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El estrabismo es la condición por la que los ojos, en lugar de mirar de forma sinérgica al mismo punto, se desvían uno del otro.
Es decir, un ojo mira a un sitio y el otro mira a otro. Hay distintas clases de estrabismo, pero básicamente pueden dividirse en: estrabismo convergente, cuando uno o ambos ojos se desvían hacia dentro (bizco); y estrabismo divergente, cuando lo hacen hacia fuera. También pueden desviarse hacia arriba y hacia abajo, y hay distintas combinaciones de todas estas desviaciones. Asimismo hay estrabismos fijos, en los que la mirada está “clavada” en la desviación, y otros móviles, en los que, por momentos, la vista puede enderezarse. Y por último están los estrabismos latentes, que no se advierten y sólo pueden evidenciarse con ciertas maniobras que realiza el oculista. El estrabismo convergente suele aparecer en los primeros años e incluso en el nacimiento, y muchas veces está asociado a la hipermetropía; es decir, la dificultad para enfocar objetos cercanos. Por el contrario, el estrabismo divergente suele aparecer años más tarde y se asocia más a la miopía. Generalmente no hay vista doble, aunque puede existir al principio; pero pronto el cerebro anula la imagen que produce el ojo desviado. De esta forma, el ojo desviado, y debido a la falta de uso, va perdiendo visión, pudiendo llegar a ser casi ciego. Para evitarlo se prescriben parches, ya sea alternando los ojos en caso de que se desvíen ambos, o simplemente ocluyendo el ojo que no se desvía y que normalmente se usa para ver, permitiendo así que el ojo desviado se utilice durante algunas horas al día y, de esta manera, no pierda su funcionalidad. Es decir, es una medida eficaz para conservar el ojo, pero insuficiente para enderezarlo. Desde un punto de vista mecánico, el estrabismo convergente (que es el más habitual) se produce por el espasmo del músculo recto interno o por la debilidad relativa del músculo recto externo. En ambos casos, el ojo se desvía hacia adentro. La oftalmología tradicional considera, de nuevo, que esta dolencia está determinada por la herencia; algo realmente sorprendente, dado que se verifica con amplitud que los niños que padecen estrabismo provienen sólo en muy contadas ocasiones de padres estrábicos. El tratamiento convencional que se propone para el estrabismo (aparte de la cirugía) es la prescripción de anteojos para la hipermetropía que acompaña generalmente a los estrabismos convergentes. Este tratamiento tiene aparente eficacia en ayudar a enderezar los ojos. Sin embargo, es tan sólo un paliativo, pues el uso de anteojos irá debilitando con el tiempo aún más la musculatura responsable de la acomodación y agravando la dolencia, condenando a la persona a utilizar anteojos por el resto de su vida y con graduaciones cada vez más altas. Otra forma de tratar el estrabismo es mediante cirugía. Estas operaciones, además del riesgo quirúrgico que implican, suelen fracasar ya que el ojo operado se desvía hacia el otro lado, siendo necesarias nuevas intervenciones para corregirlo de nuevo (que también suelen fracasar). No obstante, aun en el caso de que con una primera intervención se lograra que los ojos quedaran derechos, a mi juicio no es una terapéutica adecuada. Y lo digo porque es una conclusión que surge al comparar esta práctica con lo que hacemos cuando tenemos un espasmo muscular en cualquier otra parte del organismo. Si una persona tiene un espasmo muscular en un brazo, lo indicado sería que se ejercitara con la ayuda de un kinesiólogo o con aplicación de masajes, calor, etc. Pero creo que sería excepcional que, ante un espasmo en un brazo, por seguir con el mismo ejemplo, se indicara una intervención quirúrgica consistente en seccionar el músculo y empalmarlo para contrarrestar la desviación que produce el espasmo. Es decir, la cirugía es muy buena, tiene múltiples aplicaciones, pero en el caso de un espasmo muscular en cualquier lugar del organismo, el tratamiento médico adecuado, por lo menos en primera instancia, es la reducción kinesiológica del espasmo… porque la kinesiología también es muy buena, y existe. No hace muchos años se solían indicar unos ejercicios denominados ortópticos para enderezar los ojos (y todavía hoy se prescriben). Aunque estos ejercicios no eran los más adecuados, en muchos casos lograban enderezar la vista. Sin embargo, en otros casos también numerosos, no lo lograban. Y esto sucedía porque no se prestaba atención a las causas que producían la desarmonía del órgano. Y en medicina, habitualmente, cuando no se realiza un correcto diagnóstico etiológico (de las causas), el tratamiento que se implementa suele ser incorrecto. La medicina natural ha detectado dos factores etiológicos, en general asociados, que son la dieta y las circunstancias