Las expectativas y la ansiedad
Vivimos en una sociedad que valora fundamentalmente el hacer y dejar para el futuro el ser. Mañana serás recompensado, con estudiar una carrera, un trabajo, una casa, un coche... para ese mañana, que siempre es mañana vivir. Provocándonos una continua búsqueda de objetivos para sentirnos realizados, aceptados, valorados por los demás, sin pensar en nosotros, en lo que realmente nos hace felices ahora. Llenándonos de expectativas sin sentirnos alegres al conseguirlos, buscando cada vez más, como superar el éxito conseguido o, incluso, paralizándonos por creer que no es posible, no somos merecedores de conseguir ese éxito, abundancia, prosperidad... Y a la larga, vivir en una ansiedad continua.
Deepak Chopra, autor del que considero uno de los libros más importantes que haya leído, “Las siete leyes espirituales del éxito”, explica que una de las Leyes de la intención y el deseo es el «desapego al resultado». Esto significa renunciar a tu atadura rígida a un resultado específico y vivir en la sabiduría de la incertidumbre».
Si nos fijamos, desde pequeños hemos sido educados en “hacer lo que tenemos que hacer”, “aprovechando el tiempo”, “siendo eficaces, resolviendo problemas”... Eso hace que cada momento tengamos que planificar nuestro día a día, nuestra vida resolviendo problemas, luchando para conseguir objetivos... ¿Para qué? Para ser reconocidos por los demás, ser el primero, ser quien...
Tal vez alguien se pregunta, ¿eso es malo?
Realmente nada es bueno o malo. Solo cuando, a través de nuestras creencias infundadas o autocreadas, creamos expectativas en un objetivo a conseguir y que, por alguna razón, no se cumple o realmente no es lo que queremos. Haciéndolo solo para agradar o porque es lo que hay que hacer. Entrando en una lucha interna que se transforma en una lucha externa, culpando al mundo, la sociedad, a los otros de lo que nos pasa, y aquí llega la frustración, la tristeza, la ansiedad.
Si esta ansiedad se convierte en crónica, el cuerpo o las circunstancia a veces nos paran de la modalidad automática del hacer, a través de una enfermedad, un accidente, paro laboral...
Por tanto, lo importante es saber que quieres para ti en cada momento, liberando y soltando esas expectativas impuestas, a veces por los padres, desde su intención positiva de querer lo mejor según ellos para nosotros, de la sociedad y de uno mismo... Eso hace que nuestra búsqueda hacia el reconocimiento externo nos haga estar siempre en el hacer, dejando de prestar atención al Ser, a nosotros mismos, a lo que sentimos realmente, a lo que queremos, a lo que nos hace sentir bien y en armonía.
La respiración como herramienta para la ansiedad
Recordarte una de las herramientas más importantes y que siempre está contigo para tranquilizarte y parar la ansiedad, es la respiración. Si te pones a pensar, siempre respiras en el presente, inhalas y es presente, exhalas y estás de nuevo en el presente.
Por tanto, te conectas con el momento del aquí y el ahora, donde no hay nada más que ahora, no hay miedo, inseguridad, expectativa... Nos da la capacidad de ver, escuchar, sentir una nueva perspectiva, ver que no hay un peligro inminente en nuestra superviviencia. A la vez, te ayuda a conectar con lo que realmente quieres, con el solo parar y centrar la atención en tu respiración.
Al enfocarte profundamente en la respiración, sin atender posibles distracciones, te permite entrar en un estado de calma y tranquilidad. Sin expectativas, sin ataduras, abierto y en coherencia con tu ser. Aquí aparece la musa de la creatividad, el estado del fluir, disfrutando el momento, haciendo o no haciendo nada, solo vivir la experiencia de la vida.