Las proyecciones en la pareja
Decir que conoces realmente a tu pareja es jugártela mucho. Yo te invitaría a PARAR EL MUNDO como sugería un brujo Yaqui a Castaneda. Esto es... dejar de proyectar.
Es necesario negarse a afirmar que conocemos realmente a la pareja. Una buena medicina es preguntarse una y otra vez ¿Quién es él/ella?, es como un antídoto para la tendencia a cerrar la imagen que nos construimos del compañero, la imagen fantasmagórica que se instala entre el Tú y el Yo. Me gusta la contundencia de Eckhart Tolle cuando habla de la NO RELACIÓN. Perdámonos un poco en esta idea...
No pocos filósofos han tratado el asunto capital de las posibilidades que el ser humano tiene de conocer “la cosa en sí”. De la mano de pensadores como Platón, Kant o David Hume, pasando por la Teoría Constructivista de Kelly, los postulados epistemológicos de Karl Popper, llegando a la física de Werner Heisenberg y su principio de incertidumbre. Te pone los pelillos de punta y eso que no es más que la parte de “te lo explico para que lo entiendas”, es decir la parte racional del asunto que tenemos entre manos.
¿Realmente conoces al otro?
La parte vivencial-experiencial viene a ser lo que nos recomiendan desde Oriente, los más de los Reyes Magos y casi todas las tradiciones espirituales que allí se aglutinan y que podemos resumir en el Budismo, etc. Estamos hablando del silencio interno, de la meditación.
Verás, no es tan difícil demostrarte que no tienes ni idea de la persona con la que convives. Y sin entrar en asuntos bien sesudos!, créeme.
Si buscas un gurú, si sientes la llamada del Advaita Vedanta y te propones conocer al observador del observador de lo observado. De verdad, échate una novia, un noviete y conocerás, si quieres, la verdad última.
Claudio Naranjo lo pone en clave de humor con aquella metáfora de las capas de cebolla en el camino del autoconocimiento, en la que uno empieza dándose cuenta que algo no va bien y refiriéndose a ello como NEUROSIS (inherente a haber nacido). Más adelante uno entiende que no es neurosis sino una tremenda psicosis lo que padecemos, para finalmente, y atravesado el susto de hacerse consciente de la locura que hay en uno, llegar a la conciencia de que no es una psicosis sino pura estupidez.
Claro... que quizás uno ni siquiera ha empezado a cuestionarse la posibilidad de que esté loco. Y está bien... hay gente jodidamente feliz que no se ha mirado el culo en la vida. Se mueven en el Puma (el mundo de lo relacional según la cosmovisión andina) ligeros, sonrientes, y ahí que lo llevan bien... hasta que conocí a Susana, a Alejandro, el amor de mi vida que me partió el corazón. En esta sociedad es muy feliz quien no se conflictua... hasta que el conflicto llama a tu puerta en forma de AMOR. Dionisos sacándote de tu zona de confort.
Parar el proyector
Es por un gran amor que haremos el esfuerzo de comprender lo incomprensible. De cuestionar la misma naturaleza de la mente. Por rescatar el amor del amado haremos tal esfuerzo. Total, nos tiene en su mano y uno quiere llevarse bien con el enemigo, ups! el enemigo amado, ese ser de arrebatos y lenguaje incomprensible, a ratos angelical, y siempre, siempre, tan próximo a la monstruosidad. Alguien dirá que estas líneas son escritas por un trastornado mental, un loco de rasgos borderline, alguien que ama y odia a un mismo objeto. Querido lector, esto se llama ambivalencia afectiva, y si resuenas con ello, si te identificas, no te asustes, amar y odiar se dan la mano, y provocan los dos movimientos básicos de nuestra danza humana: contacto y retirada; ternura y agresividad.
Entonces no es tanto aprender a amar, amar es una cosa que no se aprende. Viene en el pack de la naturaleza, es natural. La cosa sale mejor dejando de hacer algo que hacemos, frenando la máquina de proyectar, el proyector.
Alguien me dijo una vez:
Cuando quieres mucho a alguien, eso es malo para ti.
Y tanto, eso no es amar, eso es apegarse! Entonces uno entra en una relación de pareja, entregado, pasional, y claro! no advertimos la danza de la codependencia. Uno ya está allí. Atrapado hasta los huesos, tarde ya, empapado. Temo/amo, te coloco el policía, se me activan todos los miedos juntos, el vacío, el abandono, la desvalorización, la mirada de castigo, me vuelvo torpe, tiro un vaso, se rompe, me fumo un cigarrillo, reflexiono... guerra y paz.
