapismo.
La era de la psicología
Desde la mitad del siglo XX hemos conocido un auge de la psicología y la psiquiatría, ciencias que se han “desarrollado” para buscar soluciones a los desequilibrios del alma. A la velocidad – “viento” según la MTCh – se ha sumado la “yangnificación” de los modos de vida. Todo va muy deprisa, todo es superlativo, no hay tiempo para casi nada, cada vez se requieren más cosas para vivir, y necesitamos que todo suceda ahora mismo. Esas “exigencias”, si se siguen criterios personales, son causa de mucho desequilibrio. En nuestro mundo dual, otra parte de la humanidad busca la estabilidad abocándose a una carrera desenfrenada y no siempre muy lúcida por la espiritualidad, la ecología, las causas justas y nobles o la política.
En la era de los “ismos”, éste puede ser el listado de tendencias que son causa de desestabilización:
- materialismo: sólo existe lo que se puede ver y tocar, sólo triunfa el que más tiene y el que vive rodeado de abundancia.
- hedonismo: la búsqueda única del placer y el bienestar que acaba en un acto compulsivo de insatisfacción permanente y que suele desembocar en bordear el límite, en sr innovador y distinto al precio que sea.
- consumismo: la pasión por lo superfluo, por poseer hasta llegar a la saturación y a la indiferencia.
- deshumanismo: la persona como objeto, el culto al cuerpo y a la insatisfacción con el propio, la falta de criterios... se llega a la moda por la moda y a los tópicos que se siguen como dogma; el colmo: la vida propia, la intimidad, ya no valen nada y se hacen televisivas. Es de buen gusto ser vulgar y darse importancia. Es la pornografía de los sentimientos.
- genitalismo: el amor ya no está de moda, lo que se lleva es el sexo mal entendido, repetitivo, insaciable, desprovisto de cara. Es genitalismo puro. El sexo es para consumir, para dominar y cada vez se llega más lejos. El “amor” es un producto de consumo y una de sus cimas son las “snuff movies”.
Con este panorama se han manifestado dos de las grandes enfermedades de nuestra era: la ansiedad y la depresión, productos de la nada, el vacío y el desconcierto. Son signos de haber perdido el mapa personal de ruta y estar perdido en el camino. Se ha perdido la libertad de elección e incluso se mantiene “el miedo a la libertad” que Eric Fromm desarrolló en su libro de igual título, muy recomendable si alguien quiere perder ese miedo. Entre tanta “comunicación” – televisión, internet, centros comerciales y de ocio, telefonía móvil – se ha producido una gran paradoja que sustenta los males de la psique: aislamiento, soledad, ida monótona, inestabilidad laboral... a todo este conjunto se le denomina estrés.
El estrés. La sufre un porcentaje altísimo de la población en los países desarrollados, desde niños a adultos e incluso sus mascotas animales. El estrés no es más que la puesta en marcha de los mecanismos de defensa naturales para contrarrestar las agresiones del exterior.
En el estrés la respuesta a un estímulo es aumentada por una tensión excesiva y permanente hasta llegar al agotamiento y que se manifiesta a nivel físico y psíquico, afectando a la salud y a la conducta. Este agobio suele desembocar en una crisis de ansiedad para, pasando por una fase de aburrimiento – apatía, culminar en desesperación o depresión, utilizando términos de la psicología.
Las enfermedades mentales. En psiquiatría hay que distinguir varias escalas en las patologías de la conducta que no siempre pertenecen al grupo de las enfermedades mentales:
- alteraciones orgánicas del cerebro: demencias seniles, subnormalidad, traumatismos craneales, tumores, ...
- conflictos personales y sociales: anorexia, crisis matrimonial, masoquismo, drogadicción,...
- neurosis y psicosis, entre las que se encuentra la esquizofrenia que sigue siendo un misterio para la ciencia que no ha descubierto con claridad la lesión orgánica que altera el psiquismo.
Uno de los autores más prestigiosos en este campo, Juan Antonio Vallejo-Nájera define a la enfermedad psíquica como:
Todo lo que provoca una alteración o anomalía de pensamiento, de los sentimientos, de las emociones, de la conducta de las relaciones interpersonales y de la adaptación social y profesional, sobrevenida patológicamente.
Juan Antonio Vallejo-Nájera
Para las Medicinas Vitalistas no hay una parcelación tan diferenciada entre psique y soma, siendo ambos manifestaciones del mismo Tao, ese programa que rige el mundo que conocemos, por lo hablar de los que desconocemos pero que empieza a desvelarse a nuestro “raciocinio”.
En este sentido, para el homeópata Roland Sananès “el acercamiento psicológico al enfermo es la piedra angular de la individualización, la vía del diagnóstico”, y de hecho, Hahnemann ya escribía sobre esto en el siglo XIX: “En la selección del medicamento homeopático el estado moral del enfermo se convierte muchas veces en el elemento determinante, porque constituye una de las manifestaciones más características y más esenciales de las que, entre todas, no deben escapar al médico acostumbrado a hacer observaciones exactas”.
Sananes recoge en su libro “Homeopatía y lenguaje del cuerpo” una cita del homeópata Tomás Paschero que consideramos interesante como aportación y resumen a nuestro tema: “En homeopatía (como en todas las Medicinas Vitalistas, apuntamos) no se considera la separación de lo psíquico y de lo somático, del espíritu y del cuerpo. Los síntomas mentales que constituyen el patrimonio de la psiquiatría y que la moderna medicina psicosomática reclama con urgencia que se introduzcan en la medicina clínica, son los más íntimos del hombre, los que pertenecen a las directivas inconscientes, a las tendencias biológicas más profundas, como razón íntima y el sentido de la patología”. Sin embargo, pese a estos comentarios tan “avanzados”, ninguno de ellos llega a la profundidad de la bioenergética en su explicación de la relación psique-soma como veremos en el siguiente capítulo.