psicosociales. Cabe consignar que muchos estrabismos que aparecen en el nacimiento se deben, más que a factores hereditarios, a diferentes causas, como un parto traumático, el shock lumínico del quirófano, las miradas frías, inexpresivas o atemorizantes, los excesos alimentarios cometidos por la madre durante el embarazo, y cierta debilidad o inmadurez del aparato muscular del ojo. Sobre el tema de la alimentación, no abundaremos más y remitiremos al lector a los artículos sobre “Alimentación Sana” y “Alimentación del bebé naturista”. Y también, que tratándose de niños, es útil ser flexible y permitir algunas licencias. No se trata de que un niño jamás coma torta, sino de que la torta recupere su significado de festejo ocasional y no se convierta en una rutina diaria. Se debe ser un poco más estricto con las golosinas: un simple alfajor de chocolate tarda veinticuatro horas en ser totalmente digerido, intoxicando al organismo durante todo ese período. Las escuelas tendrían que ser un santuario donde se enseñara a los niños a estudiar, ser disciplinados, alimentarse bien y cuidar el cuerpo. En lugar de ello, se convierten en un lugar donde se los intoxica arruinando su salud y su carácter. Afortunadamente, y a pesar de todo lo que intoxicamos nuestro organismo, éste posee muchos recursos para librarse de las sustancias tóxicas y recuperar el equilibrio. Por lo tanto, que un individuo coma galletitas, un pedazo de torta o alguna golosina, no afecta mayormente a su salud ni a su vista. Sin embargo, con el enorme abuso de este tipo de sustancias, en especial por parte de los niños, veremos aumentar cada vez más, lamentablemente, este tipo de dolencias (y otras mucho más graves, cuyo origen se desconoce). Mientras tanto, la medicina convencional sigue ignorando obstinadamente que la mayoría de las enfermedades son producidas por la mala alimentación. Cuántas veces escuchamos el comentario de una madre, una maestra o una abuela, que dice: «Pobrecito, ¿cómo no le vamos a comprar una golosina o darle una moneda para que se compre un alfajor en el recreo?». ¡Qué gran error! “Pobres” son los niños a quienes se les compra golosinas todos los días, perjudicando no sólo a sus ojos, sino a todo su organismo, salud, carácter y bienestar. Otra objeción que se realiza es que los niños a quienes se les prohíbe el consumo de golosinas pueden verse afectados psicológicamente por las diferencias que esta prohibición les provoca con el resto de sus compañeros. Es increíble cómo puede haber tanta gente que tolere el consumo de golosinas simplemente porque lo hace la mayoría. Siempre es bueno considerar las objeciones pues, aunque éstas defiendan lo indefendible, suelen tener algún grado de sustento. Está claro que el niño que no consume golosinas pronto advertirá que el resto de sus compañeros sí lo hace. Por ello, se le debe explicar cabal y reiteradamente que los padres de los niños que las consumen ignoran lo dañinas que son. Asimismo, se le debe enseñar cómo se desequilibra y enferma su organismo cuando, por excepción, consume alguna. De esta manera, educándolo, el niño irá forjando su personalidad y veremos cómo más adelante, por ejemplo, explica que «en el jardín repartieron alfajores a todos los chicos pero yo no comí porque me dan dolor de barriga». Es probable que así se diferencie de los otros, pero gracias a la salud y el bienestar que otorga generalmente una buena alimentación, asumirá una posición de liderazgo dentro de su grupo. Lo que seguramente, más que afectarle, beneficiará su salud psicológica. En cambio, los que sí se verán afectados psicológicamente son los que se intoxican comiendo golosinas y alimentos artificiales de toda índole. Ellos serán quienes pueblen los consultorios de cirujanos, oncólogos, etc., y por supuesto también de los psicólogos, donde buscarán, muchas veces de forma infructuosa, la paz espiritual que difícilmente puede obtenerse sin hábitos naturales y buena alimentación. Es posible que la mayoría de las personas piense que estas afirmaciones son exageradas, o que para que el carácter de un niño se altere tendría que ingerir montones de golosinas durante cierta cantidad de años. Pero no es ninguna exageración, y no es así. Como es lógico, cuanto más abuse, peor estará; pero un simple caramelo basta para producir ese efecto. Y si usted, estimada mamá, no me cree, la invito a realizar el siguiente experimento científico con su hijo de pocos años: aliméntelo bien, por varios días, y luego dele un chupetín o un caramelo y controle el reloj. Si el niño está bien alimentado, su carácter será alegre y digamos que, en general, se portará bien; pero a los pocos minutos de haber ingerido una golosina, altera su carácter, se vuelve caprichoso, peleador, lloriquea por cualquier cosa, reclama más golosinas, etc. Es