Emociones negativas: cuáles son, función y 3 maneras de gestionarlas
Las emociones “negativas”... esas poderosas energías que nos arrastran y nos llevan a lugares que no queremos visitar y en los que no nos encontramos bien... Realmente, ¿crees que esto es así? ¿estás totalmente de acuerdo con esta afirmación?
Te invito a que sigas leyendo, porque hay muchos matices que te darán un nuevo punto de vista. Y además, podrás conocer 3 maneras de gestionar las dichosas emociones “negativas”.
Qué son las emociones
Se nos llena la boca hablando de Emociones. Pero, ¿qué significa la palabra "Emoción"?
Emoción: según el Spanish Oxford Living Dictionary, es un “Sentimiento muy intenso de Alegría o Tristeza producido por un hecho, una idea, un recuerdo, etc...” o también, “una alteración del ánimo producida por un sentimiento de este tipo”.
A mí se me queda coja esta definición. Y, de hecho, en la página definicion.de comienzan el artículo dedicado a la definición de la palabra "emoción" de la siguiente manera “A simple vista, definir el término Emoción puede resultar sencillo, seguramente todos podríamos hacerlo. Sin embargo, conseguir una definición consensuada de esta palabra es una tarea un poco más complicada”.
Etimológicamente proviene de Emovere, del latín, que significa “remover, agitar o excitar, y es la variación profunda pero efímera del ánimo, la cual puede ser agradable o penosa, y presentarse junto a cierta conmoción somática”. Aquí ya vamos afinando más. Y precisamente primeramente profundizaremos en un matiz muy interesante que aparece en esta definición; el hecho de que puede ser “agradable” o “penosa”.
Emociones positivas y negativas
La comunidad de expertos establece que las emociones básicas son 6. A saber:
- Miedo,
- Ira,
- Asco,
- Tristeza,
- Sorpresa,
- Alegría.
Sin embargo, en Lifeder puedes encontrar un listado de hasta 270 emociones del ser humano, ordenadas en 3 listas:
- Emociones positivas,
- Emociones negativas,
- Emociones variables.
¿Positivas y negativas? ¿Es esto correcto? ¿O más bien “agradables” o “desagradables”? Para tener claro este punto, debemos hacer una nueva reflexión, y es la siguiente: ¿Para qué sirven las emociones?, ¿cuál es su función?. Porque… servirán para algo, ¿no?
Las emociones sirven para alertar a nuestro sistema de que está ocurriendo algo que necesita una rápida respuesta.
Si apruebo un examen me pongo contento, si se muere mi mascota me pongo triste, si alguien “me la juega” me enfado, etc. Todas estas reacciones tienen una función. Ponerme triste cuando se muere mi mascota, me permite conectar conmigo mismo, recordarla, hacer el proceso de duelo, etc. Enfadarme cuando me la juegan, me permite autoprotegerme, defender mi integridad, reconocerme. Y así con todas y cada una de las 6 o las 270 Emociones…
Por lo tanto, ¿son positivas o negativas las emociones? Bajo mi punto de vista, desde luego, rotundamente no. Lo que ocurre es que nos agradan o nos desagradan. Pero, realmente, todas las emociones son positivas en el sentido de que tienen una función que cumplir.
La emoción y la conmoción somática
Es posible que en la definición de emoción que ofrecía más arriba hayas pasado por alto que se hablaba de una “conmoción somática como resultado de la variación del ánimo”.
Sí, es correcto que cada emoción requiere ciertos movimientos, gestos, contracciones o relajaciones musculares, etc. Es decir, una cierta conmoción somática. Pero, ¿es antes el huevo o la gallina? ¿Es posible que la conmoción somática sea previa a la emoción? Que no sea la emoción la que genera el movimiento somático, la construcción de esos gestos tan reconocibles como rechinar dientes, comprimirnos en un ovillo, gritar, llorar desconsoladamente o de alegría, etc., sino al revés; es decir, que son los gestos los que producen la emoción.
