Sacando el guión inconsciente a la luz
Hay que diferenciar entre los procesos fisiológicos automáticos de carácter inconsciente (como el respirar, los latidos cardíacos, la secuencia de movimientos al caminar o al conducir un vehículo) y los procesos psíquicos inconscientes que surgen como resultado de un mecanismo de defensa del ego. Estos son el objeto de nuestro estudio.
El proceso que da lugar al inconsciente se puede resumir como la negación o represión de ciertos contenidos psíquicos. Por ejemplo, es posible no ser consciente del odio o del amor que sentimos hacia alguien, así cómo podemos no ser conscientes de un trauma psíquico de la infancia. La mente inconsciente no es un lugar de la mente sino un mecanismo. El inconsciente no consiste en una especie de almacén donde se ocultan cosas sino en un mecanismo de desconexión, un apagado de la luz de la consciencia ante la presencia de ciertos contenidos psíquicos.
Ese apagado no es casual, sino el resultado de la negación de lo que no se quiere ver. Parece ser un proceso involuntario pero no lo es. Se trata de una decisión que se toma a voluntad en una pequeñísima fracción de segundo y luego se olvida porque queremos olvidarlo. Vemos lo que queremos ver. Lo que no queremos ver, simplemente no lo vemos. Cuando empleamos la palabra “ver” en este contexto nos referimos a un proceso psicológico, no a algo que se hace con los ojos del cuerpo. Aquí ver equivale a pensar y sentir algo.
Por supuesto, no es necesario ser conscientes todo el tiempo de todos los pensamientos, sentimientos y emociones, pero sí es necesario ser consciente de los pensamientos, sentimientos y emociones que se alimentan en este preciso momento, ahora mismo, pues ellos son la causa de lo que ahora sentimos.
Es mi mente quien decide no ver lo que no me gusta, algo que me genera malestar. Sin embargo, no puedo deshacer ese malestar si no lo veo. En mi mente reside el poder de ver las cosas tal como son y transformarlas. No sólo mantenemos inconscientes los aspectos negativos sino que, sobre todo, hemos negado la mayor parte de lo positivo, lo mejor de nosotros mismos. Hemos negado nuestro Ser, el cual es para nosotros, algo ajeno y desconocido.
Estamos desconectados de nuestro enorme potencial de amor, de disfrute y felicidad. Esto es fundamental pues todo el trabajo que realizamos para sacar a la luz la basura mental va dirigido finalmente a descubrir, a hacernos conscientes del infinito poder del sol que brilla en el centro de la mente y que es el origen y sentido del cambio que anhelamos. Su amorosa calidez y su poderosa luz derriten los hielos del odio y el miedo, reciclando todas las basuras del pasado y convirtiéndolas en felices enseñanzas que pueden ser compartidas con quienes necesitan lo mismo que nosotros; sean conscientes de esto o no.
Inconsciente y malestar
Hace más de 100 años que un médico especialista en neurología llamado Sigmund Freud descubrió la importancia del inconsciente en la salud de la psique y el cuerpo, trabajando para crear una metodología científica que pudiera describir sus mecanismos. A través de la experiencia clínica, pudo comprobar cómo la toma de conciencia de los pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones reprimidos podía aliviar y curar problemas psíquicos y enfermedades psicosomáticas.
Más tarde, Carl Gustav Jung introdujo el concepto de inconsciente colectivo como una serie de contenidos inconscientes que se comparten con el conjunto de la humanidad. Hoy día, con el avance de las neurociencias, hay líneas de investigación que permiten ampliar y transformar los primeros postulados psicoanalíticos.
El término inconsciente se refiere a todos los contenidos psíquicos de los que no somos conscientes. Es como si hubiéramos decidido apagar las luces en ciertas estancias de la casa de la psique con el propósito de olvidar lo que allí se encuentra. La inmensa mayoría de los procesos psíquicos son inconscientes, de ahí su enorme importancia en nuestras vidas.
Hay que aclarar que el término "mente" empleado en este contexto es equivalente a psique, en el sentido de que incluye la totalidad de los procesos psíquicos, tanto los pensamientos como los sentimientos. Aquí la palabra "mente" no se refiere al intelecto, entendido como una función racional diferente de los sentimientos y emociones. En este contexto, cuando hablamos de la mente incluimos además de los sentimientos, las intuiciones, recuerdos, fantasías, etc.
