Emociones, energía y neurociencia
Una de las grandes asignaturas pendientes del ser humano actual es la gestión de sus propias emociones. No tenemos una educación emocional sólida que nos ayude a vivir nuestras emociones de una manera natural, fluida y consciente. Todavía nos dejamos arrastrar mucho por la culpa, la rabia y el miedo, por citar algunas. Y sí, has leído bien, “nos dejamos arrastrar”.
Habitualmente no sabemos vivirlas con aceptación y transitarlas con la naturalidad del proceso que llevan en sí mismas para nosotros como experiencias y como aprendizajes. Hemos adquirido el hábito de reprimirlas o de ningunearlas cuando en realidad, ante todo, somos seres emocionales y por ello, tenemos un sistema límbico, dentro del cerebro, que realiza la función de guardar y gestionar dichas emociones. Con ello quiero trasmitirte que el hecho de que seamos seres emocionales tiene una razón de ser a nivel bioquímico en nuestro organismo.
Los neurotransmisores son conductores de información entre neuronas, células nerviosas y glándulas. Seguramente te sonarán nombres como la dopamina, la adrenalina y la serotonina. Son algunos de los neurotransmisores gracias a los cuales nuestro cuerpo experimenta un cambio promovido por determinados estímulos.
Estudios científicos han demostrado que, por ejemplo, la dopamina se libera ante sorpresas agradables, la gratitud y las emociones relacionadas con los placeres mientras que la adrenalina se dispara en nuestro organismo ante situaciones de tensión y decisiones de lucha-huida.
En todo este proceso, ¿cuánta energía liberas sin prácticamente darte cuenta? Son reacciones inconscientes. Tu energía despierta a través de las emociones. Los cambios en ti, en tu organismo y al fin y al cabo, en tu vida, se dan a partir de las emociones.
Información en la mente consciente y la mente subconsciente
Las células de nuestro cuerpo registran absolutamente todo lo que pasa o permanece en el cerebro. Digamos que tienen la capacidad de captar las experiencias del presente y las almacenan en forma de memoria para poder identificar rápidamente las situaciones que activan dichas memorias. En esa memoria se han almacenado emociones también y, con ello, hemos establecido una serie de pensamientos basados en las creencias fundamentadas en lo que hemos vivido. Y todo ello está influyendo de manera silenciosa desde dentro de nosotros.
Vivimos automatizados por la información que albergamos en nuestra mente subconsciente. De hecho, se estima que entre el 90 y el 95% de todo lo que pensamos y sentimos diariamente lo creamos desde la información ya existente que albergamos a nivel profundo en nosotros. Esto significa que la mayoría de lo que nos sucede día a día es una imagen repetitiva de lo que ya hemos vivido anteriormente.
¿No te recuerda esto al “día de la marmota”? Vivimos totalmente condicionados por hábitos, por rutinas y por automatismos que nos llevan a vivir con el piloto automático puesto. Piensa en ello: Si piensas igual todos los días, tomarás las mismas decisiones porque tu patrón de comportamiento no variará. Y ello te llevará a las mismas vivencias, que te harán sentir de la misma manera. Eso es vivir en automático.
Esto tiene una razón de ser a nivel biológico. Y es que el cerebro es un órgano que tiene un gasto de energía enorme porque rige muchísimos procesos en el cuerpo. Para ahorrar energía está diseñado biológicamente para automatizar tareas a través de la mente subconsciente. Sin embargo, esta automatización también nos lleva a vivir condicionados por la información que guarda esa mente.
Por una parte, es tremendamente útil y fundamental que muchos procesos estén automatizados, pero, por otra parte, cuando nuestro comportamiento es reactivo según la información almacenada en nuestra mente subconsciente y no hay una clara conciencia del por qué reaccionamos como reaccionamos nos vemos manifestando o viviendo una realidad que quizá no queremos vivir.