así, compruébelo usted misma. Sólo hace falta un caramelo y unos pocos minutos. En resumen, una dieta incorrecta debilita el ojo y lo hace vulnerable a ser desviado por las circunstancias psicosociales. Y este es el tema que quiero desarrollar a continuación. Ya he mencionado que existen numerosos “tipos” de miradas, y que cada uno de ellos nos transmite sentimientos diferentes. Es decir, los ojos, además de servirnos para ver, tienen también otra función muy importante: la de emitir y recibir emociones. Estas dos funciones, tal y como ya ha descrito el doctor Charles Kelley, parecen actuar asociadas. Es más, las alteraciones en un plano funcional se reflejan invariablemente en el otro plano funcional. Por ejemplo, en la miopía, el ojo se alarga estirándose mayormente hacia atrás, y también la mirada se retrae (así como la personalidad) haciéndose opaca e inexpresiva. Por el contrario, en la hipermetropía, el ojo se acorta y la mirada es “chispeante” (como si la mirada saliera en exceso, y también la personalidad es, en algún aspecto, exageradamente extravertida y/o hay dificultades para estar consigo mismo, etc.). En el caso del estrabismo, también hay un correlato entre lo visual y lo emocional. En el plano visual, cuando los ojos están derechos y el cerebro “funde” adecuadamente ambas imágenes (las provenientes de ambos ojos) en una sola, la imagen resultante tiene la particularidad de ser tridimensional. Es decir, que permite apreciar la profundidad de los objetos. Cuando se mira con un ojo solamente, se aprecian únicamente dos dimensiones, altura y ancho; se obtiene una visión superficial, no de volumen o profundidad. En el plano emocional, se produce lo mismo; cuando miramos a una persona con ambos ojos, nos produce un determinado impacto emocional, más profundo, más real. En cambio, si la miramos con un ojo, obtenemos una visión más racional, más superficial y, por ende, con menos connotaciones afectivas que las que produce la visión binocular. Teniendo en cuenta lo anterior, se puede comprender una de las causas que produce el estrabismo. Por ejemplo: un niño, en una situación emocional que lo sobrepasa, hace un espasmo inconsciente de la musculatura ocular y desvía el ojo. De esta forma, conserva la visión del objeto pero reduce sensiblemente el caudal de emociones que le llega a través de la vista. Esto se aprecia fácilmente en los estrabismos móviles (que son la gran mayoría). En estos casos, los padres explican que el niño tiene los ojos derechos, pero cuando se pone nervioso o le sucede alguna circunstancia desagradable, desvía la vista. Y la sobrecarga de emociones capaz de desviar el ojo (un ojo que ha sido previamente debilitado por una mala dieta y, debido a ello, con una acentuada labilidad muscular) no proviene exclusivamente de circunstancias desagradables como el miedo y la rabia. Por el contrario, hay miradas amorosas que son difíciles de mantener y que por su alto impacto emocional producen el mismo efecto. Quisiera mencionar algunas expresiones populares que, con simpleza y verosimilitud, describen algunos fenómenos humanos pues, sin duda, no carecen de cientificismo. Por ejemplo, la famosa “caída de ojos”; es decir, una mirada amorosa interrumpida por un pestañeo o un bajar de la mirada. O la expresión, un poco más coloquialmente, “me dio vuelta”, que parece aludir a la circunstancia de que una mirada, o también una actitud, etc., produzca en el otro tal impacto emocional que la persona se da literalmente la vuelta, es decir, retira la mirada de la situación. O sea, la causa es la misma, sólo que en el caso del estrabismo, al haber la mencionada labilidad muscular, lo que se retira es un ojo. Una vez enumeradas las causas de esta dolencia cada vez más expandida, me gustaría referirme brevemente a los recursos que emplea la medicina natural para contrarrestar esta enfermedad. El primer recurso, como el lector adivinará, es instaurar una dieta correcta. El segundo, en el caso de que el estrabismo esté acompañado de un vicio de refracción como la hipermetropía o la miopía, es aplicar el tratamiento natural correspondiente. En todos los casos, haya o no un vicio de refracción asociado, hay dos ejercicios que son fundamentales que no describiré ahora por su extensión, pero están en mi libro. El primero es el palmeado, que, realizado sin la visualización de imágenes (cuando no hay miopía ni hipermetropía), produce el efecto de una profunda relajación de la musculatura visual. Y esto, por supuesto, es esencial en el caso de un espasmo muscular como el que produce el estrabismo. He visto casos de niños con los ojos totalmente bizcos que con una sola aplicación de palmeado de unos veinte o treinta minutos enderezan totalmente los ojos. El segundo ejercicio a realizar son los movimientos oculares para