Proyectar es construir una imagen paralela del compañero, es verdaderamente psicótico. Uno puede comprender de un plumazo el Sueño de Shiva, el Maya, El mundo creado por la Mente externalizada, porque proyectar proyectamos la fantasía y los deseos salvadores, toda la película romántica. Proyectar, proyectamos todo aquello que va mal en uno, todo lo indecible y reprimido, la paja en el ojo ajeno.
Proyectar es también un proceso de escindir de la realidad aquellos rasgos o partes del compañero que no cuadran con la imagen ideal que sacia nuestro narcisismo, de tal suerte que proyectar, proyectamos sobre quien tiene cierto molde donde cabe nuestra Gestalt, la película que conformamos. Pura ceguera.
Proyectar, proyectamos lo biográfico, los recuerdos, las memorias y andamos atribuyendo significados a palabras, ciertas frecuencias de voz que nos disgustan, que nos gustan.
Si... es mejor dejar de pensar en todo esto. Es demasiado complicado y además, da miedo.
Nos falta educación emocional
Porque... ¿qué queda del otro, acaso existe el otro? Pongamos un ejemplo... alguien aparece en esta sala, empieza a hablar. Paralelamente evoca en mí memorias sensoriales, el tono, la inflexión, la melodía de su voz. La mente, experta en formarse juicios, forma una imagen prematura, pre-juzga, porque todos lo hacemos, prejuzgamos, nos montamos una idea previa del otro, le volcamos todo lo que anteriormente hemos almacenado en forma de datos, los datos del mapa nuestro, el mapa previsor, el que nos cuida de ser humillados, dañados, abusados, heridos en lo emocional. Un mapa defensivo.
Hacemos entonces una pobre valoración del otro en base a la apariencia por ejemplo. Tal rasgo me lleva a pensar en su nivel adquisitivo, educativo, es o no una persona poderosa y por tanto respetable, es de confianza quizá, ¿será un candidato a satisfacer mi necesidad de ser cuidado, reconocido, admirado, besado, abrazado, ¿qué utilidad puede tener esta persona para mí, me interesa acaso?
El golpe de vista puede ser certero, pero nunca habremos de dar por hecho esto. Es uno de los más grandes errores del ser humano, dar por hecho. En el caso de la pareja, dar por hecho nos lleva a enamorarnos con demasiada rapidez, entramos muy rápido en un estado proyectivo enajenante, donde no existe el otro, donde solo existe la imagen que me he montado del otro, un fantasma. Nadie nos previene de esto. No existe la educación emocional en las escuelas. Gran parte de la perpetuación de esta cultura patriarcal, con su idea idealizada del amor romántico enfermizo, se debe a esta falta de educación emocional. Nadie nos advierte de que corremos el riesgo de proyectar nuestro basurero biográfico, las fantasías salvadoras de familia, hijos y un perrito. Nadie nos dijo que con nada y menos cerramos una Gestalt, que confabulamos, que ordenamos un mundo caótico sensorial en categorías, que además necesitamos hacer esto porque si no, aquí no hay quien viva. Que ser humano es reducir el Mundo a nuestra capacidad de ordenarlo y que en parte eso es el EGO, un molde con el que movernos por el mundo, un mapa personal y colectivo. Somos eso, unos piltrafillas con un corazón enorme.
Estamos años luz de convertirnos en una sociedad entrenada en la salud mental. A veces pienso que el hombre occidental debe aparecer ante los ojos del hombre “primitivo”, como un ser ególatra y confundido, un zombi. Hemos perdido la conciencia de nuestra tremenda pequeñez, de los límites de nuestra condición humana. Las sociedades tribales que han sobrevivido a nuestros días nos dan ejemplo de una organización social en que se ha ido suprimiendo, con el paso de los siglos, todo lo superfluo. Allí donde vemos seres “primitivos”, hay conciencia, hay ritual, hay fe. Todavía tenemos el privilegio de contemplar sociedades verdaderamente evolucionadas desde el punto de vista de la consciencia y la ecología.
Resumiendo
Resumiendo, eso que hacemos como seres terriblemente limitados en nuestra capacidad de ser conscientes, es proyectar. ¿Qué proyectamos? Pues básicamente tres cosas:
Las partes mías rechazadas, lo que reprimo
Lo que no me gusta de mí o aquello que no cabe en mi autoconcepto, que también puede ser nuestro brillo personal, la propia bondad, etc. Recordemos que cada cual se mueve en el mundo desde una imagen de sí, un personaje que llamamos carácter o personalidad, y que este personaje se forja en la infancia por la valoración selectiva que recibimos de los padres y otras figuras significativas. El efecto Pigmalión resume el impacto que las expectativas de los demás ejercen sobre nuestra autoestima. Investiguen sobre ello camaradas. Por ir al grano, lo que no podemos reconocer nuestro queda reprimido y es reconocido fuera de nosotros, en los demás, en la pareja. De tal modo que uno buscará o se enamorará de personas que teniendo, en parte!, eso nuestro no reconocido... la fuerza, la inteligencia, la audacia, la ternura, uno queda prendado de una imagen del otro idealizada, ensalzada y deseada, precisamente por que andamos necesitan INTEGRAR lo que nos pertenece, y esto es una necesidad COMPULSIVA en las personas, el sentirse integradas, reconocer las partes proyectadas, recogerse, recomponerse.
