Como anécdota contaré una pequeña fábula.
Una tarde mientras el sol brillaba con fuerza y el ambiente se caldeaba hasta el punto de ser imposible aguantar bajo el sol, un pequeño y valiente caracol, se disponía a cruzar el ancho de la acera, a duras penas podía deslizarse sobre el ardiente manto, pero seguía su curso aun arriesgando su vida. Justamente en esos momentos, un humano se percata de la situación y al ver el pobre caracol que apenas podía moverse, voluntariamente lo coge y lo deposita en un lecho verde , a fin de que quedase resguardado del sol y tener una buena acción. Más tarde el caracol vuelve insistente en hacer su camino, pero esta vez tendrá que hacer el doble de esfuerzo, pues ya que llevaba la mitad del camino hecho, una mano ajena sin a verlo pedido, le había apartado más lejos de su destino. Con el doble de esfuerzo y bajo el asfixiante sol, el caracol sucumbe sin que ya nada se pueda hacer por él.
A veces es mejor dejar las cosas que sigan su curso, pues no somos quienes para juzgar si es bueno o es malo.