Hacer consciente lo inconsciente es clave para la higiene mental cotidiana pues, aquello de lo que somos conscientes puede ser dominado, mientras que lo inconsciente puede dominarnos en cualquier momento. Si soy consciente, por ejemplo, del miedo que me generan las personas del sexo opuesto, podré aceptar mi miedo y hacerlo desaparecer, mientras que si lo ignoro, tal vez me sorprenda a mí mismo reaccionando de una manera exagerada ante una situación que parecía anodina.
Cualquier forma de sufrimiento del que no somos conscientes puede hacernos daño pues al quedar desconectado de la conciencia se convierte en un contenido autónomo que puede expresarse de manera abrupta sin funcionar en armonía con la totalidad de la psique. Hay pensamientos inconscientes que están generando sentimientos y emociones como el miedo, la ira o la tristeza. Sacar a la luz esos contenidos negativos es el requisito previo para poder decidir si queremos seguir almacenándolos o más bien, comenzar a soltarlos para abandonarlos definitivamente. De esta decisión depende la sanación que nos trae la deseada paz.
Un ejemplo típico del proceso de negación o bloqueo es el de un niño que ha sufrido abuso sexual. Es frecuente hacer inconsciente este episodio cuando su impacto no es digerido por la mente del niño. Es, en el fondo, lo mismo que le sucede a un adulto cuando hace daño a alguien sin darse cuenta, por la sencilla razón de que no quiere verlo.
Un ejemplo extremo es el psicópata que carece de sentimientos de culpa; es capaz de hacer daño sin importarle el sufrimiento del otro, aunque en realidad sí tiene sentimientos de culpabilidad, si bien se encuentran completamente negados. El psicópata está 100% desconectado de la culpa, por eso parece que disfruta haciendo daño.
Hay procesos psíquicos dolorosos que almacenamos y alimentamos, pensamientos y sentimientos de no haber sido amados, de haber sido injustamente tratados o no haber recibido el reconocimiento merecido. Los alimentamos sin darnos cuenta mientras generan rencor, culpa, miedo y diferentes formas de sufrimiento. Aunque su presencia supone un problema, cuando los negamos desconectando de ellos, tenemos un doble problema, un doble trabajo: primero darnos cuenta de que están presentes haciéndonos daño y segundo, deshacernos de ellos.
En la metáfora de la casa de la psique con estancias cerradas con llave, digamos que cerrar la puerta de una habitación llena de basura impide deshacerse de ella. Puede parecer que todo está bien pero algo denso se huele en el ambiente durante las 24 horas del día.
Inconsciente y bienestar
Pero no solo existen contenidos inconscientes negativos; también ocultamos lo mejor de nosotros mismos pues somos inconscientes de nuestro Ser, el núcleo de la mente que es la fuente de todos nuestros talentos y capacidades en estado puro. No somos conscientes del Ser que somos, nuestra verdadera identidad. Tampoco somos conscientes de la mayor parte de nuestro ego.
El trabajo para llegar al Ser consiste en atravesar el ego: atravesar lo que creíamos ser y no somos para llegar a lo que en verdad somos. Este es en síntesis el viaje de sanación, un viaje sin distancia en el que vamos encendiendo la luz para limpiar y poner orden en todos los rincones de la mente. Hacer consciente lo inconsciente es, pues, uno de los pasos fundamentales que hay que dar si queremos tener la mente en paz. De hecho, lo primero que hay que hacer consciente es el hecho de que la mente no está en paz. Darse cuenta de esto y recordar, lo posibilita el logro de un elevado objetivo: dejar de sufrir.
La mente humana abriga conflictos inconscientes debatiéndose una y otra vez entre el amor y el miedo, entre la unidad y la separación. Son las bifurcaciones constantes que aparecen en cada encrucijada del camino. Tomamos de manera inconsciente muchas decisiones de la vida cotidiana. Decidimos ver a cada persona, cada cosa y acontecimiento desde el Ser o desde el ego. Y de eso depende vivir en paz o en conflicto.
Estamos tomando decisiones todo el tiempo y de la mayoría no nos damos cuenta. No somos conscientes por la sencilla razón de que no las queremos ver. No las queremos ver porque nos duelen, y nos duelen porque nos sentimos culpables, al tratarse de decisiones contra el amor. El amor constituye la esencia de lo que somos, es la fuerza unificadora del universo, de manera que la mente que niega al amor se está negando a sí misma.
El inconsciente es un apagado de la luz para no ver ciertos pensamientos y sentimientos. Es como esos escritos, fotografías u objetos que archivamos en estantes o cajones para olvidarlos. Archivamos pensamientos, sentimientos y emociones pero el inconsciente no nace con los archivadores sino con la decisión de ocultar.
