Danza, emociones e identidad en la crianza
La crianza de nuestros peques es una fase de intensos cambios, donde frecuentemente tenemos dificultad para comprender hasta dónde llegar con nuestra ayuda, o cómo permitir que se desarrollen ellos solitos. Dentro de este campo intenso, nos llama la atención dos puntos: la expresión de las emociones y la construcción de la identidad.
Va ser en la relación con su cotidiano, en poder experimentar las diversas maneras de ser y estar, las formas, los tiempos, la intensidad, que los pequeños van poco a poco escogiendo (de manera inconsciente) cuál es su forma, su tiempo, su intensidad. O mejor diciendo, cuál es la forma, tiempo e intensidad que les permite adaptarse al mundo que les rodea.
La identidad
En este sentido es muy importante entender la influencia de este mundo, que es construido por los adultos, la familia, los amigos y la escuela. Cada niño va reaccionar de manera distinta a la misma situación, porque cada pequeño la percibe de su manera... con su forma, su tiempo y su intensidad, y las reacciones, van estar mediadas por lo que llamamos emociones.
La emoción, los sentimientos son un componente fundamental en el proceso de asimilar el mundo, nosotros (principalmente cuando niños), entendemos el mundo usando nuestras emociones, y reaccionamos a este mundo usando el proceso de expresión de estas mismas emociones; proceso en lo cual nos construimos a nosotros mismos, formando nuestra identidad.
Es gracias al poder sentir, al poder emocionarse, que los niños prueban el mundo, reaccionan a ello y se construyen a sí mismos.
Abrir las posibilidades de sentir
Cuando hablamos de la Danza en todo este proceso, nos referimos a que en una sociedad donde los espacios tienden a ser cuadrados, marcados, y cerrados, podamos permitir momentos donde las emociones pueden ser expresadas con el movimiento, pueden ser asimiladas y transformadas; donde el ritmo es la base para crear, y el experimentar sea el nuestro mayor objetivo.
Estamos defendiendo que si el asimilar el mundo pasa por sentirlo, entonces cuantas más diversas sean las posibilidades de sentir, de incorporar estas emociones, de vivirlas y transformarlas, más posibilidades hay para poder adaptarse a este mundo y construirse en una identidad más amena, mas de acorde con nuestras necesidades de niños, donde nuestra forma, tiempo y intensidad nos permita ser feliz.
Pero esto no es posible si los peques no pueden experimentar, si no pueden expresar sus sentimientos, sus dudas, y transformarse.
Para los pequeños (y ni tan pequeños así) el moverse no es un capricho, y sí una necesidad.
La danza creativa o en familia
En la Danza Creativa o Danza en Familia se potencia el juego entre sonido, cuerpo y espacio. En este juego, el niño reconoce sus límites, donde acaba su cuerpo y empieza el espacio, las cosas y otros cuerpos. Sentir su límite corporal le permite entender parte de lo que es él. Lo que es fundamental para todo el desarrollo de su identidad.
También interactúa con varios ritmos, algunos más marcados, más conocidos, otros más suaves... estos ritmos llevan en si maneras de estar y sentir. Si el pequeño gira sin un objetivo apenas oyendo la música y sintiendo su cuerpo en el espacio va experimentar una sensación muy distinta a de marcar los pasos de una percusión, saltando por un largo pasillo al unisono con su mamá o papá. Estas sensaciones están llenas de sentido, de experiencia y ayudan a los pequeños a organizar su mundo interno, en el proceso de nombrar las experiencias, clasificarlas y entenderlas.
El hecho de que los pequeños les gusten bailar, les gusten cantar y moverse libremente tiene que ver con la misma necesidad de existir de estos niños y niñas, no con caprichos o modas. Es en este proceso de autoconocimiento, aliado al trato con respecto y amor a este nuevo pequeño yo, que somos capaces de ayudar a nuestros hijos a entender sus sentimientos, suportar las frustraciones, aceptar que existen límites y que hay muchas maneras de expresar las emociones.
En las clases de danza cada uno puede ser lo que es. No hay equivocación, no hay movimiento malo, pero si hay diversidad, para cada día poder ser un niño o niña distinta... una familia que se reencuentra en la danza y se redescubre de diversas maneras. Esto permite que, poco a poco, se vean y sientan cuáles son sus preferencias y también puedan compartir las preferencias de movimiento de otros niños o del grupo. Así intentamos construir juntos nuestros espacios de libertad en el baile y el movimiento.