Deja de culpar al exterior por lo que crees que te ocurre
Estoy segura de que alguna vez te has preguntado ¿por qué yo?, ¿porqué me pasa todo a mi?, ¿qué le habré hecho yo a esta persona para que se comporte así? Los porqués suelen llevar implícita detrás una sensación de que no tienes ni la más mínima responsabilidad de aquello que está ocurriendo.
Constantemente estamos proyectando en nuestra realidad y en otros aquellas culpas y miedos, a veces inconscientes y otras veces conscientes, que tenemos. Una proyección suele tener detrás un juicio encubierto. Y, siempre, siempre, siempre es hacia nosotros mismos. Lo que sucede es que tenemos la sensación de ser tan culpables que es imposible llevar esa carga solos. Por eso, proyectamos esa culpa, rota a trocitos, sobre otros. Podríamos ver a los demás como actores y actrices de nuestra propia peli, al igual, claro está que nosotros también actuamos para otras personas.
Por lo general, todo lo que nos resuena en otra persona o en una situación en concreto, es nuestro. Lo interesante es no pasar de largo, sino estar atentos a lo que nos cuentan de nosotros mismos los demás, para qué estoy viviendo esta situación o para qué esta persona se comporta de cierta forma y qué me está mostrando. Ten en cuenta que todos lo estamos haciendo lo mejor posible, que todos tenemos ideas, creencias y heridas por sanar. Por eso, cada juicio que emitimos hacia alguien, es un reflejo del juicio que tenemos en nuestra propia experiencia, de algo que todavía sucede o que sucedió en un momento determinado.
No podemos ver fuera nada que no esté previamente en nuestro interior. Al igual que aquello que te encante en otros, también está en ti. A veces, asumir este concento es molesto. veamos un ejemplo bastante esclarecedor:
Imagina que tienes un abrigo con bolsillos llenos de piedras y alguien te pide que le des caramelos de tus bolsillos ¿podrías? ¿No? Pues con lo que tenemos dentro ocurre igual, no puedes ver ni dar aquello que no llevas en tus bolsillos. El juicio que emitimos, queda guardado en nuestro interior hasta que pueda ser expresado en nuestra realidad, con el único propósito de ser perdonado.
Te invito en este momento a que te pares, dejes de escuchar el disco rayado que constantemente habla en tu cabeza sobre lo que tal o cual persona te hizo o cómo se comporta contigo y reflexiones sobre qué es lo que te está contando de ti. Por ejemplo, si ves que alguien no tiene en cuenta tu opinión, ¿realmente tú haces caso a tu intuición? ¿Eres coherente con lo que haces o al final dejas a un lado lo que quieres por complacer a otros? Si sientes que hay situaciones en tu vida que son injustas, ¿Eres justo contigo o te atacas cuando crees que hay algo que no has hecho bien?
Tomar consciencia de estos pensamientos de ataque nos ayuda a estar alerta y a poder detectarlos para así perdonarlos. Te aseguro que lo estás y lo están haciendo lo mejor que pueden. Quiero animarte a que tomes esta experiencia como un juego:
Durante un par de días, mas si te apetece, ponte en modo radar, debes estar atento a cómo te hablan o se comportan los demás. Si quieres hasta puedes ir anotando en una libreta las situaciones que más te remueven. Seguidamente, mira a ver qué sentimiento, qué emoción hay detrás. Descubre cual es la idea que pasa realmente por tu cabeza cuando piensas que los otros te hacen algo. Busca dentro de ti y una vez que lo hayas encontrado lo mejor que puedes hacer es perdonarte a ti mismo por haberte tratado así y por creer que eres de una forma determinada.
Las ideas, las creencias y los pensamientos nos limitan, recuerda que tú no eres nada de eso, eres mucho más, así que no te pongas límites a ti mismo.