¿Dios?

Manuel Molina Pozo
18 Ago 2024 lectura de 21 minutos
¿Dios?

Hablar de Dios no es fácil, especialmente para aquellos que, como yo, han sentido muy presente el dogma de la religión. La fe, o la creencia en algo superior a nosotros, es algo cotidiano en la vida de muchas personas. Creer en algo que no vemos, pero que nos dicen que siempre ha estado y estará ahí, puede parecer normal para muchos.

La insistencia en inculcar esta idea, junto con el apoyo de las altas esferas de poder, ha facilitado a lo largo de la historia el mantenimiento de una creencia que daba fe y esperanza a los pueblos, incluso en tiempos de calamidad. En momentos de desesperación, esa figura omnipotente era a menudo el último recurso, y hasta la desgracia se justificaba como parte de la gracia de Dios, desviando así la atención de los auténticos problemas. De este modo, la fe se convirtió en el marketing más antiguo de la humanidad, no por la voluntad de Dios, sino porque ha sido utilizada, manipulada e interpretada al gusto de quienes podían imponer su criterio en cada momento.

¿Qué es Dios?

Quizás la eterna pregunta. Los tiempos han cambiado, y hasta Dios está en crisis, o al menos su palabra. Hoy en día nos sentimos más libres para hablar de temas que, hasta hace pocos años, solo podían tratar unos pocos elegidos, y para los más atrevidos, hacerlo significaba ser considerado un hereje, en el mejor de los casos. En este artículo solo se pretende ofrecer una visión más, sin ninguna otra pretensión que la de observar un mundo donde la humanidad está llena de curiosidad y de preguntas, muchas sin respuesta y otras imposibles de contestar. Un mundo donde la humanidad parece huérfana de fe y alejada de su verdadera naturaleza.

La ciencia y Dios

La ciencia y Dios nunca han sido buenos compañeros; son mundos completamente opuestos. A medida que uno intenta eliminar al otro, llega un momento en que se encuentran, crean un punto de partida, pero luego vuelven a separarse con las mismas diferencias y conflictos eternos, cada uno siguiendo su camino por separado. Ambos, de alguna manera, necesitan justificarse, y cada uno con sus propias herramientas argumenta su necesidad de existir. La ciencia busca la lógica, dar respuestas, argumentarlas y ofrecer soluciones a la mayoría de los problemas de la humanidad. Sin embargo, también ha generado muchos problemas, a veces muy graves, tanto para la humanidad como para el planeta. Dios, por su parte, no puede ser culpado de sus actos, ya que nadie puede afirmar haber sido testigo de ellos ni de su presencia, aunque siempre hay quienes aseguran que así ha sido, ya que Dios está en todas partes. En cambio, sí podemos hablar de quienes utilizan la palabra de Dios, y al igual que con la ciencia, hay aspectos positivos y otros que es mejor olvidar, ya que la palabra de Dios también ha causado mucho daño en la historia de la humanidad.

La existencia de Dios siempre ha generado grandes reflexiones, ha creado multitud de conflictos, y es difícil calcular los muertos que ha dejado a lo largo de la historia, convirtiendo la fe en una herramienta que el poder ha utilizado para sus propios fines. La ciencia, por su parte, siempre ha buscado justificar su inexistencia. La palabra de Dios no ha sido benévola con la ciencia, usando la fuerza de su poder contra todo aquello que ha intentado destruirla o cuestionar su grandeza. Esta relación se ha convertido en una enemistad eterna, y si en algún momento ha habido una estrecha unión, ha sido por interés propio de una u otra parte. Es una pena que esta relación, que podría habernos llevado muy lejos, se haya desperdiciado por el poder y los intereses que no caminan en paralelo.

