La fuerza del Chi
Introducción al concepto de Chi
La idea de que existe una fuerza de la vida, se encuentra en la mayoría de las culturas antiguas del mundo. La más destacable de ellas es la antigua filosofía china, teniendo su émulo claramente en el Ki japonés, que es exactamente lo mismo. Algunos traducen literalmente chi como “vitalidad”, “disposición de ánimo” o "flujo de energía vital".
Siguiendo la línea China, merece mención que su medicina tradicional se estructura y fundamenta en el equilibrio y la mejora de Chi, buscando evitar la interrupción de su libre flujo en el cuerpo, pues esa es la base de los trastornos físicos y psicológicos.
Y no solo en la medicina, sino en técnicas populares como el Tai Chi que también procura manejar y mejorar el Chi de las personas optimizando el flujo de energía en el cuerpo.
En oriente y de forma milenaria, se han desarrollado estos métodos (no solo el tai-chi, sino también el chi kung japonés, el yoga hindú o determinadas prácticas respiratorias etc.) dando protagonismo a la respiración, como hacen algunos maestros Zen y budō que afirman que la respiración es la respiración del cosmos, expresada en procesos de opuestos que alternan (dualismo cognitivo como el Yīnyáng)
Si seguimos pensando en el Chi humano, el constructo más genérico y ancestral nos relata que una vez el cuerpo se ha nutrido, respirado y obtenido lo necesario para seguir vivo, el Chi se mueve por todo el cuerpo y lleva a cabo sus múltiples funciones, manteniendo la propia vida, aunque desde mi perspectiva, ese Chi no podría sustentarse solo con ese “alimento” exterior. Más adelante concreto este matiz.
De acuerdo a la medicina tradicional china:
El Chi no solo reside en un organismo, sino que es una energía que fluye continuamente por toda la Naturaleza.
El Chi en el occidente
En occidente también se ha hablado de la misteriosa fuerza de la vida. De hecho determinadas acciones o reacciones instintivas delatan un pre-conocimiento del flujo energético en un organismo, como besar una herida o poner la mano ahí donde duele. O las representaciones de santos y profetas donde se puede encontrar un halo que les rodea. ¿Una percepción de alguien sensible del Chi?
Y sin embargo, la ciencia no admite el concepto del Chi. Se fundamenta en afirmar que no es medible y que sus efectos pueden ser explicados como sugestión y que ningún estudio ha demostrado la existencia de esta energía. Curiosa afirmación. Resulta en gran parte medible, al menos en sus componentes más físicos. Y lo que no resulta medible es al menos observable cuando hay un déficit, por ejemplo emocional. También lo comento más abajo.
Una perspectiva más concreta
En realidad el Chi es la fuerza que contiene una unidad autónoma.
Por ejemplo una piedra contiene Chi pues dispone de una determinada vibración que hoy en día conocemos como las distintas interacciones entre electrones positrones y neutrones, y además es identificable como un objeto independiente. En el caso de la piedra el Chi no dispone de manifestaciones como una temperatura distinta de la de su ambiente, ni puede reproducirse ni tampoco desplazarse de forma autónoma. Tampoco parece que dispone de conciencia propia, ni de pensamientos o emociones, aunque esto sería otra cuestión abordar. Y sin embargo, vibra y eso supone disponer de energía vital que la forma.
Cierto es que estas distintas manifestaciones del Chi que estamos acostumbrados a evaluar, la piedra o seres inertes en general no las presentan pero no podemos olvidar lo que he explicado antes y es, que dispone de vibración propia bien seguro y además es identificable, con lo que hay que concluir que existe un determinado Chi que se nos presenta en forma de piedra Por lo tanto el Chi es identificable en cada unidad que nosotros podemos percibir. El Chi es vibración y esa energía si que se puede medir. Todo aquello por lo tanto que tiene una energía personal o también denominada energía vital se manifiesta de diferentes maneras o en forma de distintas energías. Y cada una de ellas podría medirse en el ámbito físico. Eso significa que el Chi es finito. Por ejemplo podemos medir en Julios la energía que procede de la fuerza muscular de una persona o animal o la temperatura de su cuerpo, distinta de la de su ambiente. Su finitud se traduce en el máximo de esa medición. Y no es suficiente con el intercambio de un Chi (regresamos al ejemplo de organismo vivo) solo con intercambio de oxígeno y alimento y otros Chi locales. Este Chi no existiría si no subyaciera una energía original no medible y difícilmente identificable que no circula en el espacio-tiempo y que provoca que los distintos Chis se manifiesten en la manera que lo hacen. El Chi no tiene ningún sentido si no hay una energía externa que lo sustente.
En realidad la fuerza del Chi depende de su propia naturaleza original, es decir, no observamos la misma magnitud al encontrarnos con la energía del Chi de un planeta o de una constelación planetaria, que el Chi de una persona, y también depende del Grado en que está depurada la conexión con la energía que lo fundamenta a la que hemos llamado energía prístina, energía original, Dios, Tao, Prana o la Fuente.
Llevando todo esto que hemos comentado al terreno humano, podemos decir que la salud física mental y emocional de una persona, así como su capacidad de nutrirse de la energía original, determinaría la fuerza de su Chi.