El gran viaje de la pareja
Cuando la pareja cae en cuenta de la “trampa sagrada” de su unión, como dijera Jodorowsky respecto a la atracción que sucede entre dos personas que inconscientemente tratan de perpetuar su propio drama existencial, entonces aparece la oportunidad de un gran viaje.
Cuando la pareja cae en cuenta de la magnitud del hechizo al que se hayan sometidos, un hechizo cultural que prodiga un modelo de relacionarse romántico, posesivo y extremadamente doloroso, entonces sucede la oportunidad de un gran viaje.
Cuando entramos en una terapia de pareja, no advertimos en un principio, aunque si nuestro cuerpo nos revela por la tensión y el vértigo en el estómago, que entramos a un lugar de transformación, de desintegración de lo viejo y apertura al crecimiento. Que la idea de la libertad es terrible para el ego y no estamos dispuestos a tal cambio, ni tan prontamente. La terapia de pareja es en cierto sentido una despedida, un duelo.
Aparcamos una mente, un tipo de mente destructiva, una parte de nosotros se despide, queda varada por la fuerza de una nueva conciencia que surge y se abre paso entre los últimos estertores de nuestra mente posesiva. Un nuevo hombre, una nueva mujer está surgiendo, como ave fénix, de las cenizas de aquello que ya no se puede salvar, que pretender salvarlo es apegarse al fantasma de un cadáver.
Cuando uno resuelve que necesita ayuda, ya ha recorrido la mitad del camino sin proponérselo, se rinde, libera su energía y se entrega a una incertidumbre prometedora. Aunque sabemos que tal entrega viene luego de cierta muerte y rendición y que las parejas acuden a terapia como náufragos a la deriva tratando de mantener a flote apenas los maderos rotos de lo que fuera una embarcación que prometía buen puerto, y como náufragos sedientos de amor nos agarramos a la mano de la ayuda. Una mano que en el mejor de los casos, nos traicionará sabiamente.
Lo viejo se resiste con una fuerza insólita e indomable. No basta con naufragar, hay que ahogarse! Lo que yo llamo el gran salto, es un acto creativo y mortal, loco por cuanto desoye los mandatos del ego, por cuanto uno ha de arrancarse esa identidad conflictiva, adicta a la tensión de la pelea, al sufrimiento.
La antesala de la libertad es denunciar al propio ego, saberse enfermo. Es la terapia de pareja el escenario donde uno va aflojando la máscara y donde va perdiendo el susto de verse en aquellas cosas no tan deseables de nosotros mismos. En la forma humana hay algo de celestial y algo de diabólico. Sólo la persona capaz de verse en su polaridad, esto es autoconocimiento, se halla en condiciones de emprender el gran viaje de la pareja.
La transformación o el gran salto, es una experiencia que parte del reconocimiento de todo lo condicionado que hay en nosotros, de todos los introyectos sociales y parentales con los que vamos a la pareja, de toda la basura que nos impide Ver al compañero/a.
Por tanto, es valeroso querer cruzar esos linderos y desgraciada, o mejor dicho, agraciadamente, una pareja que resuelve pedir ayuda se halla en perfectas condiciones de cruzarlos, pues llegaron a las postrimerías de la nueva conciencia, doloridos, fatigados, lastimados, sedientos de amor.
Por tanto ¿qué es el gran salto?
El gran salto es un acto de entrega que deja atrás aquello que ya no se sostiene, la acusación, las expectativas sobre el compañero, la pretensión de que la clave de mi felicidad la tiene el otro, las fantasías de felicidad.
¿Qué es la felicidad?
Sabemos lo que no es felicidad, y como ya señalarán las tradiciones espirituales más perennes y longevas, es el deseo lo que provoca el sufrimiento y paradójicamente la aceptación de la experiencia en curso es liberadora por cuanto trasciende la polaridad deseo-aversión y nos ubica en el camino de enmedio. La clave es la NO-REACCIÓN. El ego, se nutre de emociones densas, retroalimentamos los estados de sufrimiento dándoles bola. La clave es la atención. Permanecer atentos a la reactividad que hay en nosotros, la inercia a dar respuesta tan prontamente como uno siente la necesidad de descarga. La ira es la emoción que más deteriora la pareja, es droga dura y en terapia de pareja vamos poniéndole rostro a tal demonio, pues es un demonio en custodia, prestado, no es nuestro propiamente sino que proviene de un legado genealógico y cultural nocivo.
El crecimiento es un acto radical, un ir hacia delante con el miedo y la vergüenza, honrarlos, pues son los obstáculos verdaderos los internos y como decía Jung, son el rastro al que se adhiere la conciencia cuando decide buscarse, olfatear por dónde va nuestra angustia se convierte en sendero a la libertad. Uno queda advertido de la máscara cuando la frena y de golpe aparecen las defensas, la angustia de ser visto desnudo, ante el otro, y decir “esto soy yo, humildemente yo, y te libero de mi máscara y sus pretensiones”.