fortificar su musculatura. Los músculos de los ojos, al igual que cualquier otro músculo del cuerpo, pueden ser entrenados. En función de cómo sea el estrabismo (convergente o divergente), se deberá insistir más en uno u otro músculo. Por ejemplo, si se trata de un estrabismo convergente, habrá que insistir durante los movimientos horizontales, diagonales y circulares en llevar ese ojo hacia fuera. Y durante los verticales, se prestará atención a que el ojo se mantenga derecho y no se desvíe. El paciente (o el niño, ya que en su mayoría se trata de niños) irá conociendo y dominando cada vez más su musculatura ocular con el pasar de los días. De esta manera, sus ojos se irán enderezando. Si es un estrabismo móvil, sus ojos cederán cada vez menos a las presiones del entorno; y cada vez serán menos los episodios en los que el ojo, o los ojos, se desvíen. Si se trata de un estrabismo fijo, el ojo se irá enderezando y se mantendrá en esa posición por períodos cada vez más largos, hasta que finalmente quede definitivamente derecho. En este proceso, que durará unas breves semanas o meses, cada vez que desvíe el ojo se le debe recordar, siempre con cariño y delicadeza (o de la manera que usted prefiera), que lo ponga “derechito”. El niño ganará cada vez mayor conciencia de sus ojos, así como confianza en que los puede mantener derechos. El estrabismo es una dolencia relativamente fácil de curar; y diría que prácticamente no hay ningún caso que no pueda reducirse con el tratamiento natural y que requiera una intervención quirúrgica. De nuevo, uno de los interrogantes que surge es si el estrabismo, una vez reducido, puede reincidir. Si el niño continúa comiendo más o menos bien, el ojo se consolidará en su posición natural y la cura será definitiva. Pero, en cambio, si insiste en volver a hacer una dieta profundamente tóxica, es muy probable que tenga una recidiva. Asimismo, y aunque una vez enderezados los ojos no hace falta seguir practicando, es una buena medida que el niño, de la misma forma que se lava los dientes varias veces al día, realice algunos movimientos oculares un par de veces por semana. Instaurar este simple hábito en la niñez permitirá conservar la vista hasta una edad muy avanzada. Otra pregunta que surge es si los estrabismos de origen antiguo en los adultos también pueden reducirse. Aquí habrá que tener en cuenta varias cosas: la primera es considerar la agudeza visual que conserva el ojo que se desvía. En segundo lugar, hay que determinar si se ha formado lo que se conoce como una “falsa mácula”. La retina tiene normalmente una zona central que se denomina mácula. Esta zona posee una mayor concentración de las células responsables de la visión (conos y bastones) y por ende brinda un poco más de agudeza visual (ésta es la causa por la cual, cuando entrecerramos los ojos u observamos por un orificio pequeño, vemos mejor, pues en ambos casos enfocamos con la mácula). Ahora bien, cuando el ojo ha estado desviado durante muchos años y ha conservado su agudeza, suele suceder que empieza a desarrollarse otra zona vecina a la mácula porque los rayos de luz inciden en esta nueva zona y la estimulan. Así se forma la “falsa mácula”. Entonces, si enderezamos con los ejercicios un estrabismo de origen antiguo (cosa que puede ser un poco más costosa pero perfectamente factible), es posible que se produzca un foco de diplopía (visión doble). Esto se produce cuando los centros ópticos están habituados a recibir imágenes de la “falsa mácula”, al enderezarse el ojo, ésta apunta a un lugar diferente del que enfoca el otro ojo que siempre ha estado derecho y del que apunta la mácula original del ojo desviado, la cual ha estado mucho menos activa. Sin embargo, con los ejercicios adecuados, esta mácula podrá activarse y cumplir su función primigenia natural. Y el cerebro pronto bloqueará las imágenes provenientes de la “falsa mácula” y se restaurará la visión binocular. Por descontado, aquí también se aplican las consideraciones de la edad del paciente, su estado general, la capacidad de recuperación, etc. En ocasiones, es necesario atender los aspectos psicológicos del estrabismo. En el ejemplo del estrabismo convergente y la hipermetropía, la emoción cuyo acceso a la conciencia se bloquea es la rabia (en el caso de la miopía y el estrabismo divergente la emoción reprimida más destacada es el miedo). También hay ciertos ejercicios que permiten expresar cabalmente estas emociones permitiendo, de esta manera, que accedan a la conciencia y se puedan elaborar. En resumen, el tratamiento natural no solamente permite que los ojos se enderecen perfecta y definitivamente, sino que también compensa, en la mayoría de los casos, el vicio de refracción (hipermetropía o miopía) asociado, haciendo innecesario el uso de anteojos. El estrabismo es