Hay cosas que no se quieren ver acerca de uno mismo, de la vida y de las relaciones. No se quiere ver el odio oculto, el cómo nos hacemos daño y se lo hacemos a otros. Pero sobre todo, lo que no queremos ver es nuestro enorme potencial para amar. Tenemos miedo del profundo amor que sentimos desde el centro de nuestra mente hacia toda forma de vida. No importa dónde se manifieste: en el animal, el humano, el mineral o la planta. El verdadero amor, entendido como la unidad que existe entre todas las cosas, es el poder del que emanan todas las fuerzas y energías conocidas y desconocidas. Tenemos miedo al verdadero amor porque la perfecta unidad que conlleva supone la disolución del ego. Y una parte de nuestra mente aún desea el ego. Es por ese motivo que no es posible ni conveniente forzar el proceso de ver lo que no queremos ver, especialmente ver el amor-unidad porque aún no lo deseamos de todo corazón.
Es mejor ir paso a paso, comprendiendo el miedo que tenemos al amor.
Inconsciente en la práctica
La negación de pensamientos y sentimientos equivale a decir: “eso que está ahí no lo quiero ver y, por lo tanto, apago la luz y lo olvido”. Esta decisión de olvidarse vuelve a tomar una y otra vez, diariamente, mientras uno no está dispuesto a ver lo que está ahí delante. La negación de los procesos psíquicos presentes en la mente es como la táctica del avestruz frente al peligro. Es posible no mirar pero cerrar los ojos no elimina la causa del sufrimiento.
Tal vez no estemos dispuestos a ver que en determinada relación hay un muro de separación y finjamos que todo está bien, pero eso nunca solucionará el problema. Mientras persistan ciertos candados mentales, no tendremos todo el campo de visión y caminaremos casi a ciegas. Cerrar la puerta de una estancia dificulta el contacto con lo que hay dentro. Y si lo que hay dentro es dañino para la totalidad de la casa, mantener la puerta cerrada asegura la persistencia del daño.
La negación es un mecanismo fundamental que el ego utiliza para que las cosas sigan como están. Hay pensamientos de culpabilidad generadores de malestar que no se quieren ver. Y se tienen que ver si queremos deshacernos de ellos. La única manera de deshacer los es mediante el amor que es el antídoto de toda culpa y miedo. El trato bondadoso con uno mismo y con los demás genera un estado de coherencia interna con la unidad de la que uno procede, la Fuente del Amor. Gracias a esa luz, la oscuridad mental se desvanece.
La mayor parte de la culpa y el miedo que arrastra la mente es inconsciente. La culpa que experimentamos conscientemente en ciertos momentos es tan solo una ínfima parte del fardo total. Caminamos pesadamente sin saber por qué pero no estamos dispuestos a mirar adentro para ver una carga que, aunque no aparece en la pantalla mental, sigue presente en el disco duro, archivada, encriptada y con la contraseña olvidada... Su presencia afecta al sistema en su conjunto.
El virus mental "delego" se dedica a ocultar todo lo que según su “programa” no es conveniente mantener a la vista. Lo hace mediante la lógica de un sistema demencial. Un programa que es una especie de anti-programa de aquel natural que lleva instalado “de fábrica” nuestra mente.
El sistema natural es la lógica del verdadero amor que es el auténtico poder del universo, el que resulta de la unidad de todos los seres. El mismo poder que comparte cada organismo, cada célula y cada electrón. La lógica de su sistema no necesita ser impuesta como la del ego, simplemente se desea. Anhelamos la libertad, la plenitud y la alegría que se manifiestan de modo natural cuando se abren al amor las puertas y ventanas de la mente. ¿Cómo no desear lo deseable cuando uno deja de desear lo que en realidad le hacía daño? Darse cuenta de lo doloroso que resulta para la mente la negación del amor es la base para sanarla.
Pero ¿cómo afecta lo inconsciente al guión de nuestra vida?
Según el diccionario de la Real Academia Española, guión es un: "escrito en que breve y ordenadamente se han apuntado algunas ideas o cosas con objeto de que sirva de guía para determinado fin". Cuando hablamos del guión inconsciente nos referimos a esos pensamientos que configuran sistemas de creencias y permanecen muy activos en el disco duro de nuestra mente aunque están desconectados de la consciencia. Esos procesos son los responsables de nuestras decisiones y conductas cotidianas, el guión de la película de cada vida.
Por ejemplo, si tengo grabados desde la infancia pensamientos del tipo: "no soy digno de ser amado", no resultará extraño que busque inconscientemente situaciones y personas con las que pueda experimentar ese guión nocivo. Del mismo modo sucede con pensamientos como: "soy el mejor y el centro de todo" un guión que me llevará a tener que hacer todo tipo de sacrificios para sostener esa falsa imagen de mí mismo... Otros ejemplos son: "no se puede confiar en nadie", "el placer del cuerpo es malo" o "nunca conseguiré lo que quiero". Son creencias erróneas que traen sufrimiento de una u otra manera.
