¿Existe el destino?
Cuántas veces te habrás hecho esta misma pregunta esperando la respuesta que deseas oír: que sí, que hay un camino diseñado y establecido para todos y cada uno de nosotros. Que todo tiene un sentido, que toda incertidumbre es meramente pasajera, pues al final del camino de baldosas amarillas, estará tu realidad, esa especialmente creada para ti, esperándote.
Lejos de caer en absurdas profecías y en supersticiones o superchería, qué pensarías si te dijera que existe un camino intermedio entre el no rotundo que deja todo al azar y el sí más absoluto que no deja lugar para la improvisación, para el disfrute de lo desconocido, para la sorpresa, la maravillosa y bendita sorpresa...
Analicemos. Si todo fuera un caos, una vorágine de sucesivos acontecimientos sin orden ni concierto, donde nuestras vidas se vieran envueltas en un constante devenir anárquico y desorganizado, no existiría ningún proyecto definido de vida sobre la faz de la tierra, lo cual se demuestra en la mayoría de vidas humanas que no es tal. Si bien es cierto que nuestra voluntad de querer hacer, de querer construir y llegar a ser puede verse, y a menudo se ve, truncada en nuestra vida diaria por las circunstancias y las fuerzas exteriores que innegablemente no podemos controlar, tan bien lo es el hecho de que existe un yo fuerte, consciente y que su voluntad y sus ganas de hacer y de ser pueden contrarrestar en muchos casos las situaciones difíciles que hay que afrontar cada día hasta poder llegar a las metas y objetivos propuestos.
El concepto de herencia se muestra aquí como otro factor clave involucrado y que apoyaría esta idea, ya que, los hijos son la imagen de sus padres y éstos a su vez de los suyos y así surge una cadena infinita, trayendo todos a este mundo una “suerte de herencia inconsciente” donde cada generación va creando o construyendo un proyecto involuntario heredado. Obviamente, en este camino se presentan múltiples y diversas posibilidades; de hecho, cada ser emparentado que nos precede abre una nueva puerta, una nueva opción, un nuevo camino que podemos tomar, pero nunca se pierde del todo la conexión, la unión inconsciente.
Siempre queda algo, alguna reminiscencia que, como digo, podemos aprovechar a nuestro favor o virar hacia el lado completamente opuesto. En ambos casos, la decisión sigue estando tomada en base a esa herencia.
Por otro lado, el destino de un ser humano no es una carga, no es una rémora constante de la que uno no se pueda librar jamás. Yo diría más bien que es un proceso dinámico, capaz de ser construido a caballo entre lo heredado y lo que traemos de serie, la fuerza de nuestro yo interior, las circunstancias y una pizca de azar. Dejarlo todo en manos del destino sería un pensamiento erróneo que sólo conduciría a una gran falta de responsabilidad con la vida que nos ha sido otorgada.
Si todo escapa a nuestra consciencia, a nuestro control y las vidas humanas transcurren sin aparente gobierno, esta misma certeza crearía una sensación de impotencia ante los acontecimientos, así como una idea mental de fatalismo y de sujeción a los hechos que no es real, amén de la irresponsabilidades que esto conllevaría por justificar actos bajo estos pensamientos.
Quizás la respuesta está en entender que todos somos partícipes de nuestro propio destino de alguna manera; quizás todos sabemos en lo más profundo de nuestro ser que aquellas cosas que más esperamos y por la que más hemos suspirado toda nuestra vida, de algún modo u otro van a llegar a nuestras manos porque consciente e inconscientemente hemos trabajado por ellas. Eso unido a la hermosa magia de la diosa fortuna hace que hoy saborees aquello con lo que siempre soñaste. En cualquier caso, si ya lo encontraste, cuídalo como un hermoso tesoro, como un regalo de la vida pero en el que tú también participaste con tu actitud, tu pensamiento, tu mente y toda tu alma.