la condición por la que los ojos, en lugar de mirar de forma sinérgica al mismo punto, se desvían uno del otro. Es decir, un ojo mira a un sitio y el otro mira a otro. Hay distintas clases de estrabismo, pero básicamente pueden dividirse en: estrabismo convergente, cuando uno o ambos ojos se desvían hacia dentro (bizco); y estrabismo divergente, cuando lo hacen hacia fuera. También pueden desviarse hacia arriba y hacia abajo, y hay distintas combinaciones de todas estas desviaciones. Asimismo hay estrabismos fijos, en los que la mirada está “clavada” en la desviación, y otros móviles, en los que, por momentos, la vista puede enderezarse. Y por último están los estrabismos latentes, que no se advierten y sólo pueden evidenciarse con ciertas maniobras que realiza el oculista. El estrabismo convergente suele aparecer en los primeros años e incluso en el nacimiento, y muchas veces está asociado a la hipermetropía; es decir, la dificultad para enfocar objetos cercanos. Por el contrario, el estrabismo divergente suele aparecer años más tarde y se asocia más a la miopía. Generalmente no hay vista doble, aunque puede existir al principio; pero pronto el cerebro anula la imagen que produce el ojo desviado. De esta forma, el ojo desviado, y debido a la falta de uso, va perdiendo visión, pudiendo llegar a ser casi ciego. Para evitarlo se prescriben parches, ya sea alternando los ojos en caso de que se desvíen ambos, o simplemente ocluyendo el ojo que no se desvía y que normalmente se usa para ver, permitiendo así que el ojo desviado se utilice durante algunas horas al día y, de esta manera, no pierda su funcionalidad. Es decir, es una medida eficaz para conservar el ojo, pero insuficiente para enderezarlo. Desde un punto de vista mecánico, el estrabismo convergente (que es el más habitual) se produce por el espasmo del músculo recto interno o por la debilidad relativa del músculo recto externo. En ambos casos, el ojo se desvía hacia adentro. La oftalmología tradicional considera, de nuevo, que esta dolencia está determinada por la herencia; algo realmente sorprendente, dado que se verifica con amplitud que los niños que padecen estrabismo provienen sólo en muy contadas ocasiones de padres estrábicos. El tratamiento convencional que se propone para el estrabismo (aparte de la cirugía) es la prescripción de anteojos para la hipermetropía que acompaña generalmente a los estrabismos convergentes. Este tratamiento tiene aparente eficacia en ayudar a enderezar los ojos. Sin embargo, es tan sólo un paliativo, pues el uso de anteojos irá debilitando con el tiempo aún más la musculatura responsable de la acomodación y agravando la dolencia, condenando a la persona a utilizar anteojos por el resto de su vida y con graduaciones cada vez más altas. Otra forma de tratar el estrabismo es mediante cirugía. Estas operaciones, además del riesgo quirúrgico que implican, suelen fracasar ya que el ojo operado se desvía hacia el otro lado, siendo necesarias nuevas intervenciones para corregirlo de nuevo (que también suelen fracasar). No obstante, aun en el caso de que con una primera intervención se lograra que los ojos quedaran derechos, a mi juicio no es una terapéutica adecuada. Y lo digo porque es una conclusión que surge al comparar esta práctica con lo que hacemos cuando tenemos un espasmo muscular en cualquier otra parte del organismo. Si una persona tiene un espasmo muscular en un brazo, lo indicado sería que se ejercitara con la ayuda de un kinesiólogo o con aplicación de masajes, calor, etc. Pero creo que sería excepcional que, ante un espasmo en un brazo, por seguir con el mismo ejemplo, se indicara una intervención quirúrgica consistente en seccionar el músculo y empalmarlo para contrarrestar la desviación que produce el espasmo. Es decir, la cirugía es muy buena, tiene múltiples aplicaciones, pero en el caso de un espasmo muscular en cualquier lugar del organismo, el tratamiento médico adecuado, por lo menos en primera instancia, es la reducción kinesiológica del espasmo… porque la kinesiología también es muy buena, y existe. No hace muchos años se solían indicar unos ejercicios denominados ortópticos para enderezar los ojos (y todavía hoy se prescriben). Aunque estos ejercicios no eran los más adecuados, en muchos casos lograban enderezar la vista. Sin embargo, en otros casos también numerosos, no lo lograban. Y esto sucedía porque no se prestaba atención a las causas que producían la desarmonía del órgano. Y en medicina, habitualmente, cuando no se realiza un correcto diagnóstico etiológico (de las causas), el tratamiento que se implementa suele ser incorrecto. La medicina natural ha detectado dos factores etiológicos, en general asociados, que son la dieta y las circunstancias psicosociales. Cabe consignar que muchos estrabismos que aparecen