Las muy numerosas partes del organismo están cubiertas de piel (o epitelio como se dice médicamente). Y no solo por fuera ya que esta se continúa a través de la boca faringe, laringe bronquios, estomago, intestinos, etc. Es decir todo está recubierto por una capa superficial.
Según la medicina china, el intestino delgado rige la función de regular todas las pieles del organismo. El intestino regula su propia piel y así decide que es lo que entra al organismo y qué es lo que seguirá su camino con las heces. Y uno de los primeros destinatarios de su malestar cuando se irrita, es la piel propiamente dicha.
Es por ello que son tan comunes las enfermedades de la piel, y tan difíciles de curar por medio de cremas, etc., si no atendemos a las causas que están en el intestino y la mala alimentación.
Decía Hipócrates en la antigua Grecia: “que la dieta sea tu remedio”.
La psoriasis, eczema, como así también otras enfermedades de la piel como la rosácea (coloración rosada de la piel especialmente en las mejillas), o la deshidrosis, en que supuran líquidos por la piel se curan simplemente con algunas medidas alimentarias.
El intestino, en su función global de regular los epitelios, hace que el epitelio propiamente dicho de la piel, padezca las mencionadas dolencias y muchas otras más.
Se forman nódulos en las articulaciones, se producen magullones fácilmente, muchas veces sin que la persona se de cuenta cuando se los hizo.
La celulitis es también consecuencia de una mala alimentación.
Es de hacer notar que muchas dolencias ya están presentes en el momento del nacimiento, por lo que es muy fácil atribuir su origen a los genes. Sin embargo la mayoría de ellas tiene su origen en lo que comió la madre durante el embarazo, dado que la mayoría de las substancias pasan la barrera placentaria sin ningún impedimento.
Es altamente inaceptable y reprochable que una mujer coma cualquier cosa durante la gestación, alegando antojos tales como tortas y comida muchas veces chatarra que en realidad no aportan ningún nutriente al organismo.
Muy por el contrario, sin que la madre sepa estos la intoxican muy severamente (toxemia gravídica), y ponen seriamente en peligro la vida del ser que se está gestando. Sin llegar a casos extremos pueden ocasionarle serios trastornos y esto está mucho más extendido de lo que habitualmente se cree.
Dr. Raul Flint
www.drflint.com.ar