Terapia Centrada en la Persona
Alrededor de los años 40, Carl Rogers comienza el proceso de dar forma a un nuevo enfoque terapéutico que emerge como reacción a las corrientes psicoterapéuticas existentes hasta el momento: la corriente conductista y la corriente psicoanalítica. Este nuevo enfoque es lo que se conoce hoy en día como Terapia Centrada en la Persona.
A diferencia del Conductismo y del Psicoanálisis que hacen hincapié en una concepción del ser humano determinista, refiriéndose el primero a un determinismo medioambiental y el segundo a un determinismo intrapsíquico, la Terapia Centrada en el Cliente se apoya en una concepción del ser humano existencialista y fenomenológica, rescatando el papel activo y dinámico de la persona en la construcción y realización de sí misma.
El planteamiento central de este enfoque es que el ser humano es un organismo digno de confianza. En toda persona existe una tendencia natural e intrínseca que le mueve no sólo en la dirección de su conservación y sobrevivencia, sino también de su desarrollo y actualización.
Cuando el control, la dirección y la valoración descansan en el propio organismo, éste tiende naturalmente hacia la realización de sí mismo, y a la toma de decisiones constructivas tanto para su propia vida personal como para la vida en sociedad.
El planteamiento centrado en la persona se contrapone a la visión tradicional más pesimista del ser humano, que le concibe como un organismo caótico, impulsivo y peligroso. Este individuo debe ser refrendado, controlado y direccionado desde pautas y parámetros externos, que tras ser introyectados, merman y constriñen las propias direcciones internas.
Rogers señala que la tendencia actualizante que existe en toda persona, si bien puede ser obstruida y coartada, no puede ser destruída sin destruir también al propio individuo.
El abordaje terapéutico centrado en la persona se enfoca en restablecer la apertura y libertad experiencial, junto con la capacidad de autodirección y autorregulación inherentes al organismo. El terapeuta encarna y transmite esa confianza básica en las propias direcciones internas de la persona, a través de 3 actitudes fundamentales:
- Autenticidad o Congruencia: el terapeuta vive de manera abierta y consciente los sentimientos y actitudes que están fluyendo dentro sí a cada momento, y además logra comunicarse y manifestarse a sí mismo de manera coherente con eso que está experimentando. Esto supone que el cliente puede ver con claridad lo que terapeuta es en la relación en cada momento. El terapeuta confía y permanece abierto a su propia experiencia organísmica.
- Aceptación Positiva Incondicional: implica una apertura y deseo por parte del terapeuta para que el cliente sea cualquier sentimiento y actitud que esté experimentando en todo momento (confusión, miedo, rabia, alegría, celos, orgullo, amor, etc.). El terapeuta no experimenta deseos de controlar, dirigir o deformar lo que el cliente está viviendo. Se trata de un aprecio no posesivo o incondicional; es una valoración que no descansa en el juicio crítico.
- Empatía: consiste en captar con precisión las vivencias que está teniendo el cliente tal como éste las percibe y las significa, y en comunicarle esta comprensión. Es entender al cliente desde su propio marco de referencia y no desde el marco de referencia del terapeuta.
La confianza básica que se instaura en la relación terapéutica por medio de estas actitudes va disolviendo progresivamente la tendencia defensiva que ha asumido el cliente hacia su propia experiencia organísmica. Esto facilita el surgimiento de un individuo cada vez más abierto y consciente de su experiencia sentida y de su poder personal; un ser humano más libre, autónomo y responsable de sí mismo.
No es que este enfoque dé poder a la persona; es que nunca se lo quita.
Carl Rogers
Una persona, al descubrir que es amada por ser como es, y no por lo que pretende ser, sentirá que merece respeto y amor.
Carl Rogers
No podemos cambiar, no podemos alejarnos de lo que somos hasta que aceptamos lo que somos. Entonces el cambio parece llegar casi desapercibido.
Carl Rogers