¿Ficción distópica o hiperrealismo?
Que no te lleve a engaño el rótulo, ni sirva tampoco como precedente de un concepto amable en tu mente porque ya conoces la realidad, ya conoces el mundo que te rodea. Estás viendo con tus propios ojos lo que pasa a tu alrededor e intuyes lo que viene a continuación en las líneas que siguen... o puede que no. Tal vez no, pues a priori sabes que la nuestra es, como todas, una sociedad “imperfecta” más, haciendo mi pequeño homenaje a la procedencia griega del término distopía, pero seguramente no seas consciente de hasta qué punto puede estar acercándose un futuro incierto, aciago e infausto para nuestra especie.
Lo único que sabemos seguro es que el futuro es incierto, nada se sabe de él. Lo que podemos hacer es exclusivamente imaginar cómo será, así que eso me da licencia de sobra para estas líneas y para mi planteamiento acerca del mundo que está por venir que, por cierto, no sé si querré verlo con estos ojos que tengo, aunque creo que no tendré más remedio. Me queda el consuelo de saber que tal vez pudiera estar adelantándome a mi época aquí y ahora, y en una suerte de magia, azar y sentido común, confluyendo los tres con la alineación de los astros, acertar en mi visión. La que ahora propongo.
Se supone que ese cometido, el de imaginar el futuro, le corresponde a las novelas de ciencia ficción que tan asiduamente llenan nuestras cabezas con ideas que creemos imposibles, pero que tal vez estén a la vuelta de la esquina sin si quiera proponérselo ni el propio escritor, ni por supuesto su lector. ¿Imaginas qué diría hoy George Orwell de su tan entonces inconcebible 1984? La cosa está en experimentar, tantear y observar detenidamente, muy de-te-ni-da-men-te el presente, para luego lanzar una idea de lo que pudiera acontecernos en ese tiempo que está por venir y al que hemos decidido llamar mañana.
Dadas las últimas y continuas recesiones y retrocesos económicos, políticos, sociales (y por tanto cívicos) a los que venimos asistiendo, no es de extrañar que surjan distopías y mundos imaginarios en nuestras mentes y en nuestros escritos de forma continua. El mundo y sus posibles prospecciones se han convertido es nuestro propio tablero de juego. Pero me pregunto si el planteamiento que hacemos no será erróneo. Quiero decir, ¿y si en vez de proyectar hacia el futuro lo que podría salir mal en el presente que vivimos hoy, estuviéramos ya inmersos en la propia distopía?
¿Por qué el hombre tiene la más pura y absoluta certeza de que no está viviendo ya en una distopía? Y de hecho, existen miles de pruebas al respecto. ¿Acaso se imaginaba alguien que las tan aclamadas y esperadas redes sociales fueran la fuente principal de la depresión, la ansiedad y el aislamiento social, el origen de los nuevos trastornos de la personalidad y de la mente del ser humano? ¿Esperábamos extremos como obesidad por sedentarismo y obsesión por el culto al cuerpo al mismo tiempo? ¿Concebíamos acaso adicción a las tecnologías o a las drogas de diseño tomadas en rituales donde casi mueren o mueren sus protagonistas mientras son grabados por teléfono móvil? ¿Imaginábamos tal vez violaciones en grupo a menores?
Mientras el humano se devana los sesos intentando hacer conjeturas al más puro estilo huxleriano, la realidad nos come, nos come vivos, nos devora. Empiezo a creer que es cierto eso de que cuando el hombre alcanza cierto grado de “inteligencia” (nótense las comillas) se ve abocado irremediablemente a la destrucción, a su propia destrucción. ¿Será posible que superemos esta etapa de auto aniquilación? Nuestro sistema nervioso está afectado, dañado; tocado y hundido diría yo. Y no es para menos.
Estamos en un mundo distópico donde los ordenadores, Internet y las redes sociales desplazan al hombre y sus posibilidades de acceso a trabajos que ya ni existen, un mundo distópico donde gobiernan unos pocos poderosos que son los que manejan los hilos y la economías, un mundo distópico donde las personas valen según sus pertenencias y el dinero que poseen, un mundo distópico donde el acceso al agua y al conocimiento es un lujo para muchos, un mundo distópico donde las personas no tienen garantía ninguna de que puedan subsistir. Y así podría seguir y seguir. Una sociedad “imperfecta” más...
¿De verdad se trata la nuestra de una mera ficción distópica o estaremos ante el más puro hiperrealismo de toda nuestra existencia?