Mi nombre es Irene, y me considero, ante todo, practicante de yoga.
Mi formación como profesora la realicé en la Escuela de Yoga Sadhana, que pertenece a la Unión Europea de Yoga. En Sadhana conocí la tradición, comprendí el respeto por los maestros y me empapé del amor y la dedicación al Yoga, no sólo como profesión, sino como forma de vida. Aunque llevo más de 10 años practicando, fue en Sadhana donde fui consciente de la complejidad (y al mismo tiempo sencillez) que hay en esta tradición milenaria.
En el terreno pedagógico, mi trabajo gira en torno a la investigación de la biomecánica del movimiento humano y de la anatomía y su aplicación al trabajo postural (de asanas) y la psico-somática. Para ello, complemento mis estudios de Yoga con estudios del método de Blandine Calais-Germain, Anatomía para el movimiento, con el Yoga Iyengar, con la Antigimnasia (sistema creado por Thérèse Berterat) y la exploración de la Consciencia sensorial (Sensory awareness), además de todos aquellos métodos y sistemas de conocimiento del cuerpo humano que se ponen a mi alcance. Creo que toda enseñanza de Yoga, además de estar fundamentada en el conocimiento de la tradición, debe ir acompañada de una visión integrativa de los nuevos elementos que la ciencia y la investigación ponen a nuestro alcance.
La práctica de yoga no termina en la esterilla, sino que tiende a comenzar ahí. Por ello, presto especial atención a la alineación postural y a la precisión en el trabajo de asanas. La intensidad con que la mente se implica en la práctica (tanto en el trabajo respiratorio como en el de asanas) son el camino hacia la consciencia.
Estoy convencida, por mis años de experiencia, que es posible llevar esa conciencia que trabajamos en clase a nuestra realidad cotidiana, creando así un estado de aceptación y compromiso. Es un camino que requiere entrega y confianza, pero que siempre, SIEMPRE, lleva a un estado de calma.