Ni contigo ni sin ti
Desde luego la vida entendida desde el punto de vista del enamorado es sin duda de color de rosa. Incluso la obcecación de mente y la vista nublada están muy bien, por un tiempo, claro.
Atascarse en una relación cuyas señas de identidad no están claras es harina de otro costal. Y es que muchas parejas que no encuentran soluciones a sus crisis parecen atrancarse en un interminable bucle según el cual, después de no saber gestionar sus trances existenciales, deciden separarse por un tiempo indefinido para después volver a reconciliarse. O eso creen. En realidad, es la aceptación de un absurdo patrón del tipo unión/separación que se esfuerzan por mantener en el tiempo sin resultados satisfactorios para ninguno. El famoso ni contigo ni sin ti. Seguro que saben de lo que hablo.
Para todos aquellos que necesitan tenerlo todo bien clasificado y ordenado les diré que sí, que esto también recibe un nombre. En la gran mayoría de los casos toma el nombre de relaciones intermitentes, aunque como todo, supongo que el nombre que pueda llegar a tener depende también de cómo lo vive, lo entiende y lo siente la parte afectada. A veces nos saltamos a la torera las partes técnicas y nuestro lenguaje desciende a otros niveles. Ya me entienden.
Desde mi punto de vista y gracias a ese “sexto sentido”, intuición, presentimiento u olfato que tenemos, llámenlo como quieran, pocas cosas nos cogen totalmente desprevenidos. Y es que en el fondo de nuestra alma, realmente sabemos que esa relación intermitente difícilmente podrá llegar a complementarnos de la forma que anhelamos. Yo a esto lo llamo instinto. Será por mi formación. Vaya usted a saber. Sea como fuere, no creo que ningún amor sujeto a la imposición del tiempo y de la espera dé los frutos deseados. No soy para nada negativa, pero me inclino a pensar que el cansancio, el agotamiento, la desilusión y el desencanto, entre otros, al final acaban haciendo mella en la pareja.
Seguramente esto no sea cierto en el cien por cien de las parejas. Me explico. A veces, estar separados puede tener el efecto contrario al que me vengo refiriendo en estas líneas y hacer que la pareja se dé verdadera cuenta de la importancia que uno tiene para el otro. En cuyo caso, benditos sean este tiempo y este alejamiento. Pero este escrito va por otros derroteros. Seguro que ya lo han captado.
Existen muchas más, pero fue curiosa y de las más recientes, una investigación hecha en el año 2018 por la Universidad de Missouri, Estados Unidos, según la cual más del 60% de las personas que alguna vez se habían involucrado en una relación de este tipo, sufrieron en algún momento de sus vidas estrés, depresión y ansiedad. Esto tiene muchas implicaciones, pero a todas luces aquellas personas que siguen estos patrones relacionales necesitan hacer un parón y mirar realmente en su interior para ver qué está pasando con ellos mismos.
Entiendo que si la separación-unión se da de forma constante de modo que llegue a convertirse en un patrón habitual de conducta entre los integrantes de la pareja, la relación y la forma de encararla plantea serias carencias emocionales e importantes déficits afectivos que son necesarios sanar. Eso como poco. Debajo de este comportamiento subyacen muchos factores como por ejemplo la forma aprendida de relacionarse, el estilo de apego, la dependencia emocional, el miedo a la soledad, la capacidad de recuperación y la capacidad de adaptación a las nuevas situaciones y un largo, larguísimo etcétera.
Así entiendo que llega un momento en que es más aconsejable renunciar que seguir. No se trata de saber perder, se trata de primar la salud emocional propia, pasando verdadera página y alejándonos de las tan odiosas dependencias. No auguran nada bueno. La pareja no debe ser el motivo de nuestra felicidad, sino un complemento más para alcanzarla y vivir en ella. Por otro lado y bien visto, ¿no te parecería injusto que nuestra felicidad recayese en las espaldas de otra persona?