La necesidad de recibir amor
Las necesidades afectivas son básicas y comunes a todos los individuos de nuestra especie. Todos los seres humanos necesitamos que nos amen, no sólo cuando somos niños, sino también de adultos. Si nadie nos ama, es mucho más difícil el bienestar, la felicidad y la satisfacción vital.
Gracias al amor que recibimos podemos sentirnos más seguros, con menos tensión o ansiedad. Existen evidencias de que el apoyo recibido permite aminorar la percepción amenazante de una situación potencialmente peligrosa, enfrentarse con más competencia a situaciones estresantes y sufrir menos consecuencias negativas del estrés sobre la salud. Es decir, disminuye la probabilidad de contraer enfermedades, acelera la recuperación en caso de padecer alguna e incluso reduce el riesgo de mortalidad cuando se trata de enfermedades graves.
¿Qué puedo hacer para que me amen?
El amor a uno mismo se alimenta del amor recibido a lo largo de la vida y, al mismo tiempo, es la condición necesaria para seguir recibiéndolo. El hábito de juzgarme o condenarme procede de experiencias pasadas de desprecio, maltrato, o de haber recibido una educación muy exigente, pero si somos capaces de no juzgar nuestros pensamientos y sentimientos, entonces podemos hacernos más conscientes de ellos y, como consecuencia, nos conocemos y comprendemos más a nosotros mismos. Si nos comprendemos, es mucho más fácil que los demás también nos comprendan y que nos amen, porque la comprensión es la base del amor. Si no hay comprensión, no puede haber amor.
Si no somos capaces de cuidarnos, de darnos amor y compasión a nosotros mismos, la necesidad universal de obtener el amor de otras personas se hace más acuciante, por lo que se desarrolla un miedo exagerado al conflicto con los demás, que tratamos de evitar ocultando lo que pensamos o sentimos para que la otra persona no se enfade y no deje de amarnos. De este modo, desaparece la amenaza y nos sentimos aliviados, pero los problemas que se tienen con la otra persona no se resuelven genuinamente porque ni siquiera se han expresado, de manera que se prolongan indefinidamente en el tiempo y la ira que provocaba el conflicto inicialmente, se convierte en resentimiento acumulado. Ese resentimiento puede deteriorar gravemente la afectividad en la relación, por lo que es más aconsejable afrontar activamente los conflictos, en lugar de evitarlos, como única posibilidad de resolverlos, siempre que la otra persona esté dispuesta a resolverlos.
Para ganarnos la simpatía o el amor de otra persona, también podemos ocultar los propios defectos o fingir ser mejor, para causar una buena impresión. El resultado de esta estrategia suele ser insatisfactorio porque en el fondo sabemos que la otra persona valora la imagen que tratamos de proyectar y no a nosotros mismos, tal y como somos. Además, tenemos que esforzarnos mucho para mantener una “buena” imagen y podemos acabar muy cansados de fingir. Ese esfuerzo indica que la imagen que proyectamos en realidad es falsa y las personas auténticas, que se muestran tal y como son sin ningún esfuerzo, suelen ganarse la simpatía y la confianza de los demás.
Para recibir apoyo, es necesaria la expresión de las propias necesidades y sentimientos a las personas con las que se mantiene una relación de afecto y confianza. Si no expresas lo que te pasa y por qué te pasa, nadie te puede ayudar y tampoco puedes saber si tu interlocutor es comprensivo o, por el contrario, tiene muchos prejuicios que le impiden comprender.
En nuestra cultura, el hecho de demandar el apoyo de otras personas está mal visto. Muchas veces se interpreta como signo de dependencia, debilidad, falta de responsabilidad o victimismo, por lo que, si tiendes a ocultar tus defectos para ganarte el afecto de los demás, probablemente inhibirás la expresión de tus emociones y no hablarás de tus experiencias desagradables, aunque en realidad este comportamiento conlleva un esfuerzo fisiológico y tensión nerviosa, que, si se prolonga en el tiempo, puede incluso originar alguna enfermedad del sistema inmunitario o cardiovascular, como muestran algunos estudios.
Evaluación del amor recibido
Te invito a que contestes a las siguientes preguntas después de haber recordado las experiencias a las que están referidas, con cada una de las personas significativas en tu vida. Quizá descubras que has recibido menos amor del que creías haber recibido. Si es así, espero haberte dado algunas claves en este artículo para darle la vuelta a esta situación y gozar de todo el amor que sin duda mereces.
- ¿Has podido expresar a la otra persona tu tristeza, miedo, culpa o vergüenza, cuando lo has sentido?
- En los casos en los que hayas expresado esas emociones, ¿ha intentado la otra persona ponerse en tu lugar o comprenderte, o por el contrario, te ha criticado o cuestionado por sentirte así?
- ¿Te ha transmitido la otra persona consuelo, ánimo y serenidad, cuando has sufrido alguna pérdida, precariedad, fracaso, o cuando te has sentido inadecuado?
- ¿Te ha ayudado la otra persona a solucionar tus problemas o a encontrar contigo la solución de los mismos, cuando lo has necesitado?