La lectura terapéutica
En palabras de André Maurois, seudónimo del novelista francés Émile Herzog, «la lectura de un buen libro es un diálogo incesante en el que el libro habla y el alma contesta».
La propuesta que planteo en este artículo es, pues, utilizar la lectura como herramienta terapéutica, como recurso para observar y recoger, desde un enfoque gestáltico, esta respuesta del alma de la que habla Maurois.
Silvia A. Kohan habla en su libro La escritura terapéutica acerca de dos conceptos: «biblioterapia» y «cineterapia»:
«Una situación que sigues en la pantalla o en las páginas de un libro te impacta, te conmueve, te deja temblando. Incluso cuando forma parte de una historia aparentemente ajena a ti. Sí, es ajena la anécdota pero no lo son sus resonancias. De nuevo el secreto para conocer más de ti consiste en que te preguntes qué es lo que ha hecho resonar en ti, ¿una llaga?, ¿una carencia?, ¿una insatisfacción? Y a continuación, desgranas la emoción, la inquietud o los ecos en la pantalla o en tu libreta.
Ocurre que el cine y la literatura formulan preguntas que te conectan de nuevos modos contigo misma o contigo mismo. Con un libro, con tu mando a distancia o en una sala de cine a oscuras puedes encontrar respuestas a las dudas o caminos en los que no habías reparado hasta ahora.
Cuando menos te lo esperas, ponen en movimiento tu historia personal, tus recuerdos, tus necesidades, tus íntimos deseos, tu mirada; te abren puertas que tal vez hubieran permanecido cerradas sin esa película o esa novela. Pueden ser una guía para tu vida.»
Podríamos decir que la «biblioterapia» es, pues, una herramienta que puede servir para la mejora de la salud integral de las personas, ya que la lectura nos ayuda a entendernos, a elaborar estrategias para afrontar situaciones, a tener un concepto más positivo de nosotros mismos y a encontrar el sentido en la vida.
Aunque la idea de la lectura como herramienta para sanar ya estaba presente en la Grecia clásica, su origen está documentado en EEUU en el año 1930: durante la Segunda Guerra Mundial se utilizó para ayudar a curar a los soldados heridos. A medida que quedaba demostrada la eficacia de la lectura en el proceso de recuperación, van empezaron a surgir grupos «biblioterapéuticos» en ámbitos de internamiento psiquiátrico. Los libros entretenían y ayudaban a los pacientes proporcionándoles un estado de bienestar.
También, en los últimos cuarenta años se han elaborado estudios que demuestran que la «biblioterapia» es efectiva ante trastornos de ansiedad o de depresión y estados de infelicidad, tan frecuentes en la sociedad actual.
La lectura de libros es, insisto, una herramienta o recurso útil en un proceso terapéutico o de crecimiento personal, y mi propuesta es recoger todo el material que pueda surgir y trabajarlo desde un enfoque gestáltico.
Un ejemplo práctico
A modo de ejemplo, una propuesta que se puede poner en práctica en una sesión sería recomendar al cliente un libro seleccionado en base a su situación, a su momento vital –y siempre teniendo en cuenta el objetivo que se ha marcado en su proceso terapéutico–, con el objetivo de leerlo siguiendo dos pautas muy sencillas:
- Marcar los fragmentos que de algún modo lo impacten o le generen emociones, pensamientos, sensaciones, inquietudes, resonancias relevantes..., ya sea por identificación o bien por rechazo (es decir, «me identifico con esto» o «tal cosa no va nada conmigo / me ofende / me molesta en exceso»).
- Anotar cualquier aspecto o mensaje global que lo movilice.
Así, a partir de estos fragmentos o aspectos que el cliente destaca (figuras emergentes) de la narración, se pueden abordar los temas que lo ocupan y le preocupan.
El papel del terapeuta Gestalt es, entonces, acompañar y hacer las preguntas necesarias para ir desgranando qué hay detrás de ese primer impacto. Por ejemplo, podemos pedir al cliente que lea el fragmento en voz alta, o que lo resuma, y podemos preguntarle qué hay de él/ella en dicho fragmento, por qué lo ha elegido o de qué le ha servido, de qué se ha dado cuenta, si está relacionado con un tema central y actual de su vida, etc.
Como terapeutas, además, debemos observar las reacciones del cliente y señalar o preguntarle qué le va pasando (a nivel corporal, emocional y mental) a medida que va avanzando en la lectura para así ayudarle a encontrar sus propias respuestas. Es importante estar presentes y acompañarle a profundizar en lo que la lectura le hace surgir. Si este trabajo se hace en grupo, las aportaciones de los demás, obviamente, enriquecen todavía más el proceso.
Dicho esto, y para terminar, tras la lectura de un libro, aparte de disfrutar de la historia que ofrece y absorber sin darnos cuenta los mensajes-figura, podemos tomar conciencia de ello e integrar más y mejor un montón de aprendizajes.