“Ahora sí que me has matao”, puede que estés pensando.
Hagamos un sencillo experimento y veamos qué ocurre. Tómate 2 o 3 minutos, y muy, pero que muy lentamente, ve cerrando el puño, apretando las mandíbulas y entornando los ojos. ¿Qué ocurre? ¿Qué sensaciones te vienen? Normalmente, conectarás con la ira.
Si has realizado este ejercicio, habrás comprobado por ti mismo, que al realizar un Acto Motórico muy concreto, has conectado con una emoción. De alguna manera, has creado la emoción de la nada.
Por lo tanto, emoción y gesto son un pack indivisible, van de la mano. No son anterior ni uno ni otro. Se producen simultáneamente. Lo que ocurre es que no estamos educados en la observación de los Gestos, de nuestro movimiento, y nos perdemos un gran referente que está ahí para avisarnos de que algo está ocurriendo ya, o se está formando para mandarnos un mensaje.
No sé cómo te resonará esto. Pero en cualquier caso, recojo las palabras de mi Maestro Jim Feil, que dice que:
Si la teoría que propones no es válida, al menos que sea interesante.
Jim Feil
3 maneras de gestionar las emociones
Ahora que queda claro que:
- las emociones no son negativas, pero si bien es cierto pueden ser desagradables, y mucho,
- y que, además, están 100% vinculadas simultáneamente con nuestros actos motóricos / gestos
veamos 3 posibles maneras de gestionarlas.
1. Luchar contra ellas
Si lo has intentado alguna vez, sabrás de primera mano que esta técnica, en la mayor parte de las ocasiones, no es muy productiva…
Pero, ¿por qué no funciona? Porque como ya he indicado arriba, la emoción es un avisador de que algo pasa, una señal que envía el sistema de que hay que ponerse en marcha para solucionar algún tema o situación. Así que no tiene sentido que trate de inhibirla por las malas, porque me molesta. Porque, a lo sumo, podré ocultarla… pero será temporal, y volverá en el momento menos oportuno y con mayor intensidad, si cabe.
Por ejemplo, la tristeza en el duelo nos hace cerrarnos, reflexionar, acordarnos de momentos con esa persona que nos acaba de dejar… nos hace entrar en un espacio interior en el que cerramos el círculo, la relación con esa persona, y nos preparemos para volver al mundo a ofrecer nuestra mejor versión, para estar listos para dejar entrar a otras personas en nuestras vidas. Así que luchar contra la tristeza en ese momento es antinatural. Hay que darle su espacio. Respetarlo. Vivirla.
Aprovechar la función de la forma / postura corporal de la que nos está dotando.
2. Soltar / perdonar
En muchas ocasiones, personas con buena disposición, como pueden ser nuestros amigos y familiares, nos dicen que soltemos, que dejemos pasar la situación, que perdonemos… que no merece la pena seguir enfadados con alguien, vivir con stress determinada situación, etc.
Y también hemos descubierto, seguramente, que esta estrategia de soltar / perdonar tampoco termina de funcionar.
Y es que la emoción está anclada al cuerpo, y como hemos dicho una y otra vez a lo largo de este artículo, cumple un papel, una función. Y hasta que no termine de cumplir su misión, no se irá. Por lo tanto, no la puedes soltar tan fácilmente. Ni siquiera perdonar, idea tan arraigada en nuestra cultura con educación cristiana. Pues no, no señor.
Hay veces que no se puede perdonar, porque el cuerpo no está preparado motóricamente para ello, no está por la labor. Así de fácil y así de complejo. Es mi mente la que quiere soltar ese estímulo desagradable. Pero el cuerpo guarda una memoria motórica, mecánica. La emoción se queda anclada al músculo. Y mientras no lo solucione desde ahí, motóricamente, no podré soltar ni perdonar tan fácilmente.
3. Remar a favor, darle sitio, escucharla
Definitivamente, esta es la opción más eficiente. Si la emoción tiene una función, lo ideal entonces será escucharla y dejarle desempeñar su papel.