en el nacimiento se deben, más que a factores hereditarios, a diferentes causas, como un parto traumático, el shock lumínico del quirófano, las miradas frías, inexpresivas o atemorizantes, los excesos alimentarios cometidos por la madre durante el embarazo, y cierta debilidad o inmadurez del aparato muscular del ojo. Sobre el tema de la alimentación, no abundaremos más y remitiremos al lector a los artículos sobre “Alimentación Sana” y “Alimentación del bebé naturista”. Y también, que tratándose de niños, es útil ser flexible y permitir algunas licencias. No se trata de que un niño jamás coma torta, sino de que la torta recupere su significado de festejo ocasional y no se convierta en una rutina diaria. Se debe ser un poco más estricto con las golosinas: un simple alfajor de chocolate tarda veinticuatro horas en ser totalmente digerido, intoxicando al organismo durante todo ese período. Las escuelas tendrían que ser un santuario donde se enseñara a los niños a estudiar, ser disciplinados, alimentarse bien y cuidar el cuerpo. En lugar de ello, se convierten en un lugar donde se los intoxica arruinando su salud y su carácter. Afortunadamente, y a pesar de todo lo que intoxicamos nuestro organismo, éste posee muchos recursos para librarse de las sustancias tóxicas y recuperar el equilibrio. Por lo tanto, que un individuo coma galletitas, un pedazo de torta o alguna golosina, no afecta mayormente a su salud ni a su vista. Sin embargo, con el enorme abuso de este tipo de sustancias, en especial por parte de los niños, veremos aumentar cada vez más, lamentablemente, este tipo de dolencias (y otras mucho más graves, cuyo origen se desconoce). Mientras tanto, la medicina convencional sigue ignorando obstinadamente que la mayoría de las enfermedades son producidas por la mala alimentación. Cuántas veces escuchamos el comentario de una madre, una maestra o una abuela, que dice: «Pobrecito, ¿cómo no le vamos a comprar una golosina o darle una moneda para que se compre un alfajor en el recreo?». ¡Qué gran error! “Pobres” son los niños a quienes se les compra golosinas todos los días, perjudicando no sólo a sus ojos, sino a todo su organismo, salud, carácter y bienestar. Otra objeción que se realiza es que los niños a quienes se les prohíbe el consumo de golosinas pueden verse afectados psicológicamente por las diferencias que esta prohibición les provoca con el resto de sus compañeros. Es increíble cómo puede haber tanta gente que tolere el consumo de golosinas simplemente porque lo hace la mayoría. Siempre es bueno considerar las objeciones pues, aunque éstas defiendan lo indefendible, suelen tener algún grado de sustento. Está claro que el niño que no consume golosinas pronto advertirá que el resto de sus compañeros sí lo hace. Por ello, se le debe explicar cabal y reiteradamente que los padres de los niños que las consumen ignoran lo dañinas que son. Asimismo, se le debe enseñar cómo se desequilibra y enferma su organismo cuando, por excepción, consume alguna. De esta manera, educándolo, el niño irá forjando su personalidad y veremos cómo más adelante, por ejemplo, explica que «en el jardín repartieron alfajores a todos los chicos pero yo no comí porque me dan dolor de barriga». Es probable que así se diferencie de los otros, pero gracias a la salud y el bienestar que otorga generalmente una buena alimentación, asumirá una posición de liderazgo dentro de su grupo. Lo que seguramente, más que afectarle, beneficiará su salud psicológica. En cambio, los que sí se verán afectados psicológicamente son los que se intoxican comiendo golosinas y alimentos artificiales de toda índole. Ellos serán quienes pueblen los consultorios de cirujanos, oncólogos, etc., y por supuesto también de los psicólogos, donde buscarán, muchas veces de forma infructuosa, la paz espiritual que difícilmente puede obtenerse sin hábitos naturales y buena alimentación. Es posible que la mayoría de las personas piense que estas afirmaciones son exageradas, o que para que el carácter de un niño se altere tendría que ingerir montones de golosinas durante cierta cantidad de años. Pero no es ninguna exageración, y no es así. Como es lógico, cuanto más abuse, peor estará; pero un simple caramelo basta para producir ese efecto. Y si usted, estimada mamá, no me cree, la invito a realizar el siguiente experimento científico con su hijo de pocos años: aliméntelo bien, por varios días, y luego dele un chupetín o un caramelo y controle el reloj. Si el niño está bien alimentado, su carácter será alegre y digamos que, en general, se portará bien; pero a los pocos minutos de haber ingerido una golosina, altera su carácter, se vuelve caprichoso, peleador, lloriquea por cualquier cosa, reclama más golosinas, etc. Es así, compruébelo usted misma. Sólo hace falta un caramelo y unos