7 claves para relacionarse con la familia
Si te crees muy iluminado, ve y pasa una semana con tus padres.Ram Dass
La navidad se acerca y habitualmente nos reencontramos con nuestros familiares. El tópico dice que son momentos entrañables y que toda la familia disfruta de verse reunida. Sin embargo, estos encuentros pueden ser para muchos situaciones difíciles y motivo de conflicto y aflicción. En presencia de los padres, sentimos las viejas heridas que se abrieron con las decepciones y experiencias dolorosas de nuestra infancia las cuales, aunque reprimidas y escondidas de nosotros mismos, están aún sin cicatrizar realmente. Egos similares, con los que establecemos rivalidades o que nos sirven de espejo, nos irritan en nuestros parientes y nos confrontan con nuestra propia sombra.
Como dice Eckhart Tolle, autor entre otras obras de “El poder del ahora”, practicar con los padres y familiares es el Doctorado de la presencia, el último test antes de la maestría. Trabajar la presencia con los familiares cercanos y, especialmente con los padres, es el mejor lugar para hacerlo pero también el más difícil. Una reunión de familia es un excelente espacio de práctica espiritual si somos capaces de aprovecharlo con atención. Para ayudar a que así sea, he resumido unas pautas que pueden ser de utilidad:
1. Aceptar las emociones que se despiertan sin juzgarlas
Lo que está sucediendo, ocurre nos guste o no, nos sea doloroso o placentero. Es precisamente en el conflicto que generamos al oponernos a lo que sucede cuando aparece el sufrimiento. Para aceptar con ecuanimidad lo que nos suceda al estar con nuestros familiares, puede ser útil nombrar lo que vamos sintiendo y localizarlo en el cuerpo de manera que nos podemos decir a nosotros mismos “esto es rabia, esto es tristeza, esto es desesperanza, esto es contracción, esto es angustia” al tiempo que respiramos la sensación física y energética que se manifiesta en nuestra garganta, en el pecho o donde quiera que lo sintamos.
Es importante no entrar a analizar o juzgar lo que nos está pasando, simplemente observar y reconocer. Es posible que lo que sintamos sea una mezcla confusa de emociones y no seamos capaces de ponerle nombre, podemos simplificar nombrándolo como sensación desagradable o quedarnos sencillamente con la sensación física. Hay que tener en cuenta que mantener la presencia en estas situaciones no es sencillo, de hecho puede ser uno de los momentos más difíciles para practicar la atención. Es aconsejable, por tanto, ser paciente y amoroso con uno mismo y dedicarnos una mirada comprensiva, aceptando nuestras limitaciones sin por ello caer en la auto-indulgencia.
2. Maneja bien tus tiempos
Empieza con tiempos cortos en los que puedas mantenerte realmente presente. No te satures pasando muchas horas con tus familiares si estar con ellos te resulta difícil. Encuentra tiempo para retirarte y dejar que la caldera emocional se apague. Comparte, por ejemplo, una comida y luego dedica la tarde a pasear, relajarte, meditar o a cualquier actividad con la que refresques tu mente.
Es fácil perder el centro después de un par de horas de reunión familiar por lo que es beneficioso apartarse un rato y volver con una presencia más limpia al cabo de un tiempo si es que uno siente que puede hacerlo. Si sientes que la carga emocional de un nuevo encuentro te será demasiado pesada, pienso que es bueno que te respetes y concedas espacio, sin forzarte a pasar tiempo con tu familia sólo porque se supone que hay que hacerlo.
3. No te tomes nada como personal
Ten en cuenta que, como la mayoría de las personas, tus familiares no actúan desde lo que realmente son, no es su verdadero Ser el que habla sin parar, el que critica o el que mantiene esa actitud que tanto te irrita. Es preciso una gran atención para mantenerse ecuánime y no reaccionar a los comportamientos egoicos pues normalmente oponemos nuestro propio ego haciendo que la neurosis se retroalimente.