Parece bastante desalentador comprobar que nuestro libre albedrío está tan limitado o tan condicionado por nuestros automatismos. Por ello, poner la conciencia en todo el proceso de creación de nuestros pensamientos, la toma de decisiones y nuestras acciones resulta tremendamente importante para dejar de responder compulsivamente a nuestros patrones inconscientes.
De todo ello podrás deducir que no basta una intención consciente de querer que tu vida sea mejor, que tu economía prospere o tener relaciones más sanas y equilibradas. Es cierto que la actitud proactiva a todo ello es el primer paso. No obstante, se necesita que la información inconsciente resuene con la actitud consciente que estamos tratando de proyectar. Por tanto, te voy a recomendar que antes de revisar lo que piensas (y cómo y desde dónde lo piensas) y lo que sientes, revises cuidadosamente lo que crees acerca de lo que piensas y lo que sientes. Te sorprenderá comprobar que el centro de gravedad del cambio que buscas en tu vida no está en cambiar la situación sino en cómo tú te posicionas de otra manera respecto a la situación. Y para ello, las creencias a nivel consciente y subconsciente guardan un papel fundamental.
El papel de las creencias y las percepciones
Como he mencionado anteriormente, los sentimientos y los pensamientos surgen como consecuencia de las creencias y las percepciones personales que tenemos acerca de las experiencias que hemos vivido. Por ello, la manera en que hemos fundamentado todo aquello que nos ha sucedido y que le hemos dado una determinada forma gracias a nuestras creencias, nos someterá a estar condicionados en el presente según el recuerdo de la experiencia.
Desde un enfoque neurocientífico, cualquier experiencia que hayamos vivido de manera emocionalmente intensa en nuestra vida crea nuevas redes neuronales en el cerebro y ello provoca una serie de cambios a nivel emocional y a nivel neuroquímico en el cuerpo. De esta forma, en nuestro cuerpo queda grabada una huella que marca un antes y un después en nuestra neuroquímica y que se manifiesta en que nuestra personalidad también se modifica debido a esa experiencia intensa. Nace entonces un condicionamiento por el pasado vivido que va a determinar las experiencias futuras porque el modelo de pensamiento ha integrado esta nueva experiencia desde un cambio biológico, modificando la manera en que la persona se relaciona con el entorno.
El impacto del cambio de creencias y la influencia del medio
Llegados a este punto podrías pensar que cambiando las creencias a nivel consciente y subconsciente y la percepción acerca de las experiencias vividas se resuelve el problema. Te diré que el cambio de creencias resulta muy útil siempre y cuando esa transformación se realice de manera precisa y continua. Sin embargo, un cambio de creencias no siempre resulta suficiente para poder superar la huella emocional que ha dejado un determinado trauma que ha alterado a nivel neuroquímico a la persona. Porque esa huella tiende por sí misma a activarse de nuevo si la persona se encuentra en las mismas situaciones o circunstancias que provocaron esa huella. Por ello, el medio y el entorno en los que la persona se relaciona tienen mucho que ver con el reactivar o no esa memoria profunda que lleva a esa asociación inconsciente con el trauma vivido.
Como afirma una rama de la epigenética, el comportamiento de los genes obedece no a un factor puramente biológico heredado sino a los factores externos o condicionamientos del medio para activar o no ciertas memorias que se hallan en un determinado cuerpo. Podríamos afirmar que, en este sentido, el cuerpo responde a los estímulos del entorno según el modelo mental. Sin embargo, si el modelo mental se ve mejorado y el medio presenta unas condiciones más favorables, también es muy posible que el comportamiento de dicha memoria mejore y la persona llegue a revertir una gran parte de los efectos de las experiencias vividas. Experimentamos entonces una “desintoxicación” de los condicionamientos pasados y nuestra biología puede volver a cambiar.
Energía y emoción, catalizadores del cambio mental
¿Qué es lo que permite dicha “desintoxicación” o “reprogramación”? La carga energética que lleva la emoción ante un determinado evento. Pero no funcionará cualquier intensidad de carga sino una intensidad lo suficientemente poderosa por sí misma, que permita crear nuevas redes neuronales que nos ayuden a dejar de estar fidelizados por el antiguo parámetro o condicionamiento mental. De esta manera, dichos circuitos neuronales enviarán nuevas señales al cuerpo que le ayudarán a codificar una nueva memoria basada en una experiencia poderosa y mantenida por una emoción “de alta vibración”.
