La salud en movimiento
Se encuentran en un imparable aumento los problemas dolorosos músculo-articulares, que afligen a las personas pertenecientes a la llamada sociedad civilizada (los que viven en las sociedades más desfavorecidas tienen otras prioridades, por desgracia).
Todos los días en mi consulta, alguien me pregunta la razón. Si me quedo en lo general, la respuesta es bien clara: "Fuimos diseñados para funcionar a cuatro patas".
Hemos empleado unos tres millones de años para levantarnos sobre las dos patas, encontrando soluciones eficaces para movernos, caminar, correr, saltar.
Y, sin embargo, en los últimos 50 años, nos hemos sentado y para este cambio tan radical en la forma de utilizar nuestro cuerpo, aún no hemos encontrado una buena adaptación. Esto más o menos, es lo que digo.
¿Por qué me duele el cuello?
Pero no me deja nunca de sorprender cuando luego me preguntan: "Pero ¿Por qué siempre me duele el cuello?" y quien me lo pregunta es la secretaria que pasa ocho horas delante de un ordenador, con la cabeza girada, porque la pantalla se encuentra a un lado de la mesa. "¿Y mi dolor de espalda?" pregunta el marido, agente comercial que se pasa de 10 a 12 horas diarias en el coche.
¡Aquí el diagnóstico va más allá de una análisis de biomecánica!
La mayoría de nosotros vivimos en la más total falta de conciencia de tener un cuerpo, utilizamos esta maravillosa máquina creada para el movimiento, para estar sentados en un coche, delante de un ordenador y la televisión.
Creamos y establecemos un sistema de tensiones musculares sobredimensionado, para defendernos de la ansiedad de un ambiente siempre más agresivo, por no mandar a paseo a nuestro jefe, por no pegar a aquel que nos pisa el pie en el autobús.
Cada sociedad, cada cultura desarrolla sistemas de curación, en gran parte dedicados a curar las patologías que ella misma crea. Si tengo que ser honesto, tengo que decir que entre mis pacientes, a parte de situaciones serias, cronicidades estructurales que requieren de un trabajo prolongado sobre la postura, veo personas que con un mínimo de "auto cuidado", de cura de si mismo, no tendrían nunca falta de una intervención terapéutica.
¿Qué hacer para compensar el sedentarismo?
Lo cierto que en mi profesión no he tardado mucho en darme cuenta de que no es posible (tampoco sería justo), tener la pretensión de cambiar la vida de las personas. Pero, una vez que con mi trabajo, lo más rápido posible, he dado a la persona un alivio a su sufrimiento cuando le he mostrado la posibilidad de un cambio, el problema es mantener este cambio, en parte modificando, en parte "anti- dotando" aquellos factores demasiado patológicos en el estilo de vida.
"Ahora que estoy bien, ¿tengo que ir al gimnasio?" me preguntan y el discurso se complica, porque es difícil hacer prescripciones sobre a qué tienen que dedicar el tiempo libre las personas. Las posibilidades que ofrece el mercado son la mayoría de las veces dañinas para quien ya tiene un equilibrio precario. Aun así la indicación tiene que tener en cuenta las preferencias y el placer de cada persona al desarrollar una determinada actividad, que es la única motivación válida para continuarla en el tiempo.
Pero... ¿qué significa "manutención", hablando de la columna y del propio cuerpo en general?
Mantenimiento simplemente significa contrarrestar nuestro estilo de vida sedentario, "engrasando" nuestras articulaciones, disolviendo las tensiones acumuladas, con un poco de movimiento, teniendo cuidado de no sobrecargar las zonas de riesgo.
Las estrategias de manutención son numerosas y varían según a quien me encuentro en frente.
Hablamos de lo que se encuentra más comúnmente en los alrededores:
La natación
Es lo que viene aconsejado a quien sufre de la espalda y en lo imaginario de los pacientes es casi como si hubiese asumido una cualidad terapéutica. En realidad la natación no cura nada, es solo una actividad que no carga mucho la columna vertebral, por eso quien tiene problemas puede practicarla sin correr demasiados riesgos.
El gimnasio
Hecho de forma estándar, sin tener en cuenta las individualidades mecánicas, como ocurre a menudo, puede resultar dañino, haciendo precipitar situaciones donde los equilibrios ya eran precarios. Gracias a los gimnasios veo un 30% más de pacientes que de otro modo, no irían nunca a un osteópata, digo, exagerando, un poco, cuando tengo en mi consulta esta conversación. Pero hay actividades en el gimnasio, algunas modas, que hacen que el número de las víctimas se acerque a ese porcentaje: lo último es el "spinning". "pero yo me divierto yendo al gimnasio" me contestan, o " está cerca de mi casa y es la única posibilidad de hacer algo de movimiento" y finalmente "¿pero no es bueno hacer un poco de movimiento?"
Comparamos el movimiento a la lectura – contesto aun – tenemos la revista "Cuore". El gimnasio equivaldría al "Cuore: tener los bíceps un centímetros más grandes, los abdominales mas tonificados no mejora de un micrón la inteligencia de nuestro cuerpo, es decir la coordinación, la armonía del gesto, la capacidad de aprender, repetir secuencias complejas. Pero ¿es mejor leer la revista "Cuore" o no leer en absoluto? A esto no sé contestar, pero por lo menos, uno no debería salir lastimado...
En cuanto a los diversos deportes, depende de la motivación de la persona que tengo en frente de mí. Si es un campeón del mundo de remo, bien puede arriesgarse a agravar su hernia para conquistar su título olímpico que le falta e intento echarle una mano. Si es un deportista de domingos, hay que encontrar un compromiso, sin llegar a la paradoja de algunos médicos que prohíben el partidillo de tenis, único desahogo de un pobre que entre coche y oficina está sentado diez horas al día y después el tenis es la causa de sus problemas. Estamos en lo irreal!!
¿Qué alternativas?
En nuestra cultura, que prima la cantidad a la cualidad es difícil, también en el tema del movimiento, encontrar actividades que se centran precisamente en la calidad del gesto, como la danza, ciertas artes marciales, aquellas gimnasias que se definen "dulces".
Pero una vez más, todo lo que puedo hacer es dar mi opinión, brindar asesoramiento con respecto a la persona que tengo de frente de mi y de su placer – en este mundo de obligaciones – para hacer algo.