Sexo “débil”
Que las mujeres son el sexo débil me parece un tópico demodé que muchas de ellas se encargan de desmentir diariamente. Aunque hay de todo, desafortunadamente no todas contradicen este cliché de una forma positiva y digna de admiración. A veces, por el contrario, priman los intereses propios de la mujer que distan mucho de ser comportamientos éticos a imitar. Son precisamente estos comportamientos los que quiero dejar en evidencia, alegando que poco o ningún bien nos hacen al colectivo de las féminas, tampoco al de los hombres y mucho menos al de la sociedad en general.
Por poca investigación que hagamos, pronto nos damos cuenta de que esta idea nos ha acompañado toda la vida, prácticamente desde que el hombre es hombre y la mujer, mujer. Por razones culturales, sociales y, por supuesto, religiosas también, durante décadas se nos ha repetido hasta la saciedad como una especie de mantra, que las mujeres son el sexo débil. Esta idea, cuyo punto de partida es la biología y la propia naturaleza humana, se basa en la supuesta vulnerabilidad de la mujer y en la menor fortaleza física que ésta posee. A partir de ahí, se han abierto miles de caminos que, en la mayor parte de los casos, lo único que han hecho es mantener la idea de que las mujeres son objetos pasivos, obedientes y estrictamente sexuales.
El problema con esta idea (y con cualquiera con la que nos machaquen a diario) es que llegamos a creérnosla. El ser humano es así. Y claro, lo hemos interiorizado de tal forma que hemos llegado a aceptarlo como si fuera la verdad más absoluta y total sobre la faz de la tierra. Este hecho que parece insignificante, en realidad, es de lo más vital, pues el ser humano acaba estructurando y comprendiendo su realidad a través de las definiciones que hace de los conceptos que le rodean. Así, definir para el ser humano es concretar, fijar y por tanto, crear. Y así es como hemos creado y aceptado erróneamente lo que es ser mujer y lo que es ser hombre en esta sociedad y cuál es el papel de cada uno de ellos.
Durante años y años la mujer ha estado subyugada, es cierto. Y de unas décadas a esta parte ha intentado cambiar esa sumisión y la visión que de ella se tiene como sexo débil. Lo que ocurre es que ha estado muy acertada en algunos puntos, como por ejemplo, en su lucha por la legalización del aborto, la ley del divorcio o el sufragio universal del derecho al voto, pero muy desacertada en otros tantos que son los que le siguen condenando a un trato no igualitario ni correcto. Porque, me pregunto, ¿un sexo débil es aquel que machaca a su compañera de trabajo, también mujer, porque es más joven, más bella, más delgada o porque es buena en lo que hace? ¿Es un sexo débil aquel que denuncia falsamente a un hombre por venganza? ¿O acaso aquel que se embaraza no por amor, sino usando a su compañero fracturándole de por vida? ¿Es un sexo débil aquel que no es ético en sus actos?
Por si no fuera poco lo que tenemos encima con la presión eterna de la juventud, los estereotipos de cariñosas y hacendosas madres, buenas esposas, la discriminación de salarios o la violencia a la que aún muchas están sometidas “de verdad” (solo por poner algunos ejemplos), entre algunas de las mujeres actuales lo que menos hay es debilidad, ya ni te cuento solidaridad. Lo que digo sencillamente es que estos comportamientos no sólo desgastan y agotan a las mujeres que no encajamos con estos actos, que no los practicamos y que abogamos por una sociedad igualitaria real, sino al conjunto entero de la población. Que dicho sea de paso, sociedad igualitaria no es la anclada en absurdas discusiones sobre el lenguaje que buscan el femenino de cada palabra, sino la que es auténticamente homogénea, semejante y proporcionada.
Así las cosas, poco avanzaremos si un grupo de estas características dentro del total, se encarga de tirar por tierra los pocos avances que hemos podido hacer como colectivo. El éxito del grupo como grupo no se basa en el fracaso de un sector de sus integrantes, sino en que cada integrante dé la mejor versión de sí mismo por y para los demás. Estas son las funestas consecuencias de haber tenido restringidas la libertad y el acceso al poder, sea de la forma que sea, poder social, económico, etc. y el no saber digerirlas ahora que podemos empezar a disfrutarlas.
Así pues, por favor, dejemos tranquilos conceptos absurdos como sexo débil y canalicemos toda nuestra fuerza para hacer de esta una autentica sociedad de igualdad, sin diferencia de sexos y honrando las palabras mujer y hombre.