El poder real de la mente sobre la salud
Se ha solido menospreciar la importancia y el poder de la mente sobre la salud, considerándolo un engaño —ahora está de moda llamarlo pseudociencia—. Como en cualquier ámbito, hay oportunistas, medias verdades, medias mentiras, conflictos de intereses y mucha desinformación. Sin embargo, las evidencias empíricas y científicas que muestran y confirman la realidad e importancia de la mente sobre la salud y el bienestar son cada vez más numerosas y categóricas, lo que nos obliga a admitir que ese menosprecio sistémico a unas capacidades naturales reales ha acarreado unas consecuencias claramente negativas y que podemos sintetizar en tres grupos.
En primer lugar, el aumento generalizado de los trastornos mentales, que se están convirtiendo en la primera causa de discapacidad en todo el mundo —algo ya previsto desde hace años—. La falta de alfabetización en salud mental, la no educación en inteligencia emocional, la ignorancia de las técnicas de relajación o el acostumbramiento a tomar remedios fáciles, lo ha favorecido. Para intentar invertir esta tendencia, la Mental Healt Europe ha impulsado el cambio de paradigma en la salud mental dentro de la política de la UE, que supondrá menos medicación y más atención psicosocial.
En segundo lugar, la invisibilización de la influencia psicosomática en la salud. Los trastornos psicosomáticos son aquellos que se manifiestan orgánicamente —de manera real—, pero las causas no son físicas, sino psicológicas. Estos trastornos han ido en aumento también, de la mano de los trastornos mentales. No puede sorprendernos, por ejemplo, que el estrés correlacione con la artritis, la ansiedad con el Helicobacter pylori, o la depresión con la bajada de eficacia de las células defensoras NK contra el cáncer. ¡Y hay muchísimas más!
En tercer lugar, la renuncia al poder de la mente como herramienta útil de prevención, de mejora y, en algunos casos, de curación. El denostado efecto placebo es, en realidad, la punta del iceberg de capacidades autocurativas reales, pero desestimadas porque no sabemos controlarlas. ¿Por qué no intentamos aprenderlo? Muchas curaciones inexplicables tienen explicación, aunque no se entienda bien el porqué. Los beneficios de algunas técnicas de relajación y meditación, como el mindfulness, han sido comprobados científicamente, igual que la mayor capacidad de resistencia y recuperación de las personas más espirituales. Se ha demostrado que el pensamiento puede tener efectos epigenéticos —para bien o para mal—. No es ningún misterio. Nuestro organismo tiene una red psiconeuroinmunoendocrina que actúa como un médico interior. Es nuestro quinto cerebro. Y podemos ayudarle en su función preventiva, equilibradora y reparadora, con nuestro propio pensamiento y conocimiento, aumentando nuestra autoconsciencia.
Ha llegado la hora de reconocer el poder de nuestra mente y de las técnicas emocionales y psicológicas, ya sea por separado o como coadyuvantes de técnicas médicas, integrativamente. De mejorar nuestra gestión emocional. De potenciar la interacción mente-cuerpo de forma positiva. Es hora de crecer en este sentido de manera decidida. No permitamos que el mayor activo de salud y libertad que tenemos los seres humanos, nuestra mente, nuestra inteligencia y nuestra salud, sigan menguando, siendo coartadas y manipuladas por intereses que buscan su aturdimiento.
De nuestra actitud dependerá, entre otras cosas, que no se cumpla el funesto pronóstico de Stephen Hawking, en el sentido de que la inteligencia artificial acabará con la humanidad. Utilicemos más y mejor el poder de nuestra mente. Nuestra privilegiada inteligencia humana.