El universo es tan grande

El universo es tan grande y nosotros tan pequeños, que discutir la grandeza y la existencia de Dios es como tener siempre un as bajo la manga. Son tantos los misterios del universo que afirmar que Dios no está puede ser tan iluso como dar por hecha su inexistencia. Definir qué es Dios, algo tan simple y a la vez tan complejo, puede meterte en un buen lío. La historia de la humanidad, la que consideramos documentada, nos habla de la relación con Dios en tiempos en los que no había una explicación que diera significado a ciertos eventos. No teníamos respuestas, y la palabra de Dios entraba con facilidad como una forma de dar luz a lo inexplicable o a lo que carecía de respuesta. En parte, muchos de esos acontecimientos o situaciones daban fe en momentos de angustia o desesperación, calmaban a una masa enfurecida con la amenaza de un castigo eterno o arrastraban a un pueblo a enfrentarse a la muerte. La ciencia, por el contrario, siempre ha tenido que demostrar sus avances. Observando la historia de la humanidad, tampoco podemos decir que en su momento tuvieran la verdad absoluta, ya que muchos descubrimientos han tenido que reescribirse una y otra vez. Sin embargo, es evidente que los avances actuales nos hacen entender que, si queremos comprender la vida y cómo está formado el universo, necesitamos la ciencia. Lo que a veces no acepto de la ciencia es su arrogancia al observar la ignorancia de quienes no saben o no aportan, sin tener en cuenta que su propio mundo es tan diminuto como la luz de un ignorante en la inmensidad de la vida.

La ignorancia nos invade

La ignorancia invade nuestro mundo, y hasta el más culto o el más científico está lleno de ignorancia, ya que ésta nos acompaña cada día y nos muestra que no sabemos nada. Todos, a su manera, viven en burbujas donde el narcisismo llena el aire que respiran, refugiándose en sus grandes logros y buscando rentabilidad, mientras el mundo sigue huérfano de lo que realmente necesita. Pensar que solo son casos aislados es como dar un bálsamo a la mano que nos alimenta y que nos azota en un momento dado.

La ciencia, como la palabra de Dios y como la mayoría de los individuos que priorizan el dinero sobre su ética profesional, es una forma de ejercer la prostitución a un nivel económico donde la doble moral brilla en un lugar que apesta. Sé que hay gente atrevida, que se rebela, que quiere aportar, que tiene claro lo que se necesita, que busca alternativas y que piensa en los demás para el bien común, y no como un fin en un mundo donde prostituirse por dinero es tan fácil que hasta vivir resulta caro para no caer en la tentación de escapar de la trampa.

La vida eterna o la reencarnación

La vida tiene tantos misterios que a veces no encontramos respuestas, o las respuestas que recibimos nos dejan igual o peor que antes de formular la pregunta. La Iglesia Católica, como otras religiones, nos habla de la reencarnación como un don divino de la humanidad. Este concepto ha estado presente en nuestra historia y es uno de los grandes misterios de la humanidad. La energía se transforma, algo que incluso la ciencia empieza a comprender.

Distinguir dónde está el principio o el final es tan complejo como observar el universo. La energía, en su mínima expresión en nuestro mundo físico, puede ser la puerta a otros universos por descubrir. La nada, para la comprensión lógica, asusta, pero para la fe podría significar encontrar a Dios en cualquier vacío. Quizás ese primer miedo podría llenarse de esperanza y aventura. La reencarnación podría ser una puerta que se abre a una determinada frecuencia energética, accesible solo para unos pocos, por supuesto. La separación entre la vida y la muerte, hasta la ciencia le da un valor físico de 21 gramos que se disipa en ese proceso natural.

Mi curiosidad por entender los mecanismos energéticos y el conocimiento astrológico me ha llevado a tener más preguntas, y aunque he recibido algunas respuestas, muchas más quedan por descubrir. Lo que voy a explicar a continuación no deja de ser una teoría más en un momento determinado en el tiempo, donde los mensajes de unos y otros ayudan a entender algo más nuestra existencia. La reencarnación puede parecer una ilusión o una solución para los crédulos, portadores de fe, o una oportunidad para los frustrados o fracasados.

Aunque no tengan claro que sea así, quizás tengan la llave para esa posibilidad, abriendo un portal que solo los portadores de esa fe pueden abrir. Yo creo que todo ser vivo transforma su energía, y aunque esto pueda parecer algo muy religioso, es más natural de lo que pensamos y algo incluso más cercano. El miedo a la muerte es el peor síntoma que alimenta el miedo a vivir y puede ser la diferencia entre abrir una puerta u otra.

