Un caso diferente, la epilepsia
Hoy voy a exponer un caso diferente, que en cierta forma fue un reto pues hasta ese momento, mi experiencia con las personas había girado en torno a sus dolencias, a los que trataba con una combinación de masajes y terapia emocional, por llamarla de alguna forma, como el caso de José; sin embargo este era especial porque su enfermedad era la epilepsia.
Recuerdo que cuando unos amigos me comentaron su caso y me preguntaron si podía ayudarle, mi respuesta fue que no lo sabía, que lo podría intentar pero que su sanación sólo dependía de él.
Yo suelo ser muy sincero y no me gusta dar falsas esperanzas, ni vanas ilusiones pues estamos jugando con los sentimientos y las emociones de las personas, y cada ser humano es diferente y único, al igual que sus dolencias y enfermedades. Yo trato a las personas e intento indagar a través de ellas, si así me lo permiten, en buscar la causa emocional que ha provocado la enfermedad; busco el origen pues para mí la enfermedad no es el problema, sino parte de la solución, como veremos posteriormente.
Quedé con mis amigos para conocerle y varios días después me lo presentaron. Xavi es una persona especial, ya solo su presencia impone por su altura y corpulencia, sin embargo en cuanto hablas con él te das cuenta de que tras esa fachada hay una persona amable y muy inteligente.
Tras ese primer contacto, en el que le hablé de mi forma de trabajar, y que no había ninguna garantía de que su enfermedad se curase, estuvo dispuesto a intentarlo; me comentó que estaba de baja pues en su último ataque se golpeó contra el suelo, cerca del ojo derecho, y ello le causó problemas de visión en ese ojo y que estaba con tratamiento, yo le dije que en ningún caso le iba a pedir que dejara ninguno de los tratamientos, pues no lo veo necesario (yo nunca aconsejo dejar los tratamientos o terapias que esté realizando; para mí son parte del proceso, una parte que quizás en algún momento, y dependiendo del caso, haya que plantearse dejarlo, pero eso siempre será responsabilidad de la persona y del facultativo que la esté tratando). Para mí no es lo importante ya que en nada o poco interferirían en nuestras sesiones.
Como ya he mencionado anteriormente, hasta ese momento mi experiencia había sido con los dolores, que para mí eran como una guía, un camino que recorría para llegar a la raíz emocional del problema. Sin embargo en este caso no iba a tener esa guía, así que tenía que servirme solo de mi capacidad para indagar en ese problema emocional que yo suponía había generado esa enfermedad; esto era simplemente una teoría; pero pronto descubriría que no era simplemente una teoría, sino que había mucho más en el mundo interior de Xavi.
Inicio de las sesiones
En nuestra primera sesión le expuse los cuatro principios básicos sobre los que se basa este principio:
- El conocimiento,
- el convencimiento,
- el perdón,
- el agradecimiento.
Le expliqué cómo su subconsciente puede provocar la enfermedad, y que por lo general suele estar provocada por una causa emocional.
Entonces le pregunté cuando tuvo su primera crisis, y se remontó a su niñez, a su pre-adolescencia, y me explicó que en esa época sus padres llevaban ya un tiempo separados, y que la convivencia con su madre era muy dañina por sus problemas con las adicciones, que generaban continuas discusiones con la que era su pareja, y un trato hacia él y su hermano de dejadez y total incomprensión (por no entrar en más detalles).
Sin embargo en esta ocasión su subconsciente bloqueó las emociones, las reprimió para protegerlo, en vez de crear un dolor ¿Y cómo llegué a esta conclusión? Porque él me lo dijo: “Yo me aislaba y era como si no estuviera”. Esas fueron las palabras que me dieron la clave de su caso, que me hicieron entender cómo su subconsciente bloqueó sus emociones para que no le afectaran.
Ahora bien, si en principio este instinto de supervivencia le sirvió para sobrellevar este entorno tan hostil, esto trajo unas consecuencias, unos efectos secundarios. Su epilepsia.
Os recuerdo que la función principal del subconsciente es la supervivencia, el cuerpo físico, y que sus decisiones se basan y se toman en relación a los datos que obtiene de los cinco sentidos, y que por lo general no suele sopesar las consecuencias de sus decisiones, pues no es ese su cometido. Por lo tanto, en el caso de Xavi al tener reprimidas sus emociones su subconsciente no sabe cómo actuar ante un conflicto emocional, y lo que hace es apagarse, desconectarse, como un ordenador, para luego volver a reiniciarse.
¿Y cómo estoy tan seguro de que el ataque de epilepsia está causado por un conflicto emocional? Por sus dos siguientes ataques.
