Sal de tu zona de confort y consigue tus objetivos
¿Cuántas veces hemos oído la expresión “mal vale malo conocido que bueno por conocer”? ¿Cuántas personas se mantienen en puestos de trabajo en los que no se sienten realizadas o siguen atrapadas en relaciones tóxicas que les perjudican y que les causan infelicidad y sufrimiento?
¿Qué hay detrás de todo ello? ¿Por qué esa resistencia al cambio y a probar cosas nuevas? La mayoría de las personas contestan que es por miedo a lo desconocido, por pereza a embarcarse en nuevos proyectos o por costumbre. Son personas que se quejan constantemente de su situación, pero que no hacen nada para cambiarla, manteniéndose en un papel de víctima. En Análisis Transaccional, decimos que se mantienen en un Estado del Yo Niño Sumiso de queja constante sin pasar a la acción. Todo cambio lo ven como una amenaza y un posible peligro que pone en riesgo su seguridad.
En terapia utilizamos el concepto de zona de confort para referirnos a aquella zona en la que nos sentimos seguros, porque nos es conocida y nos resulta previsible. Es un estado mental que nos lleva siempre a pensar, a decidir y a actuar de la misma manera, sin atrevernos a probar cosas nuevas, a hacer actividades diferentes o a arriesgarnos. En Análisis Transaccional, esta actitud corresponde a un Estado del Yo Padre rígido con unas creencias muy limitantes y unes barreras mentales que nos mantienen siempre en las mismas rutinas y en los mismos patrones de conducta y relacionales aunque nos sintamos desdichados.
El bucle que nos mantiene en la zona de confort es un diálogo interior entre el Estado del Yo Padre y el Estado del Yo Niño Sumiso que parte de una posición existencial negativa en la que el mundo se ve como algo peligroso y en la que la persona no confía en sus propias capacidades y recursos para salir adelante y arriesgar.
De esta manera, cada vez que alguien anima a la persona a probar cosas distintas, a cambiar de trabajo, a conocer gente nueva, el Padre Crítico le recuerda al Niño Sumiso lo peligroso que es el mundo exterior y todas aquellas veces en la que lo ha pasado mal, reforzando esos miedos e inseguridades que mantienen a la persona atrapada en su zona de confort. Asimismo, tenemos que tener en cuenta que la zona de confort al sernos conocida y previsible, le da a la persona una falsa sensación de seguridad y de control, con lo cual la resistencia al cambio es todavía mayor.
Por tanto, podemos afirmar que las personas que se mantienen en la zona de confort por miedo al cambio, a lo desconocido o al fracaso son personas con una baja autoestima y con muy poca o escasa seguridad y confianza en si mismas. Su vida se encuentra regida por el diálogo interno entre Estado del Yo Padre y Estado del Yo Niño con escasa intervención del Estado del Yo Adulto porque la persona no se siente capaz de ser autónoma y de liderar su propia vida. Normalmente son personas que se mantienen en un papel de víctima y que tienden a ser emocionalmente dependientes.
Su pensamiento está regido por las suposiciones “Y si me despiden” “Y si me pasa algo malo” “Y si me deja mi pareja” “Y si me sale mal” “Y si fracaso...” Estos “ Y si...” son nuestros peores enemigos porque nos paralizan y nos dejan bloqueados en una determinada situación. Puede ser que esta situación nos provoque sufrimiento e infelicidad pero dar el salto, arriesgar y enfrentarnos a esos “Y si...” y superarlos nos genera todavía más sufrimiento e incluso pánico, por lo que la persona prefiere quedarse tal como está reafirmando su guión de vida y el dicho de “más vale malo conocido que bueno por conocer”.
Detrás de este miedo a lo desconocido, hay una falta de confianza en la propia capacidad de hacer frente a las nuevas situaciones y de resolver los retos que se le vayan presentando.
Pero vivir atrapado en esa zona de seguridad no es vivir porque la persona sufre, se siente estancada, no evoluciona, no crece y se pierde muchas oportunidades. Esa idea de control es una ilusión, la vida está llena de contratiempos, de imprevistos, de desafíos y tenemos que aceptarlos y desarrollar estrategias para poder superarlos y avanzar porque de lo contrario estaremos siempre en tensión, con un gran estrés que nos puede llevar a la desmotivación, a la apatía y a la depresión.
