Hablemos de sexo: yo y mi deseo

Iris Tolosa Sola
16 Oct 2018 lectura de 7 minutos
Hablemos de sexo: yo y mi deseo

Aunque nos empeñemos en demostrar lo contrario, hablar sobre sexo suele ser un tema “tabú” sobre el que nos cuesta preguntar, compartir y exponer nuestras dudas, deseos y miedos.

Por lo general, nuestras conversaciones sobre sexualidad suelen ser bastante superficiales, (¡incluso con la pareja!). El típico:

  • ¿Te ha gustado?
  • Sí, me ha encantado...
  • ¿Seguro?

¿Estás disfrutando de tu sexualidad?

¿Vivimos nuestra sexualidad tal y como nos gustaría?

Cuando hablamos de deseo sexual, la primera pregunta que nos deberíamos hacer es ésta. Tener un bajo deseo sexual puede derivarse de muchos factores (factores hormonales, conflictos en la pareja, otro tipo de disfunciones sexuales, estrés, ansiedad, alteraciones en el estado de ánimo, insatisfacción con el propio cuerpo...). No obstante, uno de los factores más relevantes y habituales que afectan a nuestro deseo suele ser: no vivir nuestra sexualidad plenamente.

Normalmente, encontramos tiempo para todo tipo de actividades y hazañas diarias (trabajar, cuidar de los hijos, hacer las tareas de casa, hobbies, deporte, recoger, más trabajo...) y cuando por fin llega la noche lo único que nos apetece es relajarnos en nuestro sofá para caer rendidas a los 5 minutos... ¿y nuestra sexualidad? ¿y nuestra pareja (en el caso que tengamos)? ¿En que parte de nuestro ajetreado día le podemos hacer un hueco a nuestro deseo, si apenas me acuerdo de él? No solemos encontrar tiempo para aquello que no nos llena, que no acabamos de disfrutar y que no nos atrevemos a querer cambiar. (apunte: cuando hablamos de disfrutar, no únicamente nos referimos al orgasmo. Aunque tenerlo es un factor importante, no es el único).

El deseo no suele aparecer por arte de magia, debemos prestar atención a nuestra sexualidad, explorar lo que nos gusta, hablar de ello y poner en marcha nuevos componentes en nuestras relaciones. Ahí van algunos “consejos” muy generales para alimentar un poco nuestro deseo y cuidar nuestra sexualidad:

Para ellas

  • Conozcamos nuestra sexualidad. Antes de comunicar con mi pareja lo que me gusta o lo que no me gusta debo explorar mi cuerpo y mi sexualidad para conocerme mejor. Toca tu cuerpo, acaríciate, no vayas directa a estimular tu clítoris, conoce otras zonas de tu cuerpo (orejas, cuello o incluso pies pueden ser zonas muy erógenas).
  • Busquemos el propio placer. Es importante cuidar el placer del otro, pero sin que se convierta en nuestra prioridad. Por lo general, debemos estar más pendientes de lo que nos genera placer a nosotras y DECIRLO. ¡No olvidemos la estimulación del clítoris durante nuestras relaciones sexuales!
  • Despide a la monotonía. La rutina es un enemigo declarado del deseo, así que pon rumbo a una asombrosa e inquietante travesía a lo desconocido. Cambia lo que ya conoces, busca nuevas maneras de iniciar tus relaciones, nuevos espacios de la casa, toca partes del cuerpo de tu pareja que nunca antes habías tocado y anímale a que él también lo haga. Prueba no seguir siempre el mismo orden, di lo que te gusta durante la relación, ¡No te cortes! Compra nuevos aceites lubricantes, ponte ese conjunto interior sexy que tienes guardado para “los días especiales”, instaura días de sexo sin penetración... (“¿¿sin penetración??!”) ¡Sí! No todas las relaciones sexuales deben finalizar con penetración; es más, ¡pueden resultar mucho más placenteras tanto para ellos como para nosotras!
  • Estimula tu mente. El deseo se debe ejercitar y puede resultar muy placentero: prueba con lecturas eróticas, películas (eróticas o pornográficas), o incluso grava vuestras relaciones para luego verlas juntos... Elabora tus propias fantasías: deja fluir tu imaginación y date permiso para recrearte en ello.

