Vampiros energéticos
Tal como su nombre sugiere, un vampiro energético es una persona que se alimenta de la energía de los demás. Igual que el vampiro de la novela, primero seduce a su víctima, luego chupa su energía, y al cabo de un tiempo tiene que repetir la maniobra porque nunca llega a tener vida propia; siguiendo con el símil, a pesar de haber comido la sangre de su víctima, sigue siendo un muerto viviente, nunca renace pero, a cambio, acaba consumiendo y matando a su víctima.
¿Cómo reconocer a un vampiro energético?
Son personas que siempre van de víctimas. Hablar con ellas es prepararse para recibir quejas, lamentaciones, críticas hacia todo y hacia todos...
Son personas que creen que el mundo está contra ellas, que son víctimas de todas sus circunstancias, que ellas siempre son las buenas de la película y los demás los malos y que no tienen más remedio que sufrir y aguantar lo que les toca porque no pueden cambiar nada, así que que buscan el apoyo de los demás para todo; siempre necesitan a alguien para contarle sus problemas y si se encuentran solos parece que se les viene el mundo encima. Sin embargo, es inútil intentar darles soluciones porque jamás las van a aceptar o van a hacer un intento de ponerlas en práctica; simplemente buscan la atención de la otra persona, porque así le absorben la energía durante ese rato y al menos durante un período de tiempo tienen la sensación de que se tranquilizan.
Evidentemente este efecto caduca y han de volver a conseguir atención.
¿A nivel energético cómo funciona esta dinámica?
Todos tenemos desde el momento en que nacemos una energía vital (Kundalini) que circula dentro nuestro y en constante interconexión con el ambiente. Es como la gasolina que pone en marcha el motor de nuestra vida. Ahora bien, hay personas que, por algún motivo, no son conscientes de que disponen de esa energía o bien, de manera más o menos consciente, han decidido que no pueden confiar en ella; así que no tienen más remedio que utilizar la energía de los demás.
Las estrategias que utilizan (inconscientemente) para que alguien se convierta en su víctima son:
- La seducción: decirle a esa persona exactamente lo que quiere escuchar (que es guapa, que es especial, que siente algo diferente por ella, que es buena persona...) .Tienen la habilidad de saber encontrar el punto débil del otro y alimentarlo.
- La pena: siempre tienen la lamentación y la lágrima a punto, y consiguen que la otra persona sienta compasión por ellos y que debe ayudarlos.
- La culpabilización: hacen responsable al otro de su malestar; “yo me encuentro tan mal porque tú me has hecho o me has dejado de hacer”. Como, evidentemente, esto es mentira, la persona que vive con un vampiro suele encontrarse haciendo todo lo posible para conseguir que sea feliz, o que como mínimo se encuentre mejor, sin conseguirlo nunca y acumulando sentimiento de culpa a causa de ello.
Este tipo de actitud se puede encontrar en cualquier ámbito: padres-hijos, pareja, amigos...
El efecto sobre su "víctima"
Si la víctima no se da cuenta de lo que pasa en realidad y cae en las trampas del vampiro va a llegar un momento en que va a sentir que realmente la está consumiendo, la está matando psicológicamente y va a tener la necesidad de apartarse de él.
Sin embargo, el entramado de culpa y responsabilidad que el vampiro teje es tan potente que frecuentemente la víctima no tiene valor para llevar a cabo la separación.El vampiro suele utilizar frases como “está claro que nunca me has querido”, “tú eres todo para mí”, “sin tí no puedo vivir”...; el caso extremo, pero no tan raro, sería “si me dejas me suicidaré”.
La clave para poder acabar con una relación así está en la actitud que tome la víctima; básicamente debe dejar de creérselo. Pero el papel de la víctima es suficientemente complejo para dedicarle otro artículo.
No todos los vampiros tienen el mismo grado
Los hay a tiempo completo, vampiros en estado puro que no saben actuar de otra manera; pero también hay persona que utilizan el modo vampiro sólo en determinadas situaciones o con determinadas personas y con el resto no, y relaciones en que el papel de vampiro se va intercambiando.
Un ejemplo muy frecuente es de las personas que llevan una vida independiente y aparentemente autosuficiente pero cuando tienen un conflicto necesitan llamar a toda la lista de amigos y conocidos para volcar sobre ellos su angustia. Si alguien tiene angustia y la comparte con diez personas no desaparece su angustia, sino que aparecen diez personas angustiadas en lugar de una.
Seguramente a todos nos resulta muy fácil pensar en personas que identificamos con estos rasgos, pero... ¿nos atrevemos a mirarnos a nosotros mismos y a reconocer al vampiro que hay en nuestro interior?