Lo biográfico
Proyectamos las memorias e impresiones del pasado sobre los objetos y personas que aparecen en nuestras vidas. El así llamado efecto espejo da cuenta de este fenómeno. A mí me parece que esta maniobra psíquica toma el mando en la temible CAÍDA de la etapa del enamoramiento. Es decir, caer del guindo es algo que nos ha pasado a todos. Algunos más tercos le tienen adicción a enamorarse, y una y otra vez constatan este hecho de que la pareja es percibida como enemigo. Es una etapa necesaria de deconstrucción de las proyecciones idealizadas sobre la pareja, que ya le vale!, a lo biológico me refiero, que también colabora y mucho en ese estado patológico de enajenación que llamamos “enamoramiento”. Entonces, cuando las hormonas te sueltan suele entrar cierta claridad en la conciencia y uno empieza a advertir que el compañero no corresponde a la imagen ideal que nos hemos montado. Es aquí cuando, si uno no ha resuelto la ambivalencia afectiva hacia los padres...los proyecta, y proyectamos la mamá castigadora, el papá abandónico, y una serie de fantasmas que estarán ahí, esperando su momento de ser proyectados...para darte una oportunidad de ser posteriormente integrados a la conciencia.
Fantasías y otros castillos en el aire
Por último, proyectamos fantasías, cuentos de hadas, expectativas culturales, castillos en el aire. Tal persona enciende mi deseo, de repente es la mujer de mi vida, PERO... ¿realmente es la mujer de mi vida? El tamaño de nuestras fantasías nos habla de cuán lejos viaja nuestro anhelo, y la contrapartida del anhelo es el agujero que deja en el presente, el gran vacío y descrédito a lo que sí tenemos. No hay nada que más le guste al EGO, le oí decir a Mooji, que enamorarse justo cuando hemos alcanzado cierto grado de armonía en nuestras vidas. Aparece la fantasía salvadora en la llegada del amado, ¿salvadora de qué?, de nuestra angustia existencial, de un vacío óntico que diría R.D Laing, ese hueco que tenemos por el hecho de estar expuestos a un MISTERIO que es la vida, el crecer, la “separatividad” en palabras de Erich Fromm. Casi ná!
Pues eso, casi ná!, lo mejor es pensar en esto poco y dejar al ego que campe sus batallas, pero vigilao! Aprendamos que nadie puede llenar nuestros anhelos de Unidad, que eso es algo que se llena haciendo silencio, apagando nuestra mente discursiva, quedarse un poco AQUÍ, en casa, reconocerse, verse, darse cuenta de todo lo que se me dispara con el otro. Dónde queda el otro en medio de todo este folclore. Y lo más bonito de todo, es que tiene, por narices que existir ese otro, tiene que existir, tiene que existir. Si logramos quitarnos de en medio, suficientemente, quizá y solo quizá, empezamos a ver al otro y sus necesidades. Creo que ver al otro, es el mayor de los logros. Tanto como el Ver de aquellos brujos Yaquis, que aspiraban al logro de la percepción total, sin mente que interfiera en el proceso, simplemente ver. De aquellos que lograban Ver, se decían: hombres y mujeres de conocimiento.
Yo tengo una teoría, y es que:
Cuanto mejor te conoces, menos te enamoras y más amas.
Cuanto mayor es tu maestría para sentir placer, más cerca estás de sentirte realizado y menor el riesgo de flipar con un extraño. Arréglate, libérate del miedo a ser tú mismo, genuinamente tú. Deja de torturarte tanto, déjate en paz. Con lo que hay, con lo que ya eres, con tu terrible y divertida NEURA, se te puede querer mucho.
Deja de defenderte tanto. Pareces bobo. Te crees fuerte y en el fondo estás cagada. Cuida que no te mueva el odio, el miedo, la vergüenza, la vanidad, el orgullo, el autodesprecio, la avaricia o la pereza. Todos son demonios con los dientes largos y al acecho de dirigir tu alma desde dentro, sin que lo adviertas. Mírate al espejo e intenta ver tu cara de culo, no la otra, no te pierdas en sacarte unos pelillos más de la ceja. Es más rápido y menos doloroso.
Enamórate de ti, es lo mejor. No de esa imagen maltrecha y maquillada que crees ser... de ti, de tu criatura interna, del niño que fuiste, de tu alma... tú sabes de qué te hablo.
Hasta que llamen a tu puerta.