Despedirse, acompañar
Despedirse forma parte del proceso de la vida. Reencontrarse también, aunque hay ocasiones en que el reencuentro más aparente, el que ocurre por los sentidos, no es posible.
No voy a apuntar que puedo decir que sí existe la posibilidad física de ese contacto, incluso en el caso de ausencias completas, pues en realidad seguimos jugando en la matrix de la vida en este universo, y si es concedido, puede existir incluso un contacto físico. No es necesario para lo que voy a contar, a pesar de que lo apunto.
En concreto, despedirse es una parte del proceso de duelo-separación (DS) que consideramos sano.
Recuerdo en una ocasión, en la planta 9 de un hospital, cuando le dijeron a una familia que su querido pariente iba a ser trasladado a paliativos, que ya no había más medicina para él.
Un valiente y formidable ser, al que iban a acompañar en sus últimos días entre ellos.
La expresión más importante de Amor, cuando llegamos a este momento, es el acompañamiento, sin duda. Un acompañamiento sereno y cargado con la información que desee aquel que marcha. Asimismo, evitar el sufrimiento, es otra de las bazas. No podemos eliminar la tristeza inconmensurable del momento, pero podemos engañar al cuerpo, evitar el ahogo y dolor intenso de la enfermedad...
Sin embargo, nos queda una parte importante: recapitular y despedirnos.
Recapitular y despedirnos
Si no es posible hablar directamente con la persona, tanto el recapitular como el despedirnos, es igualmente posible. En la mirada, en la caricia, en el momento de dar de comer, de acompañar, incluso de dormir juntos sí es posible, en decir aquello que es mejor y recordarás de la persona, hay una despedida implícita. A veces decir que solo nos quedan días, por más justo y sano que pueda ser, puede causar desesperación, mucha más pena, y , sin un criterio claro, no podemos decir que sea de obligado cumplimiento.
El proceso de decir "adiós", cuando se trata del inmediato o ya sucedido fallecimiento del cuerpo, es el momento en que reconocemos la clase del mundo en que vive este cuerpo, impermanente y pasajero, donde estamos disfrutando y quizás sufriendo esta experiencia espiritual, en forma humana.
El Ser ha decidido organizar algo muy nuevo en la "no historia" de la eternidad, y es lo limitado, la necesidad, todo lo que vemos finito, con principio y fin, ya que lo divino, además de omnipotente, no tiene lugar ni tiempo, ni más necesidad que la de seguir evolucionando y creando.Nuestra conciencia ordinaria está aquí, y al acabar, es necesario este momento , quizás ritual, de decir adiós.
Adiós desde el honor, adiós desde el recuerdo y desde el Amor. Pues después vendrá el momento de honrar la memoria de los amados, nuestros antepasados y más allá, recordando el capital de Amor que nos han dejado, su auténtico legado.
El mismo paradigma debería ocurrir en la despedida de un amigo, que dejó de serlo, o de pareja, o amante, que tampoco lo será más, compañero o sea cual se la vinculación.
Es decir, será amorosa la despedida en la medida en que la misma puede ocurrir. No despedirse rayaría lo grosero, el malmetimiento de lo que haya habido de bueno. Lo mismo que la despedida agresiva, aunque hay que decir que ningunear y obviar la despedida en cualquier tipo de relación, es enormemente agresivo. Lo es por la pasividad, por la ausencia, pero sigue siendo agresivo.
Eso genera un objeto dentro nuestro dolido, y siempre que lo pensemos no nos hará bien.
Contrariamente, despedirse con amor, mantendrá la parte buena del objeto, viva en cada uno de nosotros, nos permite honrar esa memoria que también me construyó y experimenté, y me va a confortar en los momentos que sean difíciles y estén por venir, o en los que quiera compartir una alegría.
Tal es el milagro de la conciencia y del amor.