Las Personas Altamente Sensibles y el quinto cerebro
Además de nuestro cerebro craneal, nuestro primer cerebro, disponemos de otros órganos capaces de tomar decisiones de forma independiente o conjunta, como si fueran cerebros.
Nuestro sistema digestivo, en especial su parte nerviosa, se considera un segundo cerebro, Nuestro corazón, un tercer cerebro. Y, las distintas microbiotas que habitan en nuestro cuerpo, el microbioma, un cuarto cerebro. Pero, además, estos cuatro cerebros, interconectados mediante la red psiconeuroinmunoendocrina, están englobados bajo una unidad funcional mental que llamamos quinto cerebro. Nuestro cuerpo, nuestro organismo, encarna este quinto cerebro capaz de coordinarse y actuar como si fuera un médico interior, cuya misión es preservar nuestra vida y nuestra salud utilizando los distintos mecanismos homeostáticos, regeneradores y autocurativos que posee. Un quinto cerebro, un médico interior que, en demasiadas ocasiones, no entendemos lo que nos dice o lo que nos pide y, sin querer, lo saboteamos y lo maltratamos con comportamientos y hábitos nada saludables ni armónicos, dificultándole el cumplimiento de sus funciones.
Las Personas Altamente Sensibles (PAS), poseen un sistema neuro-sensorial más desarrollado, más fino, que percibe y genera una mayor información sensorial simultánea que la mayoría de las personas, procesándola de forma más intensa y profunda. La descubridora de ese rasgo, la doctora estadounidense Elaine Aron, lo denominó Sensibilidad de Procesamiento Sensorial. Ello implica que, en general, el quinto cerebro de las PAS es más sensible. El quinto cerebro siente, se emociona, recuerda, se comunica…
Quienes ya conocen qué significa ser PAS, saben que la alta sensibilidad no es un defecto ni una enfermedad. Que tienen una gran capacidad para sentir la vida, las emociones, los sentimientos. Pero, también saben, que pueden sufrir inconvenientes debido a los estímulos que perciben negativamente o en exceso, y que ello les puede provocar una sobre activación molesta. Esa sobre activación, en caso de producirse de manera continuada e intensa, no solo puede provocar problemas emocionales y de relación, sino que también puede afectar negativamente al quinto cerebro, favoreciendo la aparición de trastornos de carácter psicosomático, que son aquellos que, teniendo una manifestación y sintomatología física, su causa es psicológica. Afecciones de carácter doloroso, inflamatorio o autoinmune, pueden ser generadas y mantenidas por ese motivo, aunque eso no excluye que distintos factores exógenos, ya sean biológicos, químicos, energéticos, etc., puedan sumarse a los factores endógenos, de carácter interno, aumentando el número y la intensidad de las reacciones.
Aunque existe una gran variedad de casos y causas, en general, una persona altamente sensible puede tener una mayor tendencia a sufrir problemas de asma, alergias, migrañas, dolor, colon irritable, trastornos alimenticios, tiroideos, fatiga crónica, distonías, fibromialgia, etc. Pongamos como ejemplo esta última afección, la fibromialgia. La gran mayoría de personas que la sufren, son personas altamente sensibles. Podríamos decir que la persona se encuentra como si fuera un pájaro prisionero en una jaula que no le permite volar. Rodeada de unos barrotes que cada vez la oprimen más. No importa que sean barrotes mentales o de oro, el efecto es el mismo. La oprimen y le causan dolor. Es una jaula que suele irse construyendo poco a poco, aguantando situaciones injustas, sintiéndose anulada en sus capacidades, su potencial, su creatividad, sus inquietudes, y viéndose reducidas sus relaciones, su comunicación, sus proyectos, sus ilusiones, sus sueños… A medida que transcurren los años, crece la impotencia, crece el dolor… físico y mental, afectando a su quinto cerebro. El efecto psicosomático es patente, aunque no sea estrictamente la única causa (tampoco todos los casos son iguales), ya que se pueden solapar otros factores biopsicosociales, como la alimentación, el ejercicio, el trabajo, la familia, la vivienda, la economía, la calidad ambiental, etc.
Llegados a este punto, podría parecer que todo es negativo. Y no es así. Lo que ocurre, en su mayor parte, es que existe una falta de información y de conocimiento con respecto a la realidad de nosotros mismos, y con respecto a lo que es la verdadera salud y la enfermedad, que favorece la generación de actitudes y comportamientos disfuncionales y antinaturales perjudiciales. Provoca un sufrimiento innecesario y una renuncia a nuestras capacidades autocurativas naturales. Las enfermedades anteriormente citadas, son susceptibles de ser tratadas de forma natural, con notable éxito.
Cambiar esta dinámica negativa exige, en primer lugar, aumentar nuestro autoconocimiento. Debemos conocer y comprender mejor qué es y cómo funciona nuestro quinto cerebro y la alta sensibilidad, con el fin de poder cuidar y gestionar mejor nuestros propios recursos, nuestro cuerpo y nuestra mente. Solamente eso, ya ayudará a aumentar la sensación de seguridad, de autoconfianza y autoestima.
El siguiente paso es incrementar nuestra autoconsciencia, un nivel de pensamiento que nos permite ser más profundamente conscientes de nosotros mismos y de elevar a nivel consciente pensamientos y emociones que se hallan escondidos en el subconsciente y el inconsciente, lo que facilitará un mayor equilibrio mental y una mayor inteligencia emocional. A medida que vaya creciendo nuestra autoconsciencia, podremos gozar más intensa y profundamente de los sublimes momentos en los que nuestra sensibilidad experimente emociones y sentimientos positivos. Podremos sentir y comunicarnos más fielmente con nuestro cuerpo, con nuestro quinto cerebro, con nuestro médico interior, algo que podremos utilizar psicosomáticamente para estimular nuestras capacidades auto curativas. Una autoconsciencia elevada, te podrá aportar salud, bienestar y felicidad.