El individuo y el ser

Si habéis leído algunos de mis artículos, observaréis que intento diferenciar y marcar con mucha claridad los aspectos de nuestra relación con la energía, dividiendo en tres grupos los comportamientos y aspectos de nuestras vidas dentro de la vida social. En este caso, como en otros, me refiero al individuo, al humano y al ser humano. Aunque muchos piensen que pertenecen a un grupo determinado y estén convencidos de ello, os puedo decir que todos, de alguna manera, nos movemos entre estos tres grupos en algún momento de nuestras vidas. Cuando intento diferenciar esta parte de una persona, es una forma mecánica de dar explicación a esos tres estados, una forma de entender lo que podemos vivir en momentos determinados. Sin embargo, también os digo que el ser no es fácil de alcanzar, aunque seguro que lo habéis sentido en algún momento de vuestras vidas, desafiando en muchas de vuestras decisiones, reflexiones o acciones. Siempre está ahí, aunque su presencia no es para todos.

La evolución del individuo no tiene nada que ver con la evolución del ser, y cuando digo nada, es nada de nada. Para explicarlo de una manera que sea entendible, diría que el individuo vive y muere en esta realidad o en su realidad; su evolución no deja de ser la realidad física que está viviendo. Cree en las estructuras establecidas, intenta respetarlas, puede ser crítico con todo lo que le rodea para mejorar el sistema o, por el contrario, se resigna a vivir en un entorno gris. Su revolución está condicionada por lo que el sistema o el orden establecido le permiten dentro del juego, y seguramente se puede considerar un buen ciudadano, o puede llegar a serlo. Dios puede entrar en su esquema sin muchas preguntas, aceptando la realidad impuesta; de lo contrario, la doble moral es su herramienta para salir de su mundo estructurado.

El humano, por el contrario, vive dentro del mismo sistema que el individuo, acepta su realidad pero no comparte la misma visión. Es sensible a la injusticia, desarrolla la empatía y la sensibilidad, se cuestiona la realidad que vive, descubre su cuerpo y la compasión ajena, y se le puede considerar una buena persona, o puede llegar a serlo. Puede rechazar el sistema como estructura o, al revés, sentir el rechazo general. Aunque puede tener momentos de libertad, está atrapado en el sistema que le rige. Puede creer en Dios, pero ser muy crítico, planteándose y teniendo otra perspectiva de la realidad oficial a la que ha sido educado, llegando incluso a no aceptar la existencia de un ser omnipotente. Sin embargo, la sensibilidad puede abrir puertas insospechadas y recuperar la fe en algo que le despierte el interés por la vida y por la existencia. Quizás renuncie a llamarle Dios, pero esa sensación o estado que ha despertado puede convertirse en la llave de algo que está más allá de su comprensión y que le despierte el alma.

Descubrir al ser es una auténtica dificultad en el mundo en que vivimos. Sentir su conexión puede convertirse en un viaje de vida, incluso en el mejor compañero de viaje. Distinguir al ser no es tarea fácil; vivir dentro de la estructura social es una auténtica dificultad. Incluso puedes llegar a pensar que no hay estructura, sobre todo en el mundo desarrollado o subdesarrollado, que permita esta relación; más bien, parecen construidas para impedirlo, y pensar que esa es su función. Esta búsqueda se puede convertir en una misión imposible. Pero quien busca, encuentra.

El ser, para algunos, es la llamada de Dios, y no hay que estar en desacuerdo con esta idea, aunque no deja de ser una idea que crea dependencia en el receptor. Por el contrario, según los relatos de Jesús, en uno de sus célebres mensajes nos hablaba del libre albedrío, algo tan auténtico como la libertad en todas sus formas de expresión. El ser no se entiende sin la relación con todo lo que nos rodea y la libertad de acceder a él. Quizás os preguntéis: ¿la relación con qué? Quizás sea la gran pregunta, como también ¿qué es el ser? Os aseguro que explicar algo que muchísima gente no ha sentido es como hablar con una pared. Como mucho, puedo despertar la curiosidad, pero solo se consigue sintiéndolo. Para muchos, esa sensación la pueden llamar Dios y quedarse tan tranquilos, pero mi curiosidad lleva años intentando dar respuestas. El ser, por suerte, no está al alcance de cualquiera, y eso es lo que nos hace diferentes, lo que nos libera, nos orienta en la vida, nos rompe estructuras, nos libera del miedo, nos hace sentirnos llenos, es implacable, observa la vida desde otra perspectiva, no se enfrenta porque entiende que no es necesario, y el que lo hace, no lo hace por él.

