Impedir el auge de la depresión en el mundo
Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Dicen pero con el problema de la depresión, no deja de tropezar continuamente desde hace mucho tiempo. Y cada vez se hace más daño...
La idea de este artículo me vino analizando la evolución de los informes publicados desde el año 2006 por distintos organismos relacionados con la salud mental que vengo coleccionando en el apartado de notas de mi página web. Este artículo, por consiguiente, está basado en evidencias empíricas y científicas, así como en dichos informes públicos y oficiales acumulados. Y resulta curioso observar el desgraciado fenómeno de que, a pesar de que cada vez se dispone de más información, ese caudal de conocimiento se convierte en desinformación general. Una desinformación que acarrea un inmenso sufrimiento humano - que en buena parte podría ser evitable-, y un coste sociosanitario enorme - también en buena parte evitable-, si se tomaran las medidas adecuadas. Y muy especialmente en la depresión.
Hace ya algunas décadas que los trastornos psicológicos han ido aumentando hasta constituirse en la causa de enfermedad más frecuente en nuestra sociedad, por encima de las enfermedades cardiovasculares y cáncer. La depresión, en concreto, se está convirtiendo en el mayor y principal reto mundial. Algo largamente previsto y reconocido por la OMS. Y el suicidio sigue siendo -de forma imparable- la primera causa externa de muerte. Incluso hay un efecto potencialmente muy dañino, pero oculto y silenciado, cuyas consecuencias no están valoradas, consistente en que la depresión es capaz de debilitar la eficacia del sistema inmunológico ante enfermedades graves como el cáncer, lo que dificulta afrontarlo con éxito.
Es evidente que nuestra sociedad es cada vez más exigente y, por consiguiente, puede generar mayor inestabilidad emocional. Sin embargo, se supone que el progreso, los adelantos médicos y científicos, deberían poder contrarrestar esas consecuencias negativas. Sin embargo, no es así. Y no lo es, esencialmente, porque no se actúa preventivamente ni se trata adecuadamente. El sistema biomédico está cada vez más cuestionado por la falta de resultados y por la evidencia, demostrada, de que un problema emocional como la depresión, responde mejor a los tratamientos psicológicos - especialmente mediante la terapia cognitivo-conductual-, bajo un enfoque biopsicosocial - salvo excepciones en las que se solapan otros trastornos mentales o en casos muy graves-, que a los tratamientos farmacológicos.
En los últimos años, se han escuchado cada vez más voces que ponen en tela de juicio los antidepresivos. El consumo de psicofármacos se ha convertido en abusivo. Además de no ser suficientemente efectivos, pueden provocar dependencia o síntomas graves de abstinencia.
La evidencia está llegando a un punto en que la Mental Health Europe presentó una posición preliminar como nueva Estrategia Europea sobre Salud Mental, previa al debate de los Ministros de Salud de todos los Estamos Miembros de la Unión Europea en diciembre de 2019, en la que aboga por abandonar el modelo biomédico en Salud Mental y completar la transición hacia el modelo psicosocial. Y esto va a llegar. Se irá implementando en el sistema público sanitario. Posiblemente, entonces, cambien las estadísticas actuales.
Sin embargo, mientras va llegando, piensa, querido lector, querida lectora, que la depresión puede mejorarse aplicando una terapia psicológica adecuada y adaptada a cada caso. Si padeces depresión, busca ese soporte que necesitas y que te puede ayudar a superarlo. No esperes. Ponte en marcha ya.