Los sueños en la siesta
La siesta es un sueño corto que se realiza después del almuerzo. Como muchos habréis experimentado supone un breve descanso durante el mediodía que nos permite recuperar fuerzas. En Europa, el origen de la siesta se debe a una regla de San Benito de Nursia (Benedictino, 480-547) que decía:
Después de sexta (hora) al levantarse de la mesa, descansarán, en sus lechos con un silencio absoluto.
Y, cierto es, que si le dedicamos el tiempo apropiado, puede tener muchos beneficios para nuestro cuerpo.
Los afortunados que tengan la posibilidad de realizar un descanso en las horas del mediodía, pueden considerar tal momento como un acto de reparación de su cuerpo y de su mente, evitando acumular tensiones y períodos de estrés. Tanto es así que podríamos decir que el sueño diurno tiene tantos beneficios para el organismo como el nocturno ya que ofrece características similares en un período mucho más breve de tiempo, por ejemplo, mejora del funcionamiento del sistema cardíaco, liberación de hormonas para evitar la depresión y el estrés, regular la tensión o bien, mejorar la memoria.
Por tanto, podemos afirmar que echar la siesta tiene semejanzas con el dormir por la noche a nivel de efectos positivos para nuestro bienestar físico y mental. Sin embargo, existen algunas diferencias, además de la duración del sueño.
Cuando dormimos por la noche, la actividad eléctrica del cerebro pasa por un total de cinco fases las cuáles se van repitiendo cíclicamente. Antiguamente se creía que solo podíamos soñar en esta última fase: la fase REM (Rapid Eye Movement), pero es una idea que se descartó. Lo que ocurre es que en esta fase, los sueños son más intensos que en las otras 4 fases, por ello se recuerdan con más facilidad. Esta es la fase de actividad onírica, a través de la cual, si una persona es despertada, puede recordar sus sueños en mayor medida. En cambio durante la siesta, el cerebro se encuentra en la Fase II del sueño no REM.
Es en esta fase del sueño cuándo el descanso es más profundo, pero a su vez podemos despertarnos sin gran dificultad. Aquí el cerebro trabaja reorganizando la información que hemos vivido recientemente. Por este motivo una siesta suele ser algo tan reparador: estamos profundamente dormidos y con poca actividad cerebral y, a su vez, con los sentidos alerta. Por esto último, muchas veces al dormir la siesta tenemos la sensación de estar conscientes de lo que pasa a nuestro alrededor a la vez que dormidos y relajados. Esta fase dura unos 20 minutos, que es aproximadamente el tiempo recomendable para hacer la siesta y levantarse renovado.
Pero, ya sea al mediodía o por la noche…
¿Por qué soñamos?
A lo largo de la historia, se han acumulado muchos conocimientos sobre la acción de soñar, pero son mucho menos fiables a la hora de explicar su significado, ya que es muy difícil entender por qué entramos de forma regular en el misterioso mundo onírico y para qué sirve.
Científicos del sueño apuntan que existe una paradoja en la acción de soñar. Una persona a la que se priva de los períodos de REM, aprovechará la oportunidad para recuperar lo que le ha faltado en cuanto se le permite dormir sin interrupción, aunque sea con periodos más cortos de sueño profundo. De ahí se deduce la importancia de soñar aunque olvidemos casi la totalidad de los sueños que tenemos durante la fase REM.
Cuando estamos despiertos, la parte del cerebro conocida como el cerebro posterior, recoge señales de los sentidos y los transmite por descargas eléctricas a la corteza, que interpreta las señales. Mientras dormimos, la mayor parte de esa transmisión es interrumpida y no respondemos al sonido o a otros agentes externos como cuando estamos despiertos. Es por esto que los sueños adquieren, muchas veces, matices de irrealidad. Aun así, la corteza debe continuar trabajando y algunas teorías sugieren que el cerebro posterior se encarga de que así sea, enviando de vez en cuando señales que no tienen conexión con ningún suceso real, para asegurar ese funcionamiento. Según esta idea, los sueños son el resultado de los intentos de la corteza por dar sentido a esas señales ilógicas para que semejen verdaderos mensajes como los que recibe normalmente del mundo exterior.
