Las enfermedades del Bisfenol A
Presente en plásticos, envases, bebidas e incluso empastes, está vinculado con dolencias tan serias como el cáncer de cérvix, enfermedades cardíacas o incluso el estrechamiento de arterias.
La sociedad comienza a concienciarse de la necesidad de huir de productos que contengan el famoso BPA o Bisfenol A. De hecho, hay legislación al respecto que ya cerca su uso en según qué productos, sobre todo relacionados con el mundo de la puericultura.
Pero, ¿Qué es el Bisfenol A?
En realidad, es un compuesto orgánico que lleva en su composición condensación de acetona y dos equivalentes del fenol (ácido carbólico).
Pese a que se produjo por primera vez a finales del siglo XIX y sirvió para dar pie a comenzar la política de envases que hoy en día está más vigente que nunca, ya a partir de los años 30 se comenzó a cuestionar si este compuesto podría perjudicar la salud de las personas.
De hecho, fue tal su polémica desde esa década, que muchos gobiernos pusieron freno a la utilización de este tipo de producto para según qué parte de la cadena alimenticia.
Se ha demostrado que el mayor peligro es, precisamente para los más pequeños. En su entorno más embrionario o lactante, es cuando las hormonas pueden verse alteradas por productos como el BPA y producir, en el medio y largo plazo, dolencias cuyo riesgo podría disminuirse alejándose de productos nocivos como este.
Y es en esta década cuando se ha hablado de los disruptores endocrinos.
Expertos como el Doctor Nicolás Olea, de la Universidad de Granada, habla de los disruptores endocrinos como “sustancias químicas, de contaminantes ambientales, generalmente hechas por el hombre y la industria del hombre y que una vez dentro del organismo modifican el equilibrio de las hormonas. Las hormonas, como se sabe bien son mediadoras químicos que conectan un órgano con otro y mandan o son señales químicas. Estas señales químicas pueden ser interferidas, aumentadas, disminuidas por otro compuesto químico que utiliza o que se planta en su lugar. El fenómeno es que hay algunas consecuencias biológicas de esa interferencia”.
Esta misma universidad, ya puso la voz de alarma en un estudio en el que analizó algo tan cotidiano como las botellas de agua.
El análisis del agua embotellada que realizó por el Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada (IBS) y publicado en Environment International encontró contaminantes hormonales en la totalidad de las botellas que estudió.
Como complemento a este estudio hay que añadir que en los últimos estudios médicos, se está viendo cómo en los análisis de orina se encuentra cada vez en porcentaje mayor y en mayor muestra de pacientes este componente.
De ahí la importancia también de conocer las alternativas al uso de este tipo de embotellado para un líquido tan necesario, común y de uso habitual en cualquier persona, de cualquier edad.
En los últimos años, las jarras de filtrado han sido la gran alternativa al agua en botella y un gran aliado para las familias, y más si, como las gallegas de Alkanatur, certifican que están libres de disruptores endocrinos.
¿Cuáles son las enfermedades que están relacionadas directamente con este compuesto?
El Bisfenol A, cada vez más controlado por la legislación aunque no en la medida en la que el público y entorno médico querría, está directamente relacionado con problemas en la fertilidad tanto masculina como femenina, disminuyendo la fertilidad y la calidad tanto del esperma como de los ovocitos.
El hecho de que se relacione con los disruptores endocrinos también da pie a probar que los niños que están en contacto con este tipo de ingrediente de algunos plásticos puede ponerles en riesgo de obesidad o incluso dañar su sistema neurológico ralentizando el aprendizaje e incrementando el riesgo de padecer hiperactividad.
Pero no queda ahí, cáncer de cérvix, próstata o mama, hipertiroidismo, hipertensión o diabetes tipo II también han sido relacionados con este compuesto.
Sin embargo, también hay que entender que, hasta ahora, todos estos estudios, se han realizado con animales y no en humanos, con lo que habrá que seguir de cerca no solo la legislación, sino también los próximos estudios científicos que avalen este tipo de dolencias y su relación directa con el BPA.