La pausa, un tiempo y un espacio para la escucha
Nos pasamos el día corriendo de un lado a otro, atendiendo a todas las preocupaciones, dando respuestas a mil cosas,... y nos olvidamos de nosotros.
Nos perdemos en los pensamientos, en las preocupaciones, y pasamos del presente al futuro casi sin pararnos en el presente. En un presente que quizás nos preocupa, o quizás no nos gusta, o simplemente lo desconocemos porque no tenemos tiempo de vivirlo.
Nos desconectamos de nosotros, sin pensar que el ritmo de nuestro día a día, las preocupaciones, las relaciones,... interfieren en nosotros, en nuestro organismo, y nos bloquean, sin tampoco darnos cuenta de que, con tanta actividad externa y interna, estamos interfiriendo en lo más profundo de nuestro organismo: en nuestras células.
Aprender a parar
Tenemos que aprender a permitirnos pausas en nuestra vida.
Una pausa no es un cambio de actividad, ni dejar de hacer una actividad para pensar, ni fumar el cigarrillo, tampoco es un largo etcétera.
Una pausa es una parada, un stop, un tiempo para poder conectar con nosotros sin interferir en lo que está sucediendo. Una pausa es un espacio de observación, un espacio de descanso, un espacio donde el silencio (en el sentido más amplio de la palabra) nos permite escuchar los ruidos (tensiones, preocupaciones,...) y las sinfonías (bienestar, sensaciones agradables,...), y responder con calma. Es un espacio para reencontrar la respiración natural. Un espacio donde el organismo puede vivir sin interferencias y puede poner en funcionamiento los mecanismos para regenerarse. Es un espacio que nos acerca a nosotros y nos permite ser lo que somos.
Una pausa es un acto de amor hacia nosotros mismos. Es un acto de respeto.
La pausa es la confianza de que la naturaleza, nuestra naturaleza, puede dar respuesta sin necesidad de estar siempre empujando. La pausa nos permite ver que la vida vive y se vive.
Ocupamos la mente para no sentir, para no sentir lo que nos pasa. Aun así las cosas suceden, nos siguen pasando y el cuerpo las registra. Nosotros no escuchamos y callamos nuestras emociones pero nuestro cuerpo busca el camino para expresarlas sin palabras, y a veces explota.
La pausa nos acerca a nosotros y nos da la posibilidad de estar y sentirnos y de reconocer como estamos. Nos da la posibilidad de reconocernos, con todo lo bueno y todo lo malo que nos esté sucediendo. Nos ofrece la posibilidad de disfrutar de la respiración sin necesidad de empujar la respiración y de confiar que nuestro cuerpo sabe dar respuesta a cada situación con su - nuestra- respiración.
Sin pausa no hay diálogo, no hay escucha, no hay respuesta. Sin pausa, nuestro cuerpo no tiene espacio para escuchar, ni espacio para responder.
¡Os invito a una pausa!
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