El primero sucedió a las pocas semanas de comenzar con las sesiones, y fue motivado por la rabia e impotencia que sintió cuando lo despidieron del trabajo por el resultado de su baja laboral. En los siguientes dos días estas emociones, estos sentimientos fueron aumentando, y cuando su subconsciente no supo gestionar tanta emoción, se desconectó. A esa conclusión llegamos en la posterior sesión.
Pasaron casi tres meses sin ningún ataque, y Xavi cada día iba mejorando, y ya no por el hecho de no tener ataques, sino por otros cambios que poco a poco iba notando. Se sentía más seguro, con mucho mejor ánimo y con una autentica predisposición a seguir indagando en sus conflictos emocionales. Yo por mi parte le animaba a que siguiera retomando aquellas cosas que por causa de su epilepsia había dejado, como montar en bicicleta, hacer deporte y especialmente el retomar una relación sentimental a la que se resistía a dar el paso; pero lo que más llamó mi atención, el cambio que más significó para mí fue el hecho de que ahora le veía un sentido a su vida.
Antes de comenzar con las sesiones le daban uno o dos ataques por mes, y ello le había sumido en una especie de depresión en la que no le apetecía hacer nada. Vivía porque tenía que vivir, pero no entendía el por qué le daban los ataques, por qué tenía esa enfermedad... No limpiaba, no se arreglaba, apenas salía de casa; y lo más dañino quizás fuera la idea del suicidio, una idea que descartó de inmediato, pero que daba muestras de estar entrado en un bucle muy peligroso.
Por tanto el verlo otra vez con ilusión, con ganas de hacer cosas, de reorganizar su vida, era un gran paso, sin embargo este campo está tan inexplorado que hay que ir probando, y en esa sesión le sugerí que hiciera un ejercicio de mirarse ante un espejo y hablarse a sí mismo, que se pidiese perdón ya que parecía que le costaba perdonarse. Nada más proponérselo me dijo que por favor no se lo pusiera, que no deseaba hacerlo, y yo le insistí pues creía que era adecuado para ir conectando con sus emociones.
Ataques epilépticos relacionados con sus emociones
Sin embargo, a los dos días le dio otro ataque, después de tres meses. Cuando lo supe le pedí que viniera pues quería hablar con él, para ver cómo estaba y para tratar de encontrar la causa de ese nuevo ataque, y también porque temía que este suceso hiciera volver aquellos viejos miedos. Y quedamos para esa misma tarde.
Yo enseguida me puse a pensar si podía haber alguna causa, alguna emoción que en nuestra última sesión hubiera podido surgir, y me acordé se su rechazo a mirarse ante el espejo, y supe que habíamos forzado su nivel emocional.
Hablamos del tema y lo único que había pasado fuera de lo habitual era ese detalle, no había tenido ningún otro disgusto, ni enfado, ni problema con nadie que hubiera podido provocar ese ataque, y sin embargo le dio; y lo más curioso es que no hizo falta ponerse delante de un espejo, pues con el simple hecho de saber que lo tenía que hacer le generó un conflicto emocional pues no estaba preparado para enfrentarse a sí mismo, por eso sé que sus ataques están directamente relacionados con sus emociones, con esas emociones que aún mantiene reprimidas, y que poco a poco va volviendo a conectar.
Desde ese día, hace ya más de tres meses, no le ha vuelto a dar, y él cada vez está mejor, ha vuelto a montar en bicicleta, ya le han dado el alta, ha vuelto a trabajar, ha retomado su relación y se esfuerza en conectar con esa parte emocional. De hecho, en la última sesión me dijo que había hablado con su madre de una forma cordial, como yo le había sugerido, sin reproches, y la experiencia de saber que su madre también lo pasó mal con su propio padre, que también tuvo una niñez muy dañina emocionalmente, le hizo entender el por qué se dejó seducir por las adicciones, y el por qué de sus conflictivas relaciones.
Eso por supuesto no justifica su comportamiento, pero no es justificación lo que pretendía con el encuentro, sino que entendiera que todos elegimos a nuestros padres antes de nacer porque tenemos que pasar por determinadas experiencias, como ya expliqué en mi anterior artículo. Y esa parte, la de que nosotros somos los responsables de todo lo que nos sucede en la vida, era la que más le costaba aceptar por dos motivos:
- porque es una persona muy analítica y racional, muy meticulosa y mental;
- y porque el concepto de reencarnación, de alma inmortal, de cualquier atisbo de espiritualidad era un concepto muy abstracto para él; sin embargo no cerraba la puerta y al dejarla abierta, aunque no comprendía del todo el concepto, tampoco lo rechazaba, y como me dijo en una ocasión: “no es que yo crea, pero como tú me lo explicas tiene sentido”.
