¡Tú eres un poder y aun no lo sabes!
El verdadero problema como seres humanos, que nos lleva al sufrimiento y la desesperación, es el desempoderamiento al que hemos sido sometidos ancestralmente. Desde que Roma invadió el mundo, fomentó un sistema de pensamiento pseudo-racional-materialista, desempoderador del individuo, cuyo objetivo era impedir la rebelión de las tribus esclavizadas. El proceso se basaba en romper la identidad natural de la persona, eliminar toda posibilidad de que pudiera defenderse a sí mismo, con la creación de leyes, peajes y condenas hacia cualquier actitud que fuera en contra del sistema desnaturalizado que habían dado en llamar Civilitas (civilización bajo la Pax Romana).
O sea, primero te conquistaban a través de la espada, la sangre y el fuego, luego destruían tu virilidad y feminidad haciéndote sentir brutal y feo (“la Galia peluda” era como nos llamaban a los celtíberos) y luego te quitaban tus costumbres ancestrales, idioma, identidad social y, por último y más importante, tu religión natural, matando a todos los sacerdotes y chamanes (Druidas…), inculcándote dioses humanizados a nuestra imagen y semejanza.
Todo enfocado en la eliminación selectiva del individuo, su capacidad de defenderse, de usar su palabra y poder personal, su capacidad de elegir su vida en su tierra en la forma que desease y, por último, eliminar su capacidad de pensar por sí mismo, para inculcarle una forma de pensamiento único basada en “el sometimiento a la Ley Romana”, para poder tener la Identidad de Ciudadano de pleno derecho.
En la “Civitas Romana” aparentemente se vivía más cómodamente que en la naturaleza y la tribu, y eso despertó la ambición de algunos infelices, que traicionaron a sus tribus…pero estas civitas eran construidas bajo el yugo de los dominados y fue allí donde comenzó a surgir un nuevo personaje: el pobre, el desheredado, el que no podía sobrevivir dentro de ese sistema, tan condicionado por la idea de que no existía otro mundo que la ciudadanía y había muerte fuera de la ciudad. Se habían olvidado de cazar, sembrar, construir, etc… para sobrevivir, o simplemente la tierra ya no era de la gente sino de Roma, o sea, de su Elite.
La realidad es que fue un sistema de sometimiento a la libertad individual para venderles la idea de una libertad basada en el colectivo sometido a la Ley. Esa ley era decretada por una Elite dominadora y rica, que era la que dictaba las normas que les excluyera a sí mismos del trabajo de creación y sostenimiento material de su sistema (para lo cual estaban toda la mano de obra de las esclavizadas tribus) y para proteger su estatus superior, que les permitiría vivir en “otra zona” de la sociedad más opulenta, que era la del Gobierno.
Estos inteligentes pensadores-dominadores, sometedores llamados a sí mismos Elite Gobernante, se amparaban en un ejército y policía bien nutrida, a la que exigían total subordinación, con un sistema de acondicionamiento mental-militar, jerarquizado, en el que se les prometía un futuro retiro, al terminar su servicio, donde no serían tratados como el resto de esclavos sometidos. Esto y los brutales castigos, aseguraban su lealtad y el orden en su maquinaria de ejércitos-sometedores, así como su rol de protectores de la élite y sus leyes.
El desempoderamiento y condicionamiento emocional heredado
Esta “mentira social” de sometimiento al individuo ha ido evolucionando hasta hoy día, donde se mantiene la elite dominante fuera del estrato del trabajador-sometido, al que se le ha vendido la idea común de que la “Ley te protege de tu vecino” y de que luches cada día para poder tener un sueldo digno (palabra romana que viene de “soldada” o pago en “salario” del legionario, salario que no era ni más ni menos que un saquito de sal para condimentar la comida, pues era muy apreciada en esa época). Un sueldo para llevar a casa y ¡poder sobrevivir! O sea, para pagar una hipoteca de una casa que tú no has construido, en un espacio que no es tuyo, y que realmente no va a ser tuyo hasta que te jubiles, como el retiro del legionario. Una vida de esclavo autoaceptada como buena y una educación, desde niño, para ser un “buen ciudadano” que no se rebela, que no tiene ningún poder de decisión, que solo puede luchar como una rata para poder sobrevivir, ya que si no se somete al pensamiento heredado, materialista, no tiene más futuro que la pobreza en este sistema y nuevas “civitas”.
