¿Corrupción médica o fallos de los sistemas de control?
Informe Implantes es la última publicación del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), en la que ha participado la Sexta. En esta ocasión el informe investiga la industria de los productos sanitarios.
El tratamiento informativo dado al informe no ha dejado claro cual es el problema, los servicios de control de los dispositivos médicos, o la corrupción enraizada de todos los sectores médicos-farmacéuticos.
La duda es razonable si partimos de que la investigación nace en los Países Bajos a partir del trabajo de la periodista de investigación Jet Schouten, la cual presentó como dispositivo médico una red de bolsa de mandarinas como una malla vaginal, consiguiendo pasar los controles de tres organismos certificadores europeos. Lo más sorprendente es que consiguió el proceso de certificación pese a la aportación de informes que advertían de fallos en el dispositivo.
Para mi, lo que verdaderamente ha sido sorpresa, ha sido la masiva información que los medios de comunicación han dado a conocer en este caso y en otros muchos, cuando se ha tratado de medicamentos, la información ha sido tan sutil, que ni se ha notado.
No son nuevas las prácticas corruptas que se dan en el campo sanitario en el que las empresas farmacéuticas, los académicos y los médicos pueden entrar y, de hecho, entran con cierta frecuencia en prácticas que tienen más que ver con la lógica de la acumulación de capital que con el juramento hipocrático. Las empresas financian investigación que les favorezca y promueven que los médicos receten sus medicamentos. Esta práctica incluye convertir en enfermedades lo que no lo son, con el fin de medicalizar, es decir, someter a compra de productos farmacéuticos. Se está medicalizando incluso el fracaso como, por ejemplo, el fracaso escolar o fracaso sexual entre otros.
Estrategia promocional para que sea el paciente el que pida la medicina y estrategia para que sea el médico el que la recete; creación de nuevas necesidades para ofrecer nuevos productos; dispensadores baratos y recambios caros. Y corrupción: entregar dinero, viajes y subvenciones a cambio de resultados de investigación o de receta que, de otro modo, no se habrían obtenido.
Es el sistema el que funciona así. Lo cual no significa que no haya empresas, profesionales y académicos honrados. Pero tampoco esto último significa que todo el sector, todos los profesionales y todos los académicos, han salido con las manos limpias de un sistema del que no es tan fácil escapar. El poder que ha llegado a alcanzar la industria farmacéutica y la Agroalimentaria es tal que, si te enfrentas a ellos, van a por ti utilizando métodos sucios que violan y pisotean la ética más elemental, destruyendo la imagen y reputación de todos aquellos que se encuentren en su camino.
Por otra parte, la medicina convencional, inmersa en sus protocolos de actuación, trata sólo el síntoma y no la causa de la enfermedad. Se trata de un sistema que obliga y mantiene al paciente en la ignorancia y la dependencia, y al que se estimula para que consuma fármacos de todo tipo.
Mediante los protocolos antes referidos, tanto los médicos como los servicios de salud, están al servicio la industria farmacéutica. De manera oficial -de una forma ficticia- el sistema está al servicio del paciente, pero, la realidad es otra muy distinta, el sistema está a las órdenes de la industria que es la que mueve los hilos y mantiene el sistema que crea enfermedades en su propio beneficio. Como dijo la Dra. Ghislaine Lanctôt:
Una auténtica mafia médica, que crea enfermedades y mata por dinero y por poder.
Dra. Ghislaine Lanctôt
El sistema orquestrado por la industria farmacéutica
El sistema perfectamente orquestado por la industria farmacéutica, comienza en la Facultad de Medicina encargada de imponer unos determinados criterios, previamente marcados, e impedir el conocimiento de otras posibilidades.
Posteriormente, en los hospitales, centros de salud y congresos médicos, se les refuerza en la idea de que la enseñanza recibida es la única válida. Además, se les enseña que el médico es el “dios de la bata blanca”. La medicina convencional, la que se adjudica en exclusividad la “evidencia científica”, no puede permitir que existan otras formas de salud que no sean serviles al sistema. Cualquier otro punto de vista inducirá a la caza de brujas, incluso entre los propios profesionales de la medicina.
Son muchas las voces que se han levantado y denunciado a la industria farmacéutica. Una industria omnipotente que elimina toda competencia. Su inmenso poder oculto somete cualquier nivel de “autoridades”, ya sean del gobierno, médicas o mediáticas. Solo predomina el lema: “Cuantos más pacientes enfermos, más rentabilidad”. Cualquier cosa es válida para conseguirlo.