¿Y cómo hacemos esto? Pues hay mil maneras. Por las que más me inclino son aquellas que pasan por sentir el cuerpo, ubicar físicamente la emoción, explorarla, darle su espacio, sentirla, reconocer su función… y de esta forma, automáticamente se integrará y se disolverá.
Obviamente, si es una emoción muy antigua, costará más. Pero la forma de abordarlo, será exactamente la misma para una emoción nueva que para una más asentada (desde la infancia, por ejemplo).
Stanley Keleman y el proceso de “el cómo”, “el acordeón” o “los 5 pasos”
Stanley Keleman, padre de la anatomía emocional y la psicología formativa, propone este proceso que él llama “el cómo”, “el acordeón” o “los 5 pasos”. Al principio resulta algo complejo pero, como todo, con práctica se puede lograr controlarlo y obtener excelentes resultados. No obstante, las primeras ocasiones resulta más sencillo realizarlo con un terapeuta que conozca la técnica.
Aquí lo expongo resumidamente, por si te quieres animar a probarlo en tu próximo ataque de una emoción “negativa”:
Paso 1
Identificar en qué parte del cuerpo o qué gestos adoptamos para expresar la emoción. Normalmente esto es un primer paso de exploración en consulta. Si estás en pleno “ataque”, si la emoción “negativa” se está apoderando de ti, ya tienes ahí el primer paso. Listo para dar el salto al siguiente.
Paso 2
Intensificar el gesto muy suavemente, con micromovientos. Es decir, manteniendo el patrón del gesto e intensificándolo, sin movernos. Como no estamos acostumbrados a trabajar con micromovimientos, aquí lo expongo con un ejemplo:
Primeramente, cierra el puño suave y completamente, como lo harías habitualmente. Y ahora muy, pero que muy lentamente, intenta seguir cerrándolo. Eso es intensificar con un micromovimiento.
La diferencia entre un micromovimiento, y un macromovimiento (los habituales, con los que nos desenvolvemos por la vida para andar, fregar, ducharnos, etc.), es que estos segundos son movimientos reflejos, inconscientes. Sin embargo, los micromovimientos, al ser tan lentos, permiten darnos acceso a capas inconscientes de información.
Paso 3
Desintensificar el gesto. El paso inverso y complementario del anterior.
Normalmente, al hacer los pasos 2 y 3, contactaremos con emociones, que deberemos escuchar. A medida que las escuchamos, se irán disolviendo.
La razón de que a este ejercicio propuesto por Stanley Keleman se le llame "el acordeón", es que, normalmente, hay que ejecutar 2 o 3 veces, muy lentamente, los pasos 2 y 3. Los músculos se expanden y comprimen como el fuelle de un acordeón.
Muy, muy, muy lentamente.
Paso 4
Encontrar una forma o gesto nuevo, en el que esa emoción “negativa” ya no está presente. Si algo ya no nos sirve, si ya no nos resulta útil, dejamos de usarlo, y buscamos una nueva forma / gesto que nos resulte útil. Es lo que la PNL llama "ancla".
Para llegar a este gesto nuevo no debemos usar la mente. Debemos dejar al cuerpo que se organice a su manera.
Paso 5
Probar el nuevo gesto y hacerlo nuestro. Comprobar que, efectivamente, este nuevo gesto, esta nueva forma corporal, nos sienta bien. Si hacemos nosotros solos este ejercicio, probamos este nuevo gesto, confirmamos que nos sirve y nos empoderamos si así es. Nos guardamos este ancla para usarlo cuando lo necesitemos.
Parece complicado, pero no lo es tanto. El problema es que no estamos acostumbrados a este tipo de trabajo. Pero lo que está claro es que para hacer todo esto, necesitarás estar en un lugar tranquilo. Al menos al comienzo, hasta que practiques lo suficiente como para tenerlo integrado.
Y tú, ¿cómo haces para gestionar las emociones desagradables?