Hay un desempoderamiento y condicionamiento emocional heredado desde que Roma conquistó el mundo, que hace que las familias se vuelvan verdaderos infiernos de desesperación y que cualquier intento de expresión individual se vuelva una actitud que conlleve castigo por parte de padres y tutores, incluidos sacerdotes, emanados de una coalición Católico-romana.
Se usan las emociones de la culpa, el miedo y la vergüenza como forma educativa, tanto en las casas como en los institutos e iglesias.
Y, como a las focas en el circo, se nos condiciona la respuesta automática dándonos “chuches” (tan malas para el cerebro de los niños) y aprobados, cuando cumplimos con las conductas del buen esclavo subordinado, calladito, que estudia y cumple con las normas, sin rechistar… estimulándose las conductas de obediencia, dependencia y repetición automática en vez de las de la independencia, autonomía y creatividad en busca del don original y propio genio.
Generaciones y generaciones de hombres sometidos por este sistema ancestral, que no pueden expresarse a sí mismos ni ser libres (hasta el límite de no poder elegir su propio pensamiento), a los que se les va a dar pan, vino y circo (ahora hamburguesas, cerveza y fútbol) para controlarlos, llegan a casa deprimidos, coléricos ante la sensación de injusticia, tensos e infelices, a los que se les ha engañado con la idea del cumplimiento con las actitudes del buen ciudadano: buen trabajador, que paga sus impuestos y lleva pan a casa y que cumple sin quejarse.
¿No te das cuenta de que esas supuestas cualidades son las del buen esclavo?, que da unos estudios a sus hijos en la esperanza de que sean mejores que ellos, pero bajo las mismas premisas de “buen ciudadano”… y esto se estila desde las escuelas, donde el niño tiene que someterse a los dictados del profesor, sin rechistar ni poner en duda el conocimiento que se les aporta, donde se les obliga a memorizar y se les condiciona bajo la fórmula de Pavlov, a través del suspenso y el aprobado, la humillación pública y el castigo de la falta de recreo y vacaciones (igual que a los presos de las cárceles que no cumplen sus obligaciones).
Esta constante represión y sometimiento luego se expresan en disfunciones en la familia, pues no vive en línea con La Norma Interna de la Naturaleza, donde cada ser humano es un ser mágico, poderoso, que comparte la Ley y es parte de Ella, la Ley de la Vida…donde el Ser humano no ha nacido con el objetivo de “sobrevivir con un trabajo digno y un salario” sino con una función creativa y contemplativa de la maravilla del mundo, con una función comunicativa de su Don y, sobretodo, para Amar y compartir.
El Ser se revuelve en el interior cuando llega a la adolescencia, tratando de buscar y encontrar su propia voz, la de esa Ley Interna, y no la de papá ni mamá, a los que percibe distorsionados, infelices y sometidos y, en ese intento de escapar de esa vida futura de esclavitud adulta que percibe, se enfrentan los más valientes, en casa y los institutos, pero rápidamente son reprimidos con la expulsión de la familia, como un rebelde incorregible y un paria improductivo, al que el sistema suspende y manda al averno de los que “nunca van a tener un futuro”… y ellas, buscan un amor que las rescate, que las salve de sus madres y las hagan libres en una aventura de amor y pasión que jamás llegará, pues ya no hay hombres y ellas, las que deciden rebelarse ante la actitud sacrificada de las madres, parejas de hombres sometidos que han aprendido a callar y soportar, son apartadas del mundo de las mujeres, tratadas como “flojas” y “prostitutas”…
Al final esto se traduce socialmente a un sistema de control autocontrolado, donde el mundo de los adultos, a partir de la adolescencia, se dedica únicamente a juzgar y criticar las conductas ajenas, bajo el barómetro de aquellas actitudes del buen trabajador sometido, callado, que no llama la atención y que no brilla ni actúa fuera del rebaño… el fortalecimiento de las cadenas emocionales insertadas para controlarte, culpa, miedo y vergüenza, se convierten en las formulas infalibles para que el rebaño haga su trabajo diario y no se salga del “camino trazado” por la elite dominante.