El guión inconsciente de cada mente está condicionado por creencias negativas que determinan la manera de ver todo lo que va sucediendo. Y la manera de ver, de interpretar las cosas es lo que determina nuestra experiencia de vida en cada momento. El guión inconsciente se puede cambiar pero para eso hay que mirarlo. No puedes cambiar lo que desconoces o lo que sólo conoces en teoría, sin haberlo “tocado”. Ésta es la única manera de poder transformar nuestras películas de miedo en películas cada vez más felices, que son las que realmente deseamos.
¿Queremos cambiar el guión de nuestra vida porque estamos cansados de repetir patrones una y otra vez? A nivel práctico, tenemos que dar una serie de pasos. Lo primero que hemos hecho, ha sido tomar conciencia del malestar, del sufrimiento que vivimos pues si no se ve no se puede cambiar. A continuación, nos damos cuenta de que ese sufrimiento no es generado por el mundo sino por nuestra reacción a lo que sucede en el mundo. Eso significa ser conscientes del poder de la mente para ser felices o sufrir, darnos cuenta de que lo que sucede en el mundo (en nuestra pantalla de percepción) no tiene poder para hacernos felices o sufrir. Parece que las personas buenas o malas, los acontecimientos agradables o desagradables, tienen todo el poder y no nos queda más remedio que reaccionar automáticamente. Sin embargo, con cada persona o evento, estamos tomando la decisión inconsciente de cómo nos queremos sentir. Si nos sentimos mal es que es eso lo que hemos decidido porque queremos sentirnos víctimas del mundo, los cuales una manera errónea de recobrar nuestra inocencia culpando a alguien o algo “ahí afuera”, algo ajeno a mí.
¿Queremos cambiar el guión de nuestra vida? Pues, lo primero que tenemos que hacer es no querer cambiarlo, aceptarlo tal como es hoy para cambiar nuestra manera de verlo de interpretarlo.
Solo hay dos maneras de interpretar cada acontecimiento de la vida:
- una prueba de que el amor no existe ni es deseable,
- una demostración que en el verdadero amor reside toda la felicidad y nada más que felicidad.
Sólo hay dos maestros o consejeros, dos sistemas en la mente: el ego y el Ser. Cambiando la interpretación, elegimos el amor y es así como se disuelve la culpa inconsciente por haber negado al amor. Cambiando la percepción desde el ego hacia el Ser, alcanzamos la paz y el bienestar pase lo que pase. Y al desaparecer la culpa inconsciente, el guión de nuestra vida va cambiando, al aprender las lecciones que el amor nos enseña con cada elemento del guión que hemos elegido, dejamos de necesitar ciertos acontecimientos que ya no son necesarios para nuestro aprendizaje. De este modo, lección a lección, vamos obteniendo la mejor versión del guión de nuestra vida.
Los rostros del ego y el ser: desvelando el inconsciente
Ya sabemos que lo único que hay que hacer para conectar con el Ser que somos es retirar los obstáculos que hemos puesto, lo cual significa deshacer el ego o falso-yo que creemos ser. El paso fundamental para deshacer el ego es verlo. Verlo con una amable sonrisa, sin darle importancia pues, en principio, todos los humanos tenemos ego y, desde ahí, estamos cometiendo errores constantemente. Esa ha sido nuestra elección. Hay que verlo con los ojos del amor, pero hay que verlo. Si no lo vemos no se puede deshacer.
Pero el ego es astuto y se oculta detrás de las máscaras que fabrica con el propósito de pasar desapercibido. El verdadero rostro del ego es el odio contra uno mismo que es proyectado sobre otros. Recordemos que el ego surge a partir de una creencia, un pensamiento contra el amor, contra la unidad de todos los seres. Su verdadero rostro de odio queda oculto detrás de un rostro de falso amor y de falsa víctima inocente. Es necesario aprender a identificarlos en la vida cotidiana para no caer en la trampa de tomar por el Ser lo que es del ego.
Como dice la sabiduría popular:
El diablo no suele manifestarse con rabo y cuernos sino con un aspecto atractivo e inocente.
Aunque el Ser no tiene rostros también resulta conveniente identificar las formas que adopta para identificarlo mejor en la vida cotidiana. Hay que tener en cuenta que para pasar desapercibido, con frecuencia, el ego imita al Ser.