Quiérete mucho y nunca dejes de quererte
No te creas inferior a nadie. Sólo diferente. Eres un ser único. No te compares, pues las apariencias son superficiales. El verdadero valor de la persona reside en su interior. Deja que salga, que se muestre y se exprese. Abiertamente, sin temores. Date la oportunidad de ser como realmente eres, y no quien te han hecho creer que eres. Permite que te descubran. Quiérete y deja que te quieran. Ámate y permite que te amen. Te lo mereces.
Una buena autoestima, en palabras de Albert Ellis, es cuando la persona se acepta a sí misma plenamente y sin condiciones, tanto si se comporta como si no se comporta inteligentemente, y tanto si los demás le conceden su aprobación, su respeto y su amor.
Los entornos que nos rodean en nuestras etapas de crecimiento, influyen y limitan de forma determinante en la forma de entendernos a nosotros mismos, en nuestras emociones y, en consecuencia, en nuestro comportamiento futuro.
La educación y la instrucción que recibimos, suelen sumirnos en una dinámica de competición permanente con los demás, de forma que se incentiva ser el mejor, tener más éxito, más dinero, más belleza, más inteligencia, más conocimientos..., que por una parte no siempre garantizan tener más felicidad y, por otra, pueden llegar a provocar sentimientos de frustración e inferioridad, baja autoestima y poca autoconfianza, si no se consiguen superar o mantener los objetivos propuestos. Cuando eso ocurre, somos víctimas de una categorización que acarrea que nos etiqueten con aquel “defecto” o “carencia” mostrado y, que si no se hace nada por evitarlo, nos perseguirá y nos limitará toda la vida. Porque en nuestra sociedad se etiqueta y se categoriza todo cuanto hacemos. De forma superficial, muy posiblemente errónea y, en demasiadas ocasiones, cruel e injusta.
La sobreprotección de una abuela o de una madre, por ejemplo, puede propiciar una hipersensibilidad de la persona, con ansiedad, miedos… Un padre muy exigente puede provocar sentimientos de inseguridad, baja autoestima, emociones reprimidas… Las rivalidades dentro de una familia pueden promover roles asimétricos que releguen a algún miembro de la misma a tener que sufrir situaciones injustas y desarrollar hábitos indeseados… Problemas con compañeros y compañeras de colegio o instituto, pueden promover comportamientos evitativos y fobias sociales… En todos estos casos y en muchos otros, la persona es etiquetada rápidamente como ansiosa, miedosa, insegura, inmadura, llorona, tímida, conflictiva, friki, introvertida, gafe, fea, inválida, fracasada…
El problema práctico estriba en que si la propia persona cree y va asimilando estas categorizaciones y etiquetajes que provienen de su comparación con los demás, actuará inconscientemente bajo su influencia e irá potenciando un bucle en el que los hechos parecerán confirmarlas, convirtiéndolas en verdades absolutas, cuando en realidad son creencias erróneas que se han automatizado y que, al influir en su comportamiento, pasan a formar parte de su supuesta “personalidad”. Pero lo cierto es que la persona no es así, sino que sólo se comporta así. Y dado que los pensamientos y los comportamientos pueden cambiarse y mejorarse, no hay razón para creer que no podemos conseguir ser y comportarnos como realmente queremos. Ser uno mismo.
El principal requisito es quererte a ti mismo/a. Pero antes debes auto conocerte. Reconocer y aceptar cuáles son tus virtudes y cualidades positivas.
Tomar consciencia de que aún puedes potenciar más tus virtudes y corregir tus defectos o carencias. Valorando tus logros, ideales, habilidades y conocimientos, incluso para perfeccionarlos o ampliarlos. Buscando tus anhelos en los más profundo de tu ser y llevándolos a la superficie. Para que guíen tu camino. A partir de ahí, un trabajo de crecimiento personal y autoafirmación potenciarán tu verdadera personalidad y aumentarán gradualmente tu autoconfianza y seguridad. A estar dispuesto/a para aceptar la responsabilidad de tus actos. A dejar de lado aquellas etiquetas y categorizaciones que te fueron impuestas y que, en ocasiones, fueron la excusa perfecta para que no afrontarás las situaciones, así como las creencias erróneas que, sin querer, fuiste desarrollando.
Aumentando tu autoestima, queriéndote, y no dejando nunca más de quererte ni de creer en ti, comprobarás que tú puedes y que vales mucho. Por eso te pido que te quieras de verdad.