El ser, para mí, es energía en infinitas formas de expresión. Todo lo que nuestro cuerpo desprende, desde un susurro, una palabra, una emoción, una idea, un pensamiento, todo lo que expresa nuestro cuerpo, emite una frecuencia energética, convirtiéndonos en antenas biológicas que tanto reciben como transmiten. Aunque la comparación puede ser odiosa, al igual que un móvil recibe una llamada, una notificación o cualquier señal en infinitas formas de mensaje, de imagen o de audio, el ser también se activa por diferentes estados energéticos que, de alguna manera, desprendemos de nuestro cuerpo o mente. Conectar con las cosas no tendría sentido si no fuéramos conscientes de ello. El ser humano reconoce la relación con todo lo que le rodea desde su entorno, con todo ser vivo, como una consciencia colectiva, la conexión con la tierra y, por supuesto, la conexión con el universo como una consciencia superior. No hay límite, todo está de alguna manera conectado. ¿A esto le podemos llamar Dios? Seguramente la ciencia buscará respuestas, pero allí donde no lleguen las respuestas de la ciencia, siempre podremos encontrar a Dios.

El ser y la reencarnación

La reencarnación y el ser, en mi manera de entender la vida, van unidos. Cuando observo las cartas astrales de las personas que pasan por mi consulta, veo sus procesos evolutivos. Después de muchos años observando esos procesos y el comportamiento energético en las personas, no puedo entender la reencarnación si no hay un proceso evolutivo, ya que hay situaciones que necesitan más de una vida para comprender esa evolución o para desprenderse de ciertos procesos durante la vida o para despertar consciencia. Resolver en la vida situaciones que a veces son incomprensibles, a las que llamamos karma para darles un nombre, requiere un aprendizaje que nuestro ego rechaza, algo que solucionar y que no queremos, que nos tiene atrapados y no nos damos cuenta, que necesita curarse o sanarse y necesitas enfermar para ser conscientes de haber llegado a ese punto.

Estar encallado y no poder avanzar debido a ideas, descubrir el amor para despertar la empatía, razonamientos que no nos dejan liberarnos o porque desconocemos la libertad y el miedo a vivir nos arrastra a una vida gris. La energía puede ser simplemente energía, pero al igual que un móvil, una radio o una televisión, tiene mecanismos para captar la energía y transformarla en imágenes, sonido, colores, palabras, etc. El cuerpo tiene mecanismos para transformar la energía, por supuesto, en otro grado de frecuencia que de alguna manera recibimos, transformándola en ideas, pensamientos, síntomas, emociones, etc., dependiendo de nuestro estado de frecuencia. Incluso estados difíciles de entender y mal interpretados pueden haber sido experimentados en más de una vida o tener una interpretación más allá de nuestra realidad o consciencia.

Definir la energía del ser o la energía que nos hace conectar con todo lo que nos rodea como humanos debería ser nuestra gran bandera, el límite de unas fronteras sin definir, y ser nuestra capacidad para ir más allá. Esta búsqueda y esta conexión con el ser es impensable en el mundo del individuo, ya que no entiende la vida si no es porque está regulada, la ley lo protege, entendiendo su libertad dentro de la estructura social en la que vive. Viviendo en su propia prisión, siendo esclavo de un sistema que lo único que busca de él es su rendimiento, su aportación e integración. De lo contrario, no interesa, recibiendo el rechazo del colectivo y la dureza de la pirámide que lo estructura. El apego a lo que conocemos o a lo que tenemos va más allá de una simple idea o forma de vivir. Renunciar a todo para buscar al ser puede parecer un castigo para el individuo que no puede entender otra vida que no sea la que le proyectan, donde el camino siempre está señalizado y donde su única obligación es entrar en la rueda del hámster. Buscar al ser ha sido siempre objeto de manipulación en la interpretación de los caminos para llegar a él. Es cierto que se necesita la renuncia como camino, pero de qué sirve renunciar al apego si no hay una consciencia del porqué se renuncia a ese apego. Cuando la consciencia aparece, el apego cae por su propio peso, y solo es una cuestión de tiempo. Pelearnos por si existe Dios o por la necesidad de que esté ahí no está reñido con el ser; cada vez que recibas la conexión con el ser, necesitarás menos la presencia de Dios. Entender esa conexión en la vida física va más allá de nuestra comprensión; el miedo se convierte en aliado de lo desconocido, y nuestra realidad se abre a otro posible mundo.

