¿Qué es conocerse a uno mismo?
Qué es conocerse a sí mismo
A menudo acudimos a terapia psicológica u otros tipos de terapia con la esperanza de encontrar la felicidad resolviendo nuestros problemas emocionales, psicológicos. Es legítimo aunque hay una terapia que aniquila en gran medida los problemas de nuestra personalidad: la meditación. Meditar se basa en observar. Esta observación limpia y libera condicionamientos sub e inconscientes que nos atenazan y nos conducen a sufrir una y otra vez por los mismos temas.
Hace un tiempo tuve la suerte de escuchar las enseñanzas de un gran maestro, Lama Djinpa, que legó a todo aquel que le escuchaba la motivación para escuchar la voz del corazón y descubrir la MENTE en mayúscula. Él contaba algo así en una de sus enseñanzas:
¿Conocerse a sí mismo quiere decir que hemos de profundizar en el desarrollo de nuestro yo? ¿de nuestras neurosis? ¿Eso es conocerse a sí mismo? Eso no es conocerse a uno mismo. Uno mismo no es el yo con sus conflictos y aflicciones.
En cierta oportunidad se le acercaron 500 brahmanes a Buda, querían entrar en el Dharma, el Dharma en el que intentamos entrar por medio de la puerta de la meditación. Pero éstos tenían un obstáculo. Este obstáculo era la confusión respecto a la existencia del yo. Entonces, Buda les dijo algo así como:
No niego el yo manifiesto, cada uno de los que nos encontramos aquí tiene un yo, este yo es lo que nos caracteriza y diferencia a los unos de los otros, impidiendo que nos confundamos. El conjunto de elementos y características que constituyen los rasgos interiores y exteriores que nos distinguen, eso es el yo. Efectivamente cada uno tiene unos rasgos diferentes que les distinguen, así pues la existencia del yo no puede negarse. Ahora bien, - continuó Buda - también es cierto que en cada uno de nosotros hay algo común, eso, que es lo mismo en cada uno de nosotros, que no tiene diferencia, es la naturaleza misma del espíritu o mente que nos iguala, nuestra mismidad. Y eso no es transitorio, ni permanente, ni tiene principio ni fin.
Por cierto -añadió-, esta naturaleza común en cada uno de nosotros no es la misma porque sea igual, nuestra naturaleza de Buda, del ser despierto no es igual. No es igual por la sencilla razón de que es la misma, y lo mismo no puede compararse a sí mismo. Una manzana sola no puede compararse a sí misma, necesita otra manzana para poder establecer una igualdad o desigualdad.
Lo que nos diferencia es el yo, la ilusión del yo, pero en última instancia todos somos buda.
Lógicamente lo que debemos cultivar en este caso no es la diferencia accidental, cíclica o esporádica que confirma nuestra personalidad, nuestra máscara aparente, sino cultivar el reconocimiento de esta mismidad de nuestra naturaleza fundamental, de nuestra naturaleza búdica, de la que extraemos el método y recibimos la sabiduría todos por igual.
Tu naturaleza de Buda y la mía no son iguales, ¿por qué? Porque es la misma. No hay tu naturaleza de Buda y mi naturaleza de Buda, es la misma naturaleza de Buda en ti, en mí y en todos.
Lo que llamamos el yo es la paja, nos encontramos en un inmenso pajar mental buscando la aguja perdida, la semilla de nuestra naturaleza de Buda, el Tathagatagarbha. Y precisamente, el primer método extenso mostrado por todos los budas, particularmente Buda Sakyamuni, es el de prestar atención a nuestra respiración, a cómo respiramos la vida y la muerte, a cómo relacionamos la mente y el cuerpo en este viaje del ser interior que busca el tesoro de la felicidad que está sepultado perdido bajo una montaña de paja.