Desgraciadamente el poder establecido no es sólo nacional. Los sistemas sanitarios de cada país se someten al sistema sanitario mundial, la Organización Mundial de la Salud (OMS), encargada de dictar y establecer la política sanitaria mundial de obligado cumplimiento por todos los gobiernos del planeta. Gracias a las normativas de la OMS y a las patentes de la Organización Mundial del Comercio, los productos alternativos considerados rentables caen de igual manera en manos de las multinacionales.
No es menos cierto que son ya muchos los médicos que han encontrado la suficiente valentía para denunciar estos comportamientos poco éticos. A éstos les llaman disidentes y, como recompensa, son perseguidos, encarcelados y reducidos al silencio. Las terapias alternativas son clasificadas como pseudociencia, a los profesionales de estas se les califica de locos, imponiendoles sanciones astronómicas o incluso se les encarcela. Las autoridades y sus medios de comunicación social se encargan de imponer el miedo entre la población, miedo a la enfermedad.
Gracias a estos médicos a los que llaman disidentes, la información que antes se ocultaba ahora es pública: que la medicina mata personas, que los medicamentos nos envenenan, etc.
Pero desgraciadamente el ciudadano sigue teniendo miedo a no acudir al médico. Y se orquesta toda una campaña dirigida a que cada miembro de la unidad familiar tenga su pastilla: el padre, la viagra; la madre, el prozac; el niño, el ritalin, lo que da lugar a un resultado conocido: los gastos sanitarios suben cada vez más pero los ciudadanos siguen enfermando y muriendo igual. El incremento continuo del gasto sanitario, independientemente a otros factores de población, tiene su principal base en las mentiras de las autoridades sanitarias:
- El Colesterol produce enfermedades cardiovasculares
- Las vacunas previenen enfermedades e incrementan la inmunidad.
Las vacunas artificiales cortocircuitan por completo el desarrollo de las primeras defensas del organismo. Las innumerables complicaciones que causan las vacunas -desde trastornos menores hasta la muerte- están suficientemente documentadas. Las vacunas son caras y le suponen a los estados un gasto de miles de millones de dólares al año. Por tanto, el único beneficio evidente y seguro de las vacunas… es el que obtiene la industria. - Solo la medicina convencional cuenta con el rigor científico.
- Solo los medicamentos son eficaces para las enfermedades.
- La quimio y la radioterapia son los únicos medios eficaces para el cáncer.
El cáncer, es decir, la masiva proliferación anómala de células, es algo tan habitual que todos lo padecemos varias veces a lo largo de nuestra vida. Sólo que cuando eso sucede el sistema inmunitario actúa y destruye las células cancerígenas. El problema surge cuando nuestro sistema inmunitario está débil y no puede eliminarlas. Entonces el conjunto de células cancerosas acaba creciendo y formando un tumor.
Es entonces cuando entramos en el sistema de la enfermedad, porque cuando se descubre un tumor se le ofrece de inmediato al paciente, con el pretexto de ayudarle, y por supuesto se puede elegir entre tres “formas de tortura”:
- amputación (cirugía)
- quemar (radioterapia)
- envenenarle (quimioterapia).
Es obvio que ocultan que hay remedios alternativos eficaces, inocuos y baratos. Pero es mas obvio aun, que tras cuatro décadas de “lucha intensiva” contra el cáncer, la tasa de mortalidad por cáncer ha aumentado. Esto pone en evidencia el fracaso de su prevención y de su tratamiento.
Hoy sabemos a quién beneficia esta situación. Al igual que sabemos quién la ha creado y quién la sostiene. En el caso de la medicina, los beneficiarios son los fabricantes del “armamento contra el cáncer”; o lo que es igual, aquellos al frente de la quimioterapia, la radioterapia, la cirugía y toda la industria hospitalaria.
La grandes industrias, no reparan en gastos en convencer al ciudadano para imponer “su verdad”, convirtiendo la salud pública en un teatro, en el cual sus actores son:
- El paciente. En su papel estelar de explotado por excelencia.
- El médico. Es el vendedor inconsciente de los productos de la industria, sin cuestionar jamás las falsedades que se le inculca como doctrina.
- Los hospitales, clínicas y sus anexos. En su papel de distribuidores del fabricante, sus cómplices.
- Las autoridades sanitarias. Como los usurpadores. El pueblos los elige y les paga, pero lo traiciona vendiéndolo a la industria.
Como dijo el filósofo griego Heráclito de Éfeso, también conocido como “El Oscuro de Éfeso”:
Los médicos cortan, queman, torturan. Y haciendo a los enfermos un bien, que más parece mal, exigen una recompensa que casi no merecen.
Heráclito de Éfeso