Es fácil encontrar cualquier excusa para dejar de hacer algún propósito que implique un esfuerzo de voluntad para su realización. Cualquier excusa es buena para autoengañarse y esquivar a una temida voluntad, quedándose con el convencimiento de que la excusa prevalece sobre la voluntad, aún que después de ejecutar la excusa vuelve de nuevo la incertidumbre, haciendo recordar que el propósito de voluntad está ahí esperando ser realizado. Pueden pasar días, meses, años... jugando a las excusas para seguir esquivando y engañándose con asimiladas incoherencias, pero de alguna forma u otra siempre se va a parar al mismo sitio, hasta que esté sea observado desde la voluntad y evolución bajo un sacrificio del que se estaba huyendo. Cuando todo ello se aprende, también se evoluciona y los esfuerzos con sacrificios se hacen más livianos y sin la necesidad de interponer banas excusas que solo hacen perder el tiempo, hasta incluso mal gastar una energía valiosa y vital para otros propósitos más verdaderos.
Cuando algo requiera un esfuerzo, no dejéis que las excusas sean un incoherente freno, por que por muchas vueltas que se le den, al final la propia vida vuelve a su ciclo hasta que se aprenda a evolucionar.