Una especie inviable
No puedo evitar quedarme pasmada ante la escasísima entereza moral que el humano muestra en las situaciones adversas. Esto no va para todos, obviamente, porque siempre hay excepciones, pero me temo muy mucho que la gran mayoría está dando poco de sí. Y no solamente ahora que la vida nos ha planteado un gran desafío comunitario, sino en el día a día individual anterior a esta nueva era.
Es irónico pensar que aquello que precisamente nos diferencia del resto de los animales, el razonamiento, los pensamientos, la mente digamos en general, es justamente aquello que nos va a destruir como especie. Mucho me temo que estoy empezando a pensar que la especie humana simplemente no es viable. Y no lo es a la vista de las circunstancias que hablan por sí mismas.
Se plantea un escenario apocalíptico y no precisamente por el cambio climático, que también, aunque hablando de todo, si quieren saber mi opinión a este respecto, debo decir que al menos yo tengo asumido que la tierra tiene sus propios ciclos y que el hombre sólo los está acelerando. Opino que el tiempo no entiende de distinciones. Pero no. El escenario al que me refiero es más dantesco aún si cabe. Y es que sólo el humano es capaz de crear y meterse en esas infinitas paradojas de las que no sabe cómo salir y por las que al final acaba pagando el precio más alto. Siempre todo al mejor postor, me digo con toda la sorna del mundo. Nadie da más.
Así que, voy observando y repasando y siempre -sobre todo de un tiempo a esta parte- acabo diciéndome a mí misma que además, este escaso aplomo y esta absoluta falta de determinación con la que el humano afronta los reveses, me parece que es cosa exclusiva de occidente porque si miramos al continente africano por ejemplo, otro gallo canta. Será por el exceso de mimos que necesitábamos en esta parte del mundo para compensar las penurias de un pasado menos “glorioso”. Será que en otras partes del mundo la gente está curtida en esto de llevar una vida difícil. Y digo una vida difícil de verdad, ya me entienden.
Sea como fuere, a donde voy es al hecho de que muchas personas ya han colapsado, están colapsando o van a hacerlo en breve, en cuanto la chispa menos inesperada prenda la inmensa llamarada que se esconde en el interior de sus corazones. El peso de la vida se está haciendo patente. No es viable una existencia llena de pagos, trabajos exhaustos, pérdidas, soledades, rencores, amores y desamores, entremezclado todo ello con una furiosa tecnología, fotos de escaparate y un ego apabullante. Resulta que no se puede llevar todo adelante y no se sabe priorizar.
La sencillez impera, pero hay quien sigue sin darse cuenta. Por eso, un día uno se levanta y al intentar hacer más de dos cosas al mismo tiempo, explota. Nuestras mejores y más exclusivas herramientas, la mente, la consciencia y la bondad, hace tiempo que empezaron a jugar en nuestra contra. Sólo se usan para auto dañarse a uno mismo y sobre todo al prójimo si es posible. Hay que matar todos los pájaros que se puedan del mismo tiro. Supongo que hay pena capital (o personal según se mire) si se falla en este disparo y yo aún no me he enterado.
La especie humana, tal como la hemos forjado y con la vida que se ha creado, no es viable puesto que no sabemos existir ni con nosotros mismos ni coexistir con el prójimo. Así que, el humano no se extinguirá por ninguna otra pandemia más que por la que desatará él mismo contra sí. Está poniendo todo su empeño en ello. Ahora lo veo claramente y no creo que sea más lúcida que nadie. Simplemente observo los hechos. Desconozco el tiempo del que dispongo aquí, pero no quiero que mis ojos vean eso. Supongo que hay cosas a las que nunca me acostumbraré aunque conviva con ellas. ¿Podrás acostumbrarte tú?