pocos minutos. En resumen, una dieta incorrecta debilita el ojo y lo hace vulnerable a ser desviado por las circunstancias psicosociales. Y este es el tema que quiero desarrollar a continuación. Ya he mencionado que existen numerosos “tipos” de miradas, y que cada uno de ellos nos transmite sentimientos diferentes. Es decir, los ojos, además de servirnos para ver, tienen también otra función muy importante: la de emitir y recibir emociones. Estas dos funciones, tal y como ya ha descrito el doctor Charles Kelley, parecen actuar asociadas. Es más, las alteraciones en un plano funcional se reflejan invariablemente en el otro plano funcional. Por ejemplo, en la miopía, el ojo se alarga estirándose mayormente hacia atrás, y también la mirada se retrae (así como la personalidad) haciéndose opaca e inexpresiva. Por el contrario, en la hipermetropía, el ojo se acorta y la mirada es “chispeante” (como si la mirada saliera en exceso, y también la personalidad es, en algún aspecto, exageradamente extravertida y/o hay dificultades para estar consigo mismo, etc.). En el caso del estrabismo, también hay un correlato entre lo visual y lo emocional. En el plano visual, cuando los ojos están derechos y el cerebro “funde” adecuadamente ambas imágenes (las provenientes de ambos ojos) en una sola, la imagen resultante tiene la particularidad de ser tridimensional. Es decir, que permite apreciar la profundidad de los objetos. Cuando se mira con un ojo solamente, se aprecian únicamente dos dimensiones, altura y ancho; se obtiene una visión superficial, no de volumen o profundidad. En el plano emocional, se produce lo mismo; cuando miramos a una persona con ambos ojos, nos produce un determinado impacto emocional, más profundo, más real. En cambio, si la miramos con un ojo, obtenemos una visión más racional, más superficial y, por ende, con menos connotaciones afectivas que las que produce la visión binocular. Teniendo en cuenta lo anterior, se puede comprender una de las causas que produce el estrabismo. Por ejemplo: un niño, en una situación emocional que lo sobrepasa, hace un espasmo inconsciente de la musculatura ocular y desvía el ojo. De esta forma, conserva la visión del objeto pero reduce sensiblemente el caudal de emociones que le llega a través de la vista. Esto se aprecia fácilmente en los estrabismos móviles (que son la gran mayoría). En estos casos, los padres explican que el niño tiene los ojos derechos, pero cuando se pone nervioso o le sucede alguna circunstancia desagradable, desvía la vista. Y la sobrecarga de emociones capaz de desviar el ojo (un ojo que ha sido previamente debilitado por una mala dieta y, debido a ello, con una acentuada labilidad muscular) no proviene exclusivamente de circunstancias desagradables como el miedo y la rabia. Por el contrario, hay miradas amorosas que son difíciles de mantener y que por su alto impacto emocional producen el mismo efecto. Quisiera mencionar algunas expresiones populares que, con simpleza y verosimilitud, describen algunos fenómenos humanos pues, sin duda, no carecen de cientificismo. Por ejemplo, la famosa “caída de ojos”; es decir, una mirada amorosa interrumpida por un pestañeo o un bajar de la mirada. O la expresión, un poco más coloquialmente, “me dio vuelta”, que parece aludir a la circunstancia de que una mirada, o también una actitud, etc., produzca en el otro tal impacto emocional que la persona se da literalmente la vuelta, es decir, retira la mirada de la situación. O sea, la causa es la misma, sólo que en el caso del estrabismo, al haber la mencionada labilidad muscular, lo que se retira es un ojo. Una vez enumeradas las causas de esta dolencia cada vez más expandida, me gustaría referirme brevemente a los recursos que emplea la medicina natural para contrarrestar esta enfermedad. El primer recurso, como el lector adivinará, es instaurar una dieta correcta. El segundo, en el caso de que el estrabismo esté acompañado de un vicio de refracción como la hipermetropía o la miopía, es aplicar el tratamiento natural correspondiente. En todos los casos, haya o no un vicio de refracción asociado, hay dos ejercicios que son fundamentales que no describiré ahora por su extensión, pero están en mi libro. El primero es el palmeado, que, realizado sin la visualización de imágenes (cuando no hay miopía ni hipermetropía), produce el efecto de una profunda relajación de la musculatura visual. Y esto, por supuesto, es esencial en el caso de un espasmo muscular como el que produce el estrabismo. He visto casos de niños con los ojos totalmente bizcos que con una sola aplicación de palmeado de unos veinte o treinta minutos enderezan totalmente los ojos. El segundo ejercicio a realizar son los movimientos oculares para fortificar su musculatura. Los músculos de los ojos, al igual que cualquier