Y aunque esto te suene a tus padres o abuelos, ellos están en tus genes y es lo que has recibido y heredado en tu inconsciente, y actualmente, a pesar de esa rebelión del lado femenino de la humanidad, ya se ha encargado la Sra. Merkel de volver a fortalecer la Ley Romana para todos nosotros… estimulando a que las nuevas mujeres liberadas dejen de lado su femineidad y se hagan hombres, y ¡a poder ser, Césares!
Todo lo que crees que crees está diseñado por inteligencias que te han sometido ancestralmente.
Todo lo que crees que sufres no es más ni menos fruto de tu desempoderamiento al que te has visto sometido ya desde antes de nacer, y has heredado, tanto en tu educación infantil como en tus genes.
De hecho, tu sufrimiento es la última oportunidad, el último grito de tu Ser que busca te rebeles y recuperes tu poder, tu vida y destino, y no dentro de esa ilusión material que te han creado ahí fuera, ilusiones para un esclavo al que ahora se le dirige y engaña con la idea de que puede “tener todo lo que desee”, materialmente hablando, para endeudarte y esclavizarte más y así no te salgas de la “cadena productiva”.
Del poder del que te hablo es del poder de actuar, decidir y Ser. De recuperar tu pensamiento individual, tu rabia y cólera interna para sacudirte todo el peso de una vida y emociones debilitantes que te mantienen en un estado de víctima e impotencia resignada, de una programación que ya es neuronal y epigenética, del estado de sometimiento y dominado, para poder construir realmente tu vida, primero dentro de ti, o sea, recuperar tu verdadero yo y tu verdadera Ley, que es tu propio Don, tu propio impulso directriz, tu espiritualidad natural fuera de toda religión oficial, pues tú eres el sacerdote, el chamán, el brujo o bruja, poderoso sin medida, ya que la vida, la tierra, está ahí para tu uso, disfrute y cuidado. Tienes la inteligencia, la fuerza y el amor de la Fuente que se refleja en la naturaleza, en todo lo que está fuera de la “Civitas”, donde todo circula en armonía, complementándose, simbióticamente. Tienes la creatividad, como condición propia de un universo que crea constantemente formas nuevas y hermosas, y eres la expresión de la naturaleza y vida que ha sido creada para “verse a sí misma”, para poder disfrutar de la belleza y armonía que es la creación y para expandirla aun más, de forma activa.
Estás aquí para disfrutar del viaje y para crear más belleza.
No hay azar en la vida. La nada no puede crear nada. Y la belleza del mundo es algo, no es azar. Hay ritmo y orden ahí fuera. Encuéntralo dentro de ti.
Yo, un Celta que como Vercingetorix se rebeló contra César, rescatado por un Druida, el cual le inició, estoy aquí para recordarte que eres un Hombre o una Mujer poderosa, lleno/a de belleza y grandeza, que has nacido esclavo y que llevan toda tu vida sometiéndote, y que ahora tienes la oportunidad de recuperar tu poder, sanarte y encontrar tu fuego y volar con él.
Dentro de ti hay un poder que es el único que puede sanarte, solo hay que descubrirlo, aceptarlo y permitirlo ser, para lo que hay que eliminar toda la programación ancestral que lo bloquea, y esta es emocional y ya, genética, celular incluso.
Ni yo ni nadie tiene el poder sino tú y solo tú. Los demás solo somos guías, facilitadores, consejeros, entrenadores, pero, en última instancia, quien ha de ponerlo en marcha eres tú. Tuya es la responsabilidad de recuperar tu Poder Personal, y desde él, liberar todo tu potencial, salud, vitalidad, fuerza, belleza y plenitud... no solo se trata de sentirse mejor, se trata de Ser Libre, Bello y Poderoso, ¡no te conformes con menos!