La naturaleza de la reencarnación

Mi idea de la reencarnación, o la vida después de la muerte, en mi forma de entender la vida, es más natural de lo que podemos imaginar. El culpable de que todo este proceso sea posible es la propia naturaleza de nuestro planeta. Somos lo que somos gracias a la evolución genética y a las características de nuestro planeta, que nos permiten ser lo que somos. Recibir la esencia de nuestros ancestros podría explicar muchas cosas sobre la evolución de nuestra raza como humanos. La energía, por otro lado, se transforma una y otra vez, dependiendo de su capacidad o frecuencia, se introduce en el mundo físico una y otra vez. Todo está conectado de alguna manera, todo es energía. Es un proceso que quizás en otros planetas no se podría realizar de la misma manera, ya que si no hay seres vivos y no existen las condiciones para la vida, el proceso es diferente: nada muere porque nada vive.

Los estados de consciencia, cada vez que se activan, son como dar a nuestro ser algo más de luz dentro de su propia evolución. Y os preguntaréis, ¿qué sentido tiene todo esto? Cada vez que entiendes la vida, menos te preocupa la muerte. Lo que más nos da miedo es cómo vivir nuestra vida, destapar nuestras trampas, distinguir nuestras estructuras, nuestros miedos, evolucionar como individuo, como humano, como ser humano, y nuestro gran objetivo es vivir sintiendo la libertad de nuestro ser, aceptando todas sus consecuencias. Equivocarse es ley de vida, pero la reincidencia se convierte en excusa, y ser diferente puede ser un problema. No aceptar el error o jugar con la razón son síntomas de que el narcisismo o el ego están revoloteando. Somos vida. Cuando te preguntas, ¿qué sentido tiene la vida?, deberías preguntarte, ¿qué va mal en tu vida? ¿Qué no está funcionando? Recuerda que cuando tu vida va bien, estás disfrutando o haciendo lo que te gusta, no te planteas esa reflexión porque no la necesitas, y nunca te preguntas qué sentido tiene la vida, ya que al final son trampas para continuar estando mal y recreándote en un estado de existencialismo que te hará olvidar que estás vivo.

La radio y el ser

¿Qué es el ser? No voy a intentar dar las claves de la vida, por las que a veces hemos matado, si no en esta vida, en otras. No sé si a vosotros os pasa, pero cuando empieza una guerra, ¿no tenéis la sensación de cansancio de repetir otra vez un mismo patrón, una y otra vez, y para algunos, encima, justificarlo? Perdonad, que me pierdo y me caliento otra vez. Como iba diciendo, en mi manera de entenderlo, el ser está en todo ser vivo: desde una roca, una gota de agua, el viento, una brisa, una hormiga, un elefante, un coche cuando arranca y circula... todo, absolutamente todo, y por supuesto nuestro planeta, pero no se acaba aquí. Todo lo que nos rodea, todo nuestro ecosistema en el sistema solar, nuestra galaxia, el universo, y así sucesivamente.

Todo está conectado de alguna manera con infinitas intensidades energéticas y frecuencias que el ser humano no puede comprender en toda su diversidad. Cada ser vivo utiliza su campo energético y su frecuencia determinada para conectar con aquello que le ayuda a vivir o buscar su armonía dentro del caos. Todo está conectado como una gran radio con infinitas frecuencias y con un dial infinito para nuestra comprensión. La energía se transforma. Esto funciona como un gran diferencial de radio con infinitas frecuencias de onda; dependiendo del grado de frecuencia, entras en uno u otro espacio dimensional. Nuestro campo de frecuencia alcanza un pequeñísimo rango de ese dial. Nuestra forma de conectar dependerá de ese campo energético que desprendemos. Cuanto más amplio es el campo energético, más conexión hay, y quien distinga la sutileza que despierta la energía, entenderá el proceso de la vida. ¿Dónde está el límite? ¿A dónde nos lleva? Es la curiosidad lo que nos mantiene vivos.

¿Nuestra realidad o lo que vemos es la única realidad física o estamos dentro de otra realidad dentro del dial? Solo te puedo animar a tener curiosidad por la vida, ser dueño de tu vida. ¿Te apetece jugar?