Las manifestaciones del ego sin embargo, se debilitan si uno no se opone a ellas interiormente. Es posible mantener una actitud compasiva para lo cual ayuda mucho no personalizar, no pensar que es algo contigo pues seguramente no lo sea. La situación que se dé, será seguramente fruto de una serie de condicionamientos del pasado de la propia persona y no tendrá mucho que ver contigo.
4. Observa tus propias expectativas y suposiciones
Seguramente hay en ti necesidad de reconocimiento o de atención, exigencias que tus familiares no tienen por qué satisfacer. Muchos mantenemos un niño mimado y exigente que, aunque de manera amorosa, hay que saber mantener tranquilo y observarle desde la mirada del adulto que somos. Seguramente ese niño carente no tuvo lo que necesitó y es posible que necesite atención, pero una actitud inmadura en el presente no hará que se sienta mejor.
Para sanar ese niño existen terapias y espacios de trabajo interno adecuados para nutrirlo y paliar lo que no tuvo, evitando así cargar a los demás con nuestras propias demandas. Como reza la clásica oración de Fritz Perls, el creador de la terapia Gestalt, “yo soy yo, tú eres tú, no estoy aquí para cumplir tus expectativas, ni tú para cumplir la mías. Yo soy yo, tú eres tú, amén”
5. Pon más atención a lo que os une que a lo que os separa
Seguramente hay temas conflictivos, opiniones, formas de ver la vida que fácilmente se convierten en motivo de conflicto y en los cuales no hay entendimiento entre nosotros y nuestros familiares. Pero por diferentes que sean nuestras ideas, seguramente hay asuntos, situaciones o recuerdos que podemos compartir con agrado sin que vayamos a terminar en situaciones tensas. Reforzar lo que compartimos puede ayudar a encontrar empatía y compasión, pudiendo llegar a comprendernos mejor mutuamente.
De cualquier forma, hay ocasiones en que sentimos la necesidad de expresarnos o actuar de maneras que pueden generar controversia pero que sentimos que son lícitas y con las que podemos reivindicarnos o reforzar nuestra espontaneidad. Está bien hacerlo si así lo sentimos pero manteniendo en lo posible una actitud ecuánime sin caer en una rebeldía adolescente o en una irreverencia provocadora que poco puede aportarnos a nuestra evolución y sí generar situaciones incómodas.
6. Mantén hábitos saludables
Estar con tu familia va a requerir lo mejor de ti. Cuida que tu alimentación sea lo más sana posible, evita nublar tu conciencia con alcohol, descansa bien, haz algo de ejercicio, pasea por la naturaleza... Nuestra conciencia se embota cuando nuestros hábitos son desordenados o autodestructivos. Cuidar que nuestro estilo de vida sea ordenado – sin caer en rigideces- y saludable siempre es recomendable, pero especialmente cuando se presentan situaciones difíciles de manejar es cuando más atención hemos de poner en ello para que nuestro cuerpo y nuestra mente estén lo más equilibrados posible.
7. Medita
La meditación es un acto de higiene mental que en muchas ocasiones disuelve los pesares por el mero hecho de dejar de rumiarlos. Dedicar unos minutos cada día para sentarnos en un encuentro verdadero e íntimo con nosotros mismos es siempre fundamental y más aún cuando se va a estar a merced de situaciones difíciles de manejar como pueden ser los encuentros familiares. Desconectar, apagarse, tomarse un descanso de uno mismo, ayuda a sintonizar con una fuente de sabiduría que está más allá de la propia individualidad. Existen muchas técnicas de meditación y cada uno ha de encontrar la que más afín le resulte. Sentarse con la espalda recta siguiendo simplemente el curso de la respiración durante pongamos, diez minutos, puede ser un buen comienzo. Esto ayuda a mantener neutralidad y lucidez, calmando la vorágine de dispersión mental en la que normalmente nos encontramos.