Historias de vida
Lo que se ve por fuera y lo que se lleva por dentro.
¿Se inventarán alguna vez los anteojos que permitan ver los pensamientos de los demás? ¿lo que llevan por dentro? Y ... si se inventaran... ¿haríamos buen uso de ellos? ¿Seríamos capaces de tener empatía, compasión, valor, humanidad?
Mientras más se vive, más se da uno cuenta de que cada ser humano lleva una historia por dentro, historias en las que hay factores comunes: falta de afecto, o más que falta, incapacidad de expresarlo adecuadamente; abusos de todo tipo: infantil, sexual, de pareja.
Es frecuente que los pacientes que acuden a la consulta de acupuntura manifiesten que lo que más quisieran es disponer de un interruptor para apagar el pensamiento, el sufrimiento.
Cuando describen su proceso te dan a entender que dentro hay un torbellino de ideas repetitivas, atormentadoras, que no les dejan vivir.
Pero también hay de los otros, de los que llevando esta carga, logran, de una manera u otra, acallarla. Pero sí, es eso... acallarla, pero difícilmente aceptarla.
Aceptar que los sucesos de nuestras vidas ya pasaron, y que revivirlos una y otra vez únicamente sirve para volver a sufrir, es algo que fácilmente se entiende con la lógica. Pero cuán difícil es, no sólo entenderlo, sino llevarlo a la práctica como una forma de alcanzar la paz interior.
Ya la palabra "perdonar" queda hasta fuera de contexto. Es como si sólo se la pudiéramos nombrar a los muy excelsos porque el resto no queremos hacerlo. Parece que hay un "cierto placer" en el rencor. Y aunque no se acepte que se hace permanente uso de él, la sensación de víctima de alguna manera satisface.
Es difícil asumir nuestra participación en los hechos, cuando la hay. Enfrentarnos a nuestra propia responsabilidad nos aterra. No queremos pensar que somos en algo culpables. Asumirlo sería entrar en un compromiso de cambio y eso nos sacaría de nuestra comodidad. El cambio es esfuerzo permanente. No es cómodo.
Verdad es que hay casos en que nuestra responsabilidad es prácticamente inexistente: problemas de la niñez, maltrato de los padres, etc., pero ahí, ya ni siquiera vale la pena el tratar de "comprender" o "justificar" poniendo cada cosa en su contexto (el momento cultural de los hechos, las circunstancias personales de cada uno) porque muchas veces, nuestra mente no alcanza a entender muchas cosas.
¿Y qué queda ahí? Nuevamente, aceptar. Aceptar, que no es resignarse. Aceptar, que es usar la inteligencia para discernir que en esos hechos no hay nada que podamos hacer. En Inglés la expresión es "let it go". "Dejarlo ir". No quedarnos prisioneros de esas experiencias. Revivirlas nos hace volver a sufrirlas y eso no nos ayuda en el camino de la libertad personal.
Seres que deambulamos por la vida cargando en nuestros hombros equipajes inútiles de dolores pasados. Hemos de tomar decisiones reales. Hemos de salir del rol de víctimas y coger el poder de nuestra propia sanación. Hay recursos. ¡Los hay!
(continuará...)