El hecho de que nuestros miembros estén paralizados mientras dormimos, se debe a las señales que el cerebro envía a la médula. Lo único que movemos mientras soñamos, son nuestros ojos, que se mueven de manera acorde con nuestra actividad en el sueño.
Y ¿qué significan nuestros sueños?
Son numerosas las teorías sobre qué significan los sueños en realidad: pueden ser el resultado de alguna represión en nuestra vida, un síntoma de estrés, una forma de satisfacer los sueños y fantasías diurnas, una forma de resolver problemas o incluso un intento de nuestra mente por clasificar los sucesos irrelevantes del día.
Cualquiera que sea la teoría, lo que está claro, es el importante papel de los sueños, ya que se ha demostrado que podemos padecer trastornos físicos y psíquicos si se nos priva de los períodos de sueño onírico. Durante toda la vida, podemos pasar soñando unas 50.000 horas, de las cuales, un cuarto del tiempo son períodos de REM, es decir, 90 minutos por noche.
La interpretación de los sueños sería más fácil si consistiera sencillamente en asociar determinada imagen con un particular suceso, pero no es así. Normalmente, soñamos con lo que experimentamos, tanto pensamientos como acciones, aunque no tienen porqué ser personales.
Sucesos de los que somos conscientes pueden formar parte de nuestros períodos de REM. Algo tan simple como un sonido de teléfono, mientras estamos soñando, puede ser incorporado a la historia transformado en una sirena de alarma de incendio y según nuestra imaginación, podríamos encontrarnos en diferentes sitios. No solo los sonidos, sino todos los estímulos sensoriales son importantes.
Antes de que podamos encontrar un sentido a nuestros sueños, lo primero que hay que hacer es recordarlos y es una labor más difícil de lo que parece, ya que aunque se tenga un sueño muy intenso y creamos que va a perdurar durante días, no ocurre con frecuencia. Aunque nos despertemos por la noche y en ese momento recordemos nuestro sueño, por la mañana tan solo tendremos una idea vaga del mismo. Para ello deberíamos adquirir el hábito de anotar los sueños todas las noches, para empezar a buscar asociaciones entre un sueño y otro y entre un sueño y la vida cotidiana. Al final veremos que todo va encajando y podremos incrementar el conocimiento que tenemos de nosotros mismos y de los acontecimientos que influyen en nuestra vida. Empezaremos a leer nuestros propios símbolos o las imágenes del subconsciente y en muchos aspectos somos las personas más capacitadas para hacerlo.
El significado de un determinado sueño solo puede entenderse realmente en el contexto de la realidad de cada uno, es decir, la forma de interpretación depende de lo que está ocurriendo en nuestras vidas.
Varios de los sueños más frecuentes serían: ser perseguido por alguien, caerse, volar o flotar, tener sexo, sentirse observado porque todo el mundo nos mira, la muerte, llegar tarde, el miedo a fracasar, soñar con la realeza, con el agua, con la comida, la inmovilidad, prevenir el futuro, la acción de fumar, soñar con dientes, ascensores y celebridades.
Según un estudio norteamericano, en casi todos los sueños aparece al menos un familiar y aproximadamente en un tercio de ellos, esos familiares o la persona que sueña, desempeñan alguna actividad, hablan, escuchan o miran algo. En otro tercio, la gente sueña con que se mueve, aunque se ha demostrado que la actividad física, no es muy fatigosa. Las tareas domésticas, raramente aparecen y lo que soñamos es casi siempre más negativo que positivo. Un tercio de los soñadores tuvo sensaciones de miedo y angustia y parece que la infelicidad, la frustración y el fracaso son más frecuentes que la felicidad y la alegría. Las emociones más placenteras son poco comunes en los sueños y por desgracia, los acontecimientos hostiles y agresivos son mucho más frecuentes que los agradables.
Podemos decir, que la interpretación de los sueños es un arte inexacto y muy personal.