sexualidad para ellas

Para ellos

  • Cambio de prioridades. Para mantener relaciones satisfactorias para ambos, deja de focalizar tu atención exclusivamente en los genitales: el sexo puede resultar mucho más placentero si exploramos otras zonas de nuestro cuerpo. Elimina de tu cabeza la asociación entre sexo y penetración: no siempre una buena relación sexual debe acabar en penetración (además recuerda que el órgano sexual femenino por excelencia es el clítoris, así que olvídate del sexo exclusivamente con penetración si realmente deseas que ambos encontréis placer).
  • Asume tu papel de amante. Estamos hartas de oír (“Cómo las mujeres nunca tenéis ganas...”). Asume que una mayor implicación sexual del hombre genera cambios en el deseo de la mujer: haz un esfuerzo por entender lo que le genera placer a ella, empieza por acariciarla, por saber qué es lo que le gusta (Deja de pretender que “se ponga en marcha” diciéndole: “venga vamos a la cama...?”)
  • Descubre su sexualidad y la tuya. Es importante que conozcas el clítoris de tu pareja y cómo estimularlo (¡si aún no lo conoces infórmate y pregúntale!), pero también que conozcas otras zonas de su cuerpo, que experimentes que ocurre si acaricias suavemente aquí o allí... Es fundamental que tú también expreses aquello que te gusta, lo que no te gusta, tus fantasías, tus deseos más íntimos, ¡compártelos y te asombraras al descubrir que muchos son compartidos por ella también!
  • Relájate. Sabemos que el hombre tiene mucha presión: siempre debe tener ganas, su pene debe generarnos un gran placer nada más verlo, debe “aguantar” hasta que nosotras lleguemos al orgasmo, debe mantener la erección hasta el final... céntrate en disfrutar y en hacer disfrutar, comparte tus miedos con tu pareja (al hablarlo comprobarás que la mayoría de veces son auto exigencias que nos imponemos nosotros mismos y la sociedad).
  • No presiones, busca alternativas. Tanto el deseo de la mujer como el del hombre pueden sufrir altibajos dependiendo de muchos factores. Concretamente, uno de los períodos más complicados para el deseo femenino es durante la menopausia (aunque este tema merece un artículo aparte, añadiré alguna breve idea...). Cuando la mujer llega a la menopausia sufre un gran descenso en su deseo debido al factor hormonal y también se ve afectada su lubricación (este hecho, acompañado con el factor de que los hombres de mayor edad tardan más en eyacular, hace que la penetración pueda incluso llegar a resultar dolorosa para la mujer). Por ello, especialmente durante esta etapa, es necesario que las relaciones sexuales sean más ricas en juego sexual y que la pareja no presione para mantener relaciones sexuales, ya que si sistemáticamente son insatisfactorias y dolorosas repercuten al bienestar tanto individual como de la pareja. No nos debemos acomodar, ambos miembros de la pareja deben compartir esta problemática y buscar ayuda si no lo logran solos.

Sexualidad para ellos


Aunque no nos podemos extender mucho más, existen muchos otros “consejos” para cuidar de nuestra sexualidad, tanto para ellas como para ellos; no dudéis más, hablar sobre el tema e informaros. La sexualidad es una fuente muy importante para nuestro bienestar, no renunciemos a ella.

Si a pesar de realizar esfuerzos, vemos que el bajo deseo sexual persiste y/o existen otros elementos de fondo que lo provoque o agraven (estrés, dificultades relación de pareja, otras disfunciones sexuales...) debemos consultar a un especialista para que la disfunción no siga empeorando y se cronifique.