De esta forma, a nivel biológico se originan unos cambios por los cuales te desentrañas de la experiencia pasada haciendo que forme parte de ti la nueva experiencia, con toda la información emocional que lleva consigo. Los experimentos científicos que avalan todo ello además han demostrado que no sólo se da un cambio a nivel neuroquímico sino también a nivel de la conciencia individual y personal.
¿No te parece increíble que tengamos ese poder? Es fantástico poder tener la posibilidad de cambiar la naturaleza del comportamiento de nuestra biología gracias a este gran descubrimiento. Tener la opción de aprovechar toda esta capacidad de mejorarnos a nosotros mismos las veces que sean necesarias mutando y cambiando nuestro “estado de ser” convirtiéndonos en nuevas versiones, optimizadas, de nosotros mismos.
Desde un punto de vista transpersonal hablaríamos de sanar, trascender, transformar o elevar las experiencias de vida, pero todo ello tiene una base neurocientífica fundamentada en la dinámica cerebral.
Neurocoaching y Neurociencia
La Neurociencia (o también comúnmente denominada como Neurociencias) es una aglomeración de diferentes ramas científicas (la psicobiología, la psiquiatría y la psicología cognitiva, entre otras) que convergen en un objetivo determinado: comprender cómo funciona el cerebro y los millones de redes y circuitos neuronales que facilitan la expresión de una conducta determinada en el individuo.
Actualmente los conceptos y los nuevos descubrimientos de la Neurociencia tienen muchísimos ámbitos de actuación y aplicación. Desde la neurología, la medicina y el neurodesarrollo hasta la neurolingüística. De hecho, el estudio de la conducta del ser humano y cómo reacciona éste al medio es un tema que actualmente está muy vivo y es ampliamente estudiado en campos tan diversos como la publicidad (neuromarketing), la economía y la enseñanza.
En Neurociencia se habla de conducta, se habla de cómo se forma la percepción a nivel cerebral, se habla de los procesos de aprendizaje. Y en dicho sentido, la Neurociencia aporta mucho valor a la labor del Coaching tradicional ya que a los coaches nos facilita comprender cómo nuestro cliente puede tomar decisiones que realmente le lleven a un cambio interno fidedigno y fiel a sus planes que le permita avanzar y cambiar su realidad, consiguiendo objetivos, metas. No únicamente a través de cambio de creencias sino también a un nivel de conciencia personal.
Ahí está realmente el valor del Neurocoaching: cómo la persona se responsabiliza de gestionar sus capacidades desde el click interno que provoca un cambio en su conducta derivado de un cambio en su dinámica cerebral. Y los resultados, gracias a este conocimiento que aporta la Neurociencia, son realmente enriquecedores para el cliente de coaching. Porque se consigue un efecto más duradero, más poderoso y potente en el proceso de toma de decisiones, de definición de objetivos y de consecución de metas.
Los próximos retos de la Neurociencia
Aunque la Neurociencia nos ha permitido entender de una manera mucho más profunda la conducta humana y el comportamiento del ser humano en diferentes entornos todavía se debe enfrentar a cuestiones tan relevantes como qué es lo que activa la conciencia única y personal, cómo la experiencia subjetiva del individuo tiene un funcionamiento determinado o hasta dónde llega la capacidad de aprendizaje según la neuroplasticidad del cerebro.
La complejidad del campo de desarrollo e investigación prometen descubrimientos sorprendentes que nos nutrirán de un mayor entendimiento acerca de los secretos de esta gran herramienta que es nuestro cerebro. Mientras todo ello sale a la luz, aprovechemos lo que sabemos para programarnos para la mejor vida que podamos tener. Porque es nuestra. Porque es única. Y porque lo merecemos.