¿Cómo salir de la zona de confort?
La terapia basada en el Análisis Transaccional acompaña a la persona en su proceso de expandir su zona de confort, potenciando su Estado Del Yo Adulto y favoreciendo su autonomía para que tome nuevas decisiones que le permitan afrontar los retos que se le planteen con seguridad y confianza en sí misma.
Pasos para expandir la zona de confort:
- Ser conscientes del diálogo interior negativo para revisar todos los mensajes del tipo: “Tú no puedes”, “No serás capaz”, “Seguro que fracasas”, “Me voy a equivocar”,... y conocer cuáles son nuestras creencias limitantes.
- Potenciar su autoconocimiento, para tener una visión realista de sus capacidades y de sus fortalezas.
- Trabajar la motivación para el cambio. La persona se tiene que entusiasmar con las posibilidades que le ofrece salir de la zona de confort, con las nuevas oportunidades que se le presentarán, con lo enriquecedor que es conocer personas nuevas y también con todo aquello que descubrirá de si misma.
- Introducir pequeños cambios a su alrededor como por ejemplo comprarse ropa nueva, peinarse de manera diferente o hacer cambios en la decoración de su casa. Animarse a hacerlo y ver que no pasa nada, le hará ganar confianza en si mismo.
- Cambiar tus rutinas. Por ejemplo, ir al trabajo por un camino diferente al de siempre, acostarse a una hora distinta de la habitual.
- Probar a realizar actividades nuevas, apuntarse a bailes de salón o a un grupo excursionista.
- Conocer personas nuevas que te aporten distintos puntos de vista, maneras diferentes de ver la vida...
- Viajar a lugares distintos te ayudará a ampliar tus horizontes, a vivir nuevas experiencias, a conocer realidades distintas que te enriquecerán y te harán crecer como persona.
- Pensar que no estás solo. Pedir ayuda a tu familia y amigos para ir introduciendo estos cambios en tu vida. Por ejemplo, si quieres viajar y te da miedo ir solo, pide a alguien que te acompañe y así te sentirás más seguro porque sabrás que si te bloqueas o sientes ansiedad, tendrás a alguien de confianza a quien recurrir.
- Ser paciente contigo mismo. Salir de la zona de confort tiene que ser un proceso progresivo, no pretendas hacerlo de un día para otro. Para superar el pánico que la persona siente a probar cosas nuevas, es aconsejable que el estrés que provoca ese miedo no sea más fuerte que la motivación que tiene la persona por cambiar.
- Rebajar el nivel de perfeccionismo y de autoexigencia. Es importante aceptar que todos nos equivocamos y ver el fracaso como una oportunidad de aprendizaje y de mejora.
- Anticipar las excusas y resistencias. La persona tiene que ser consciente de que el miedo a hacer cosas distintas, va a provocar que busque todo tipo de excusas para posponerlas. Desde el Estado del Yo Adulto es necesario revisar estas excusas y relativizarlas.
- Aprender técnicas de relajación y de meditación para rebajar el estrés que suponen los cambios.
- Premiarse cada vez que conseguimos uno de nuestros objetivos para retroalimentarnos en positivo. Puede ser tomarnos aquel té que tanto nos gusta, ver nuestra película favorita o darnos un pequeño capricho.
- Llevar un diario con nuestros avances. Eso nos ayudará a que en los momentos que nos sintamos agobiados y presas del pánico, no tiremos la toalla. Echar la vista atrás y ver todo lo que hemos alcanzado, nos hará ganar confianza en nosotros mismos y seguir adelante.
Pensemos que salir de la zona de confort nos ayuda a crecer como personas, a enriquecernos, a vivir nuevas experiencias, a tener nuevas oportunidades, a ser más tolerantes, a ampliar nuestra visión del mundo y a desarrollar todo nuestro potencial, ganando en autoconocimiento, autoestima y confianza en nosotros mismos.