otro músculo del cuerpo, pueden ser entrenados. En función de cómo sea el estrabismo (convergente o divergente), se deberá insistir más en uno u otro músculo. Por ejemplo, si se trata de un estrabismo convergente, habrá que insistir durante los movimientos horizontales, diagonales y circulares en llevar ese ojo hacia fuera. Y durante los verticales, se prestará atención a que el ojo se mantenga derecho y no se desvíe. El paciente (o el niño, ya que en su mayoría se trata de niños) irá conociendo y dominando cada vez más su musculatura ocular con el pasar de los días. De esta manera, sus ojos se irán enderezando. Si es un estrabismo móvil, sus ojos cederán cada vez menos a las presiones del entorno; y cada vez serán menos los episodios en los que el ojo, o los ojos, se desvíen. Si se trata de un estrabismo fijo, el ojo se irá enderezando y se mantendrá en esa posición por períodos cada vez más largos, hasta que finalmente quede definitivamente derecho. En este proceso, que durará unas breves semanas o meses, cada vez que desvíe el ojo se le debe recordar, siempre con cariño y delicadeza (o de la manera que usted prefiera), que lo ponga “derechito”. El niño ganará cada vez mayor conciencia de sus ojos, así como confianza en que los puede mantener derechos. El estrabismo es una dolencia relativamente fácil de curar; y diría que prácticamente no hay ningún caso que no pueda reducirse con el tratamiento natural y que requiera una intervención quirúrgica. De nuevo, uno de los interrogantes que surge es si el estrabismo, una vez reducido, puede reincidir. Si el niño continúa comiendo más o menos bien, el ojo se consolidará en su posición natural y la cura será definitiva. Pero, en cambio, si insiste en volver a hacer una dieta profundamente tóxica, es muy probable que tenga una recidiva. Asimismo, y aunque una vez enderezados los ojos no hace falta seguir practicando, es una buena medida que el niño, de la misma forma que se lava los dientes varias veces al día, realice algunos movimientos oculares un par de veces por semana. Instaurar este simple hábito en la niñez permitirá conservar la vista hasta una edad muy avanzada. Otra pregunta que surge es si los estrabismos de origen antiguo en los adultos también pueden reducirse. Aquí habrá que tener en cuenta varias cosas: la primera es considerar la agudeza visual que conserva el ojo que se desvía. En segundo lugar, hay que determinar si se ha formado lo que se conoce como una “falsa mácula”. La retina tiene normalmente una zona central que se denomina mácula. Esta zona posee una mayor concentración de las células responsables de la visión (conos y bastones) y por ende brinda un poco más de agudeza visual (ésta es la causa por la cual, cuando entrecerramos los ojos u observamos por un orificio pequeño, vemos mejor, pues en ambos casos enfocamos con la mácula). Ahora bien, cuando el ojo ha estado desviado durante muchos años y ha conservado su agudeza, suele suceder que empieza a desarrollarse otra zona vecina a la mácula porque los rayos de luz inciden en esta nueva zona y la estimulan. Así se forma la “falsa mácula”. Entonces, si enderezamos con los ejercicios un estrabismo de origen antiguo (cosa que puede ser un poco más costosa pero perfectamente factible), es posible que se produzca un foco de diplopía (visión doble). Esto se produce cuando los centros ópticos están habituados a recibir imágenes de la “falsa mácula”, al enderezarse el ojo, ésta apunta a un lugar diferente del que enfoca el otro ojo que siempre ha estado derecho y del que apunta la mácula original del ojo desviado, la cual ha estado mucho menos activa. Sin embargo, con los ejercicios adecuados, esta mácula podrá activarse y cumplir su función primigenia natural. Y el cerebro pronto bloqueará las imágenes provenientes de la “falsa mácula” y se restaurará la visión binocular. Por descontado, aquí también se aplican las consideraciones de la edad del paciente, su estado general, la capacidad de recuperación, etc. En ocasiones, es necesario atender los aspectos psicológicos del estrabismo. En el ejemplo del estrabismo convergente y la hipermetropía, la emoción cuyo acceso a la conciencia se bloquea es la rabia (en el caso de la miopía y el estrabismo divergente la emoción reprimida más destacada es el miedo). También hay ciertos ejercicios que permiten expresar cabalmente estas emociones permitiendo, de esta manera, que accedan a la conciencia y se puedan elaborar. En resumen, el tratamiento natural no solamente permite que los ojos se enderecen perfecta y definitivamente, sino que también compensa, en la mayoría de los casos, el vicio de refracción (hipermetropía o miopía) asociado, haciendo innecesario el uso de anteojos. Dr. Raul Flint www.drflint.com.ar |
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