Sentir o no sentir, ¿esa es la cuestión?
Algunas personas que se acercan a nosotros aun habiendo cursado diversas formaciones en técnicas energéticas, confiesan que no son capaces de percibir la energía. Otras personas que comienzan su formación en Reiki con nosotros admiten sentir cosas (como mucho calor en las manos, calambres en los brazos, cosquilleos cuando se encuentran en determinadas situaciones, etc.) que no saben interpretar o gestionar, y acuden a nosotros buscando respuestas.
Estas situaciones hacen surgir multitud de preguntas sobre nuestra relación con la energía. Y es un placer para nosotros tratar de arrojar un poco de luz sobre este tema.
Bien, como con todo en esta vida comencemos por el principio. Somos seres energéticos. A estas alturas, la ciencia ya ha demostrado de sobra que todo es energía en vibración: el aire, la luz, los objetos, las plantas, el agua… y nosotros también. La energía es la que nos conforma de principio a fin. No sólo nos conforma, todas y cada una de las interrelaciones entre dos o más cosas (objetos, animales…), implica siempre un intercambio energético.
Hagamos un muy breve y escueto repaso sobre cómo se formaron la tierra y todos sus habitantes. Al principio estaba el Ser (llámalo Dios, la energía primigenia, el Todo…). En algún momento de la eternidad (aquí entramos en uno de los mayores misterios del origen de la vida tal como la conocemos hoy), el Ser quiso observarse y/o manifestarse a sí mismo. Para ello comenzó a dividirse pasando de esa manera de la unidad absoluta a la dualidad, el número 2.
Ya no era una sola energía, ahora ya eran dos diferentes, excluyentes, pero al mismo tiempo parte de lo mismo. Eran energías un poco más densas en vibración que la primigenia. Estas dos energías comenzaron a relacionarse entre ellas, y de la relación entre ambas surgieron nuevas formas de energía, cada vez más variadas, más densas y con cualidades cada vez más específicas.
Cuanto más bajo vibraban las diferentes energías más densas eran, llegando hasta el punto de materializarse en lo que llamamos materia de la que están formadas la tierra y todos sus habitantes. Aunque este proceso es mucho más complejo de lo que lo hemos explicado, al menos puede darte una idea de dónde viene la afirmación de que todo es energía en movimiento. Energía en vibración. Por lo tanto, nosotros también lo somos.
Cuando comenzamos a estudiar la anatomía energética vamos desgranando las diferentes cualidades energéticas que nos conforman y cómo operan en nuestro ser. Seguro que en mayor o menor medida conoces cómo funciona tu sistema digestivo, y esto te permite tomar decisiones directamente relacionadas con tu salud. De la misma manera conocer cómo funciona tu sistema energético te aportará beneficios a nivel físico, emocional, mental y espiritual.
La manera de relacionarte contigo misma y con todo lo que te rodea es energética. En función de la vibración de la energía intercambiada, a veces se manifestará de una manera física y tangible y otras de una manera más sutil. Ya que el intercambio energético con tu entorno es la base de la vida y de la supervivencia, es lógico pensar que estás capacitada para sentir, interpretar y gestionar esa energía.
Lo que ha sucedido es que algunos humanos por diversas razones en las que ahora no vamos a entrar, han llegado incluso a negar la existencia de toda la parte energética que no es susceptible de ser percibida directamente con el cuerpo físico y/o entendida por una razón lógica (según los parámetros marcados por determinadas sociedades). Así se ha llegado incluso a rechazar y censurar parte de nuestra anatomía, toda la que tiene que ver con los niveles más sutiles.
Cuando nacemos venimos con todos los sentidos desarrollados y en pleno funcionamiento. Lo que sucede es que si nuestros padres y las personas de nuestro entorno no utilizan estos sentidos para comunicarse de una manera consciente, vamos dejando de utilizarlos. Incluso pueden llegar a instaurar en nosotros la creencia de que no existen, de que son cosas de unos pocos iniciados, de cuentos de hadas, o peor aún, de personas peligrosas. Nada más lejos de la realidad. La capacidad de sentir y gestionar tu energía son parte de ti misma como lo son tu vista o tu tacto.
Un bebé nace con el lenguaje de la energía integrado (al contrario que el lenguaje verbal que debe aprender). Ya desde antes de nacer es una de sus formas principales de comunicación con su madre. ¿Cuantas veces has oído relatos sobre madres que han “intuido” qué le sucedía a su bebé? El problema es que pronto se va dando cuenta de que si se comunica de esa manera sus padres generalmente no le entienden, por lo que al final resulta mucho más práctico para la supervivencia abandonar este “idioma” y aprender el que sí se utiliza en su entorno. De esta manera nuestros sentidos sutiles comienzan atrofiarse por falta de uso. Dejamos de prestarles atención y olvidamos su “idioma”. Pero no desaparecen, siguen estando en nosotros y cumpliendo su función, sólo que para nosotros la mayoría de las veces pasa a ser completamente inconsciente. Otras veces simplemente no la sabremos interpretar con lo que desecharemos la información por no saber qué hacer con ella.
Lo bueno de esta historia es que cuando pones atención y consciencia de nuevo a esta manera de comunicarte con la vida, puedes recuperar este idioma que en realidad nunca desapareció en ti. Lo que antes hacías de una manera natural, vas a tener que re-aprender y practicar. Puedes empezar a estudiar anatomía energética para entender cómo funciona la energía en ti y de esta manera poder interpretar y ponerle palabras a lo que percibes.
Por otro lado al no haber gestionado de una manera consciente tu sistema energético éste se ha ido debilitando y desequilibrando, con lo que normalmente es conveniente comenzar por acudir por un lado al “fisio energético” (Reiki, chamán, experto en medicina china, etc.) y por otro al gimnasio energético como lo llamamos nosotros. Comenzar poco a poco a volver a utilizar de una manera consciente tus sentidos sutiles y fortalecer tu sistema energético mediante la práctica. Poco a poco tus sentidos se irán fortaleciendo (igual que lo hacen tus músculos en el gimnasio) y tu cuerpo energético y tu mente volverán a colaborar juntos para poder interpretar y gestionar correctamente toda esa información energética que te percibes.
Todo esto te hará más fuerte a todos los niveles (físico, emocional, mental y espiritual), más consciente de ti misma ganando autonomía y gestión de tu propia salud y bienestar.