Sí, su vida ahora tiene sentido porque sabe que está aquí por un motivo, que ha nacido por propia decisión, que su enfermedad es parte de él, una parte que le está ayudando a cambiar, a mejorar como ser humano.
Y es que, en realidad ese es el fin oculto que hay tras el dolor o la enfermedad, que forman parte de tu vida por un motivo y una razón determinadas, que no son producto de la casualidad, o del azar, o de la mala suerte, y que si tú les dejas te llevarán por una senda totalmente desconocida, la de tus propios sentimientos ocultos, a una concepción de la vida totalmente diferente en la que tú, y solo tú eres el único responsable de todo lo que ocurre en tu vida. Y el conocer esta realidad te da la oportunidad de dejar de culpar a los demás, de reconocer tus errores, de verte como el único responsable y así poder corregir con el perdón y el agradecimiento, o de cualquier otra forma, esos conflictos emocionales, esos daños colaterales que por desconocimiento están afectando tu salud y tu vida.
Tenemos que ver la enfermedad, el dolor como un aliado, como un compañero y aprender a quererlos pues nos dan la oportunidad de cambiar y nos impulsan a buscar y a ver la vida de otra forma...
Recuerdo que en una de nuestras sesiones le dije que él tenía muchos más conocimientos que yo, que era mucho más inteligente pues tiene carrera universitaria, y yo no he llegado ni a ir a la universalidad, a lo que él me contesto: “sí, pero tú estás en ese lado, y yo en este”.
Y en cierta forma, sus palabras me hicieron entender que todos estamos en el mismo lado, la única diferencia es que yo me he atrevido, he osado trasgredir los conocimientos, los dogmas y reglas que nos dicta e impone la sociedad para ver que sí hay otra realidad, sí hay otra forma de vida, sí hay otro camino... Aunque fuera condicionado por mis dolores y enfermedades. Y como Xavi me dijo en nuestra primera sesión: “me estás pidiendo que derribe el edificio de todo lo que conozco, y que levante uno nuevo”. Sí, eso es lo que le pedí, y eso es lo que hizo, se atrevió a dar el paso...
Si tratamos de combatir a la enfermedad, al dolor en vez de entenderlos, de conocerlos, estamos perdiendo una gran oportunidad de cambiar, de mejorar, de conocernos y de amarnos.
El autor
Y ahora os dejo con unas amables palabras del protagonista de este escrito.
Una noche, de vuelta de una cena con una pareja de amigos, me comentaron que conocían a una persona muy especial, que podría ayudarme con la epilepsia. Me dieron más datos sobre él, que me gustaron como para dar un primer paso de conocerlo. Y poco después ocurrió. Me lo presentaron y poco después iniciamos la terapia.
Al principio estaba abierto a conocer una vía alternativa “a lo de siempre”. Pese a que considero necesario el tratamiento médico, ya estaba cansado de lo de “te ve el neurólogo, pastillitas, y pa casa”. No obstante, las primeras sesiones fueron complicadas. Javi me preguntó muchas cosas para componer una hoja de ruta sobre dónde dirigirse. Y llegado el momento, vi que seguir su terapia implicaba “derribar el edificio de todo lo que conozco, y levantar uno nuevo”.
Para mi mente racional (algunos, con cariño, dicen que cuadriculada y analítica) es complejo asumir alguno de los conceptos que hemos ido trabajando, por lo alejados que están de lo convencional. No obstante, analizando con perspectiva el fondo de la terapia, veo un sentido a todo lo que tratamos, y eso me hace avanzar.
Pero obviamente, una parte fundamental en esta o cualquier otra terapia son los resultados. Y pese a que llevo poco tiempo embarcado en este viaje que se presume largo, he de decir que noto una mejoría sustancial. Anímicamente me siento mucho mejor en mí día a día. Antes no tenía ganas de nada, y ahora he recuperado en gran parte las ganas de hacer cosas. He empezado a estudiar para tener opción de mejorar laboralmente, he vuelto a hacer deporte, he retomado una relación con una persona que me aporta mucho en todos los aspectos... En definitiva, he cambiado la desgana por la ilusión. A nivel médico, cuando conocí a Javi estaba en proceso de que la neuróloga “acertara” con la medicación, y hay una evolución muy positiva, pues ya son 105 días sin crisis. Estoy seguro de que buena parte de esta mejoría tiene que ver con Javi y su búsqueda en mi interior de las causas emocionales de mi problema.
Pero como ya me dijo él en la primera sesión, “este no va a ser un camino fácil ni un camino corto”, con lo que espero poder transitar por él hasta el final. Debo hacerlo primero por mí, pero también por la gente que me aprecia y me quiere. Gracias Javi.