Cuando encuentras el camino, todo fluye...
Normalmente la gente encuentra su camino cuando cae. Entonces tienes dos opciones: o te quedas en el suelo y puede que te pisen, o de un salto te pones de pie.
Si te quedas en el suelo, entrarás en un círculo vicioso de autodestrucción, porque no te puedes levantar, porque todo el mundo te pisa... Si te levantas, tienes la suerte de ver la luz, y una vez la has visto, no la pierdes nunca de vista. Después hay muchos caminos a seguir. Pero tienes que escoger uno, el que te atraiga, el que te guste.
Este camino, es un camino lleno de luz, pero también de zonas oscuras donde a veces te puedes perder, pero entonces debes tener presente que la luz no se apaga nunca, y si existe es por iluminar la oscuridad. Una vez has encontrar tu camino, comienza un viaje. Un viaje que no sabes dónde te llevará pero que sabes que lo tienes que hacer. Y poco a poco ves que el camino se va haciendo más ancho y más cómodo.
Buscando la evolución constante
Pero para no acomodarnos y entregarnos a la vagancia, una fuerza superior nos recuerda que no podemos parar, que siempre tenemos que estar en evolución constantes y atentos.
Y es entonces cuando el camino se vuelve a hacer pedregoso. En este momento, tienes que aprender a esquivar las piedras, o saltarlas, o incluso a interpretarlas porque no choques con ellas. Esto te puede llevar tiempo, pero no puedes volver atrás, sólo hay un camino.
Por lo tanto, lo haces, lo consigues, quizá has tenido que dejar ir equipaje, dejar cosas que llevabas en los bolsillos, pero no pasa nada, ahora estás más ligero y puedes con las piedras. Así que sigues....
Y sigues....
Y esta vez, en lugar de piedras, te encuentras una roca. Y quizá te desanimes, pero el camino que llevas recorrido te ha enseñado que una roca es lo mismo que muchas piedras juntas, las que ya has superado antes. Así que superas la roca y sigues....
El camino a veces es cuesta arriba, pero poco a poco, lo vas subiendo, si hace falta, dejas ir más equipaje, o paras un rato para descansar, pero no te acomodas, porque tienes que seguir, sólo descansas.
El camino a veces hace bajada y tienes que controlar la velocidad para que no caigas, para no acelerarte.
Y sigues...
Y encuentras a gente por el camino, que está haciendo el mismo recorrido que tú y te explica experiencias y compartáis vivencias y aprendéis unos de otros.
También encuentras a gente, que está perdida, y sientes la necesidad imperial de ayudarles a encontrar su camino. ¡Pero vigila! Algunos querrán que los acompañes, no puedes permitirlo, tu camino no es mismo que el suyo.
Así que vas tirando y vas compartiendo y te vas haciendo más fuerte cada vez de mover rocas y piedras, de caminar en subida y vas conociendo a gente que hace que tu camino sea más plano, igualmente conoces a gente que hace que el camino sea más difícil pero a la vez te hace más fuerte.
Y sigues...
¿Y cuándo acabas... ?
El camino no se acaba nunca, siempre adelante con ganas, ilusión, fuerza y cada vez te das cuenta que llevas menos equipaje en la espalda, que realmente no necesitabas. El camino es demasiado precioso y bonito para dejarlo.