El narcisista "común"
En este mundo actual, encontrar que una persona se admira a sí misma en demasía por su belleza, sus dotes, sus características o cualidades personales, es lo más fácil del mundo. De hecho, es algo que está a la orden del día en nuestra sociedad. Que reconozca que tiene un problema y que el tema en cuestión se le ha ido de las manos ya es harina de otro costal, más aún si tiene que reconocerlo ante un terapeuta. Nadie “estaría a la altura”. No habría terapeuta en el mundo entero que estuviera lo suficientemente cualificado como para atenderle. Tal cual. Mira bien a tu alrededor porque puede que tengas cerca de ti a más de una persona con estas características.
Al narcisista “común” (me refiero al habitual, al frecuente, excluyendo así los casos patológicos más excesivos), le costará bastante recorrer el camino que tiene por delante: aprender a regular sus emociones además de sus sentimientos, dejar de lado la arrogancia y/o prepotencia, aceptar las críticas negativas, desarrollar una autoestima plena y óptima pero sin excesos, así como reconocer sus capacidades (y también sus limitaciones) desde el marco correcto de objetividad apropiada y adecuada.
Este cóctel molotov hará que la persona piense que no está hecha para relacionarse o tratar con “cualquiera”; muy al contrario, no encontrará nadie a su “nivel”, tratando al resto de “mortales” como si fueran muy inferiores o no estuvieran nunca a su altura. Sin embargo e irónicamente, el narcisista no es nadie sin la admiración y fascinación del otro. Además, es plenamente consciente (o suele serlo en la mayoría de los casos) de que hiperboliza constantemente sus cualidades y que en realidad no es tal. Sus hazañas están siempre por encima de las del resto y todo, obviamente, con el único y principal objetivo de ser siempre el maravilloso centro de atención.
El problema de todo narcisista (además de los obvios ya señalados) es que, con el paso del tiempo, verá que sus relaciones personales cada vez están más y más dañadas; de hecho, llegan a deteriorarse tanto que acaba por perder amistades y seres queridos. Esto provoca un efecto rebote de manera que la persona se ve en la obligación cada cierto tiempo de buscar y sustentar “nuevos súbditos y admiradores”. Por si fuera poco, el narcisista suele sentirse invadido por una constante sensación dual de envidia: envidia hacia los logros del otro, pero también envidia que cree que ese otro siente por los suyos propios. Además de esto, suele mentir acerca de sus logros llegando hasta el punto de creerse sus propias mentiras, lo cual le convierte en la persona fantasiosa por excelencia.
Sin embargo, debajo de todo esto lo único que hay es un ser frágil, indeciso y vulnerable, con miedo al fracaso; un ser que intenta por todos los medios esconder sus defectos y sus debilidades. Lo único que desea es que no le hagan daño. Tiene miedo y por eso se crea esta coraza absurda que se le va de las manos. Solo tiene inseguridad y una autoestima bajísima. Por eso, tratará de controlarlo todo creando ese mundo ficticio donde él es el mejor y es el capitán continuo de la propia historia.
Con todo ello, lo que el narcisista necesita es alcanzar un amor propio sano y equilibrado, necesita creer en sí mismo pero de verdad, en sus propias capacidades y cualidades. Decir todo esto es muy fácil. El verdadero reto consiste en llevarlo a cabo; por eso, si conoces a alguno apiádate y trata de entender su realidad. “Los mejores y más capacitados terapeutas” se harán cargo de él.