Sentirse querido es saber que el otro se queda a nuestro lado cuando nos mostramos verdaderamente desnudos. Nunca podremos experimentar tal sentimiento escondiendo parte de nosotros porque andaríamos gobernados por la sombra, que sabedora de la estafa cree que el amor está siendo robado, manipulado, y concluirá entonces que no somos merecedores de amor.
Sentirse aceptado incondicionalmente es otra guisa, eso es algo que solo se puede dar uno a sí mismo. Un acto radical, amoral, con un pie en el cielo y otro en el infierno SOY, esto es lo que soy. Consciente de mi estupidez continúo en la Vida y me ofrezco a ella. El arte de acecharnos a nosotros mismos hasta el último día en esta tierra, como diría Don Juan de Castaneda.
Pero entonces ¿cuáles son mis sueños, qué es lo que yo necesito para sentirme vivo? Muchas personas no atienden la pregunta existencial porque todavía andan buscando reparar un sentimiento de seguridad básico, con la creencia de que algún día, cuando conquisten la estabilidad en su relación de pareja, entonces escucharán esta profunda llamada.
Lo que anda mal y por tanto siempre se posterga la realización personal profunda, son las memorias de la relación con los padres de la infancia. Uno no se da permiso para crecer en tanto en cuanto no cree haberlo recibido. Estamos en un estado de anhelo, queja y acusación hacia los padres y esto se refleja directamente en la pareja. Nada más perturbador que la amenaza de abandono, de la retirada del afecto, y no nos damos cuenta que este es un terror de la infancia, de la niña interna, del niño que seguimos siendo. La máscara es la defensa del desamor, es lo que mantiene la ilusión de conservar el amor, en la medida que nos esforzamos para que “el otro no se vaya”. Una estrategia aprendida en la infancia, cuando uno tuvo que calibrar que partes de sí quedarían amputadas para ser aceptado en el clan.
No amamos, queremos. Querer es conservar al otro a nuestro lado. Amar es un sentimiento que surge de haber reparado la capacidad amorosa, y esta capacidad se quiebra en el período de la infancia, por lo que son los padres, padre y madre de la biografía, una asignatura pendiente. Alguien me dijo una vez que “son los padres terrenales la puerta a los padres celestiales”, y uno solo puede llegar a comprender esta afirmación activando esa función “orgánica” que es el perdón. No un perdón en un sentido cristiano, sino un perdón psicológico, orgánico como decía, una necesidad del organismo total de liberarse del odio y el resentimiento para poder respirar, ir liviano y amoroso hacia delante. Como dice Joan Garriga, es un asunto de coger las monedas que nos han tocado, sean oro, plata o puro hierro como forma de honrar y agradecer la vida que nos han dado y poder decir “mía es la existencia”, sin deudas, con la herida del corazón reparada.
Consciente de la magnitud de lo que le estoy pidiendo al compañero, le libero. Le libero de la expectativa de curarme con tiritas. Quiéreme como no me quisieron!, mírame como nunca me miraron!, y sobre todo, no dejes de hacer esto!
Es un gran error, una gran distracción, una mentira pretender caminar con otro a nuestro lado y llamarlo mi pareja cuando uno no tiene resueltos sus afectos. De nadie depende nuestra felicidad y si de alguien dependiera esto es una condena, una drogadicción, un peso enorme para el otro.
Consciente de que mi compañero/a anda en lo mismo, me libero. La pareja es un encuentro entre dos individualidades consumadas, esto es, individuos realmente individualizados, valga la redundancia, independizados emocionalmente de la necesidad de ser reconocidos por la mirada de otro. “Yo soy independientemente de ti y tengo derecho a seguir mi camino hacia el placer y la fortaleza, a explorar todo mi ser, todas sus rarezas y excentricidades”, porque mirando a la pureza de los niños, rápido cae uno en la cuenta de todo lo que ha muerto en el adulto y donde están las claves del “sentirse vivo”, que ya se va a cercando y mucho a “ser feliz”.
La terapia de pareja tiene una parte de atravesar la “noche oscura del alma” y de cómo se resuelva este impasse la pareja reanudará sus votos desde un punto de partida totalmente nuevo. Conscientes de los zarpazos recurrentes y compulsivos de un ego que no nos sacamos fácil, uno puede decidir quedarse y decir “me ves?, yo también te veo”.
La mirada compasiva es la medicina. Tan solo puedo mirar al otro con el corazón cuando yo he logrado verme desde ahí. Me veo, veo mi dificultad y mis ganas de amar bien, veo mi criatura tratando desesperadamente de aferrarse a la vida, de tener una oportunidad de ser feliz, de ser tocado por la belleza de la vida, cada célula de mi cuerpo desea sentir la gratitud de la existencia y la calidez del amor. Te veo y sé que tu cuerpo también añora este estado de vida amoroso, te veo y veo tu dificultad para sentir el amor, el boicot de tu propio ego, y sin embargo, toda tú clama al cielo por esa oportunidad. La compasión es un reflejo de una mirada interna, de un cuidado interno de la criatura que somos.
El viaje definitivo
Siempre es propio, somos aventureros viajeros. Pero entonces ¿qué es el espacio de la pareja? Es un espacio de crecimiento, una oportunidad de ejercitar la mirada compasiva. En ningún lugar como en la pareja se repite un vínculo tan fuerte como el que se dio con los padres de la infancia, es por tanto el lugar en el que despuntan todos los rasgos del apego más temprano, los temores, y al mismo tiempo la oportunidad de repararse uno.
La ausencia de juicio es lo que nos va sanando en la relación. Toda expectativa genera automáticamente un juicio acerca de cómo debería de ajustarse el compañero a nuestras expectativas. Eckhart Tolle habla de la NO RELACIÓN como una nueva forma de relación consciente, un “relacionarse” más que decir “tengo una relación”, como una forma de extirpar radicalmente toda inercia posesiva en el vínculo, una manera de cuidar el vínculo mediante una atención constante a esta inercia culturalmente condicionada y que pervierte el acto amoroso. Nada fácil, pues la condición humana se va a lujuria con una facilidad espantosa, inadvertida y tenaz. No pocas tradiciones espirituales trabajan las PASIONES como obstáculo principal en el camino de la experiencia amorosa. Temer y amar van de la mano, dicha tensión es el fundamento del apego mamífero, que también humano, aunque los animales lo hacen mejor respecto al destete y el proceso de individuación.
Pero entonces, ¿qué es lo que hace especial la pareja? Hablamos de individualidad y respeto pero hay un NOSOTROS libre de expectativas. Un placer liviano en sentirse acompañado por el arquetipo de lo femenino o masculino. Cada persona viene al mundo manifestando una de estas dos polaridades en esencia y hay un anhelo de completud que está en la base de la atracción. Es por tanto la belleza de la completud lo que nos atrae, el caminar al lado de un ser que nos completa y armoniza, un ser que es medicina para nuestro espíritu, una enseñanza cotidiana.
La pareja es un camino de crecimiento, como cualquier otra vía de crecimiento personal, quizá la más potente. Alguien diría que la pareja no es una vía ascética, que es más bien carnal, pasional. Yo diría que la conciencia del acecho a nuestra propia máscara en un escenario de relación permanente tiene mucho de renuncia al ego, de querer verlo y volver a la PRESENCIA, al centro del sí mismo, una y otra vez a ese lugar al que uno rebota cada vez que trata de salir del infierno de la POSESIVIDAD.
El permiso de ser y la complicidad
“A pesar de ti, te amo”, “a pesar de mí te amo”. El empeño en caminar con la persona equivocada es una auto-tortura. Es en el encuentro de dos personas que han resuelto lo básico de su neurosis donde hay un verdadero compartir. Lo básico es la auto-aceptación, el auto-amor, “a pesar de mí, me amo”, entonces uno puede mirar afuera, al compañero/a sin la necesidad de cambiarle.
Soy, y mi especificidad es una contribución al teatro de la Vida, y esto que conoces de mi hoy, no lo traiciones, quiéreme libre, bien libre. Ayudémonos a disolver las PROYECCIONES, el deseo de que me pongas en tu altar. Estoy aquí, a pesar de tus proyecciones.
Hay algo de una complicidad necesaria en la pareja. De nada sirve involucrar cantidades ingentes de esfuerzo en la persona equivocada. A veces en terapia de pareja, el anhelo de uno por crecer arrastra al otro, que en su miedo a perder se entrega a la propuesta, y sucede, de repente sucede ese gran salto mutuo, y aquí la magia de una unión donde hay chicha suficiente para saltar al abismo, para la entrega y rendición de la estructura egoica.
A veces, no hay nada que hacer, es mejor seguir caminando solo, es lo que toca, prepararse uno, crecer en una espera sin espera, recogerse.
La filosofía tántrica nos indica una dirección, la unión mística, que recuerda mucho a nuestro incipiente concepto de una PAREJA CONSCIENTE. La terapia de pareja es un camino, un espacio de transformación, una alquimia, donde uno va entrenando a la conciencia para lidiar con el “cuerpo dolor” como nos dice Eckhart Tolle.
Creo que el AMOR es un sentimiento muy sutil, suave como la brisa, delicado, que va prendiendo lentamente la llama de la ternura y la compasión. Un gran bocado de sabiduría, un estado del Ser quizá inalcanzable pero que se deja sorber de sus orillas.
La pareja es como una oración que va cocinando un amor, un amor que se vierte en la vida, más allá de la pareja misma.