¿Alguna vez te sentiste defraudado por alguien?
¿Alguna vez te creíste merecedor de una mejor trato del que recibiste?
¿Alguna vez te hiciste ilusiones con que una persona se comportaría diferente?
Cuando uno recibe un trato más “frío” del que esperaba, es de esperarse que se le adjudique la culpa al otro de nuestro dolor. Ante cualquier tipo de emoción fuerte, nuestro cerebro nos dice que la causa de la misma siempre está en el afuera. Nos autoconvencermos de que el origen de nuestra decepción radica en como los demás se comportan con nosotros. De esta manera, le otorgamos más poder a los demás sobre nuestras emociones del que deberíamos. Somos, en cierta medida, presos de su comportamiento.
SON NUESTRAS PREDICCIONES INCUMPLIDAS SOBRE EL COMPORTAMIENTO DE LOS DEMÁS LA VERDADERA CAUSA DE NUESTRA DECEPCIÓN. Nuestras expectativas son las que originan nuestro propio sufrimiento. No es el comportamiento de los demás lo que nos daña. Es la violación a nuestras expectativas lo que termina creando un mayor impacto en nosotros. Y si las personas violan tus expectativas es porque predijiste su comportamiento de forma equivocada.
Si es la violación a tus expectativas lo que te hace sufrir, entonces haz que